La porfiada realidad chilena

985

Wilson Tapia Villalobos*

La bajada de Ricardo Lagos ha puesto las cosas en su lugar. Un poco tarde: han pasado casi ocho meses que la Concertación parece haber perdido. La indefinición del ex presidente puede ser vista como la causa del retraso. No sería completamente justo, sin embargo, atribuirle sólo a él los problemas graves que afectan a la principal coalición política del país. Pero no cabe duda que su retirada de la carrera presidencial que se definirá el 2009 despeja un poco el paisaje.

 

Claro que surgen preguntas inquietantes ¿Por qué Lagos fue un freno para que la Concertación le pusiera un contendor a la derecha? Simplemente porque los partidos integrantes del bloque oficialista no confían en la capacidad de nuevos líderes.

Es cuestión de observar sus actitudes. Sólo el Partido Radical Social Demócrata (PRSD) ha levantado un precandidato, su presidente, el senador José Antonio Gómez. Casi un saludo a la bandera.

El Partido por la Democracia (PPD) hasta última hora insistía con Lagos. El Partido Socialista (PS) se debatía entre Lagos y José Miguel Insulza, pero también Jorge Arrate pretende ser su representante. Este último lidera fuerzas internas autodenominadas allendistas. Y para completar el cuadro socialista, habría que agregar al recientemente automarginado senador Alejandro Navarro. Él intenta estructurar un bloque al que se sume la izquierda extraparlamentaria, aspiración que comparte con Arrate.

En la Democracia Cristiana (DC) las aguas no están cristalinas. Aunque en medio de la convulsión, el ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle se perfila con algunos cuerpos de ventaja.

Curioso lo que ocurre. Las declaraciones de la mayoría de los líderes concertacionistas son coincidentes en un punto: se necesita renovación después de 20 años. Y quienes lo dicen son los mismos que siguen ejerciendo una hegemonía que podría interpretarse como un obstáculo para la renovación.

Pareciera que esto de la necesidad del cambio ha sido un descubrimiento reciente. Pero los mensajes ciudadanos resultan contundentes. Por un lado, hay más de dos millones de jóvenes que no se inscriben para votar. Y una cantidad importante no vota, anula el voto o deposita la papeleta en blanco. Alrededor de un 40% de la masa electoral chilena está dando muestras de desinterés o de claro rechazo al sistema.

Por otra parte, ya la elección de la presidente Michelle Bachelet demostró que los electores chilenos están cansados de las mismas caras. La actual mandataria prácticamente carecía de historial político. Su aparición en la escena pública había sido ejerciendo cargos de segundo orden –ministra de Salud, de Defensa– y de allí, pese a los pronósticos, saltó al primer plano por obra y gracia de electores cansados ya.

Tres años más tarde, las declaraciones parecen reconocer tal realidad. Pero no ocurre lo mismo con las acciones. Las caras de los líderes no varían, aunque todos se declaran convencidos de la necesidad de ponerse a tono con un escenario diferente. Sin embargo, no es sólo cuestión de caras o nombres nuevos. Faltan las ideas.

Resultaba obvio pensar que durante el gobierno actual la olla a presión social se destaparía. Los chilenos empezarían a perder el miedo. Dieciséis años de democracia era tiempo suficiente para dejar de lado el temor y exigir derechos. Y así ocurrió. Las organizaciones sociales han empezado a reestructurarse lentamente. Las protestas estudiantiles ya subieron de tono una vez y es posible que eso vuelva a ocurrir nuevamente. Sobre todo porque los problemas no se han resuelto.

Los trabajadores también exigen soluciones. Y el ambiente en que se producen no es precisamente auspicioso. Pero las necesidades no desaparecen con las crisis. Por lo tanto, la exigencia del futuro inmediato –y obviamente para el próximo gobierno– es hacer a la sociedad chilena un poco más equitativa. No sólo en el reparto de la riqueza en metálico –que es una aspiración sentida– sino en otras áreas fundamentales.

Acabar, por ejemplo, con la inequidad en educación y dar a la población una atención en salud acorde al cartel de país emergente que la economía no ha endilgado.

Pero para ello las ideas no están. El debate sigue centrado en las personas. Es un juego poco novedoso, a decir verdad. Y cuando lo que se ve no cautiva, en política puede pasar lo mismo que en televisión. Se cambia el canal o se apaga el televisor.

Así de dura es la realidad.
 

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.