La prensa occidental avisa: el ultraderechista Milei puede ser el próximo presidente argentino
El influyente diario estadounidense The Washington Post avisa: el ultraderechista Javier “Milei puede ser el próximo presidente de Argentina”. Su futuro inmediato y lo que puede venir después. El escándalo del Consejo de la Magistratura, la Corte Suprema y otras rencillas del poder. El Post, uno de los principales diarios del mundo occidental, acaba de publicar una noticia que conmueve a la política argentina. Uno de sus analistas políticos –David Feliba- escribe: “Milei puede ser el próximo presidente de Argentina”.
El impactante comentario se hace eco de las variadas informaciones que, faltando más de un año para las próximas elecciones, dan cuenta de múltiples datos y razones que circulan en los medios empresariales y políticos, de una angustiada Argentina, que parece ser el ejemplo exacto de aquella frase pronunciada siglos atrás: “Si no sabes hacia donde se dirige tu barco, ningún viento te será favorable”.
En efecto. Navegamos en aguas turbulentas donde hasta las medidas más correctas naufragan. Son años de crisis, con una economía que no avanza; con abundancia de comida que no alimenta a su pueblo; con gigantescos territorios vacíos y todo está por hacerse, pero no hay trabajo; donde la inflación galopante se come el esfuerzo cotidiano, creciendo desigualdad y pobreza.
En este territorio sucesivas generaciones de argentinos han visto postergadas sus ilusiones. El hundimiento del país y la desazón de sus habitantes van de la mano con el desprestigio de las instituciones y de los políticos que las ocupan.
En medio de este panorama, irrumpe –desde hace algunos años, no muchos- la provocativa figura de Javier Milei. Como una forma de “ablandar” su extremo liberalismo, se autodefine como libertario, una palabra -usada para denominar a los anarquistas- de la cual se apropió. Su presencia comunicacional es garantía de escandalosas declaraciones.
Se adueñó de la palabra “casta”, que ya venía circulando para denominar a los privilegiados elencos de funcionarios gubernamentales. Sus agravios e insultos hacia los “políticos” fueron definiendo su perfil. La mayor parte de la población, agobiada por la realidad cotidiana, escuchaba sus diatribas como si fueran parte de un espectáculo, más que la expresión de un dirigente político.
Empezó a aparecer rodeado de jóvenes que convocaban a más jóvenes. En un momento dado las encuestas daban signos que la nueva juventud, de los sectores medios, ya no tenían en el kirchnerismo su principal opción. Esa alternativa comenzó a ser ocupada por La Libertad Avanza, la formación política que decidió dar a luz. Sus escándalos verbales bajaron el volumen, pero su crecimiento siguió en aumento.
Fundó su partido en julio del 2021, en las PASO de setiembre -de la ciudad de Buenos Aires- alcanzó el 13,7% de los votos que llegó al 17% en la generales de noviembre.
Ahí comenzó a ser tomado en serio, pero como un fenómeno porteño. Cuando se observó que el mismo fenómeno se repetía en los “centros” de algunas capitales y ciudades importantes de provincias, la cuestión comenzó a tomar otro cariz.
Milei: el futuro inmediato y lo que puede venir
En la nota del The Washington Post la socióloga Mariel Fornoni, de la conocida encuestadora Management & Fit, dice que Milei aparece como “el depósito de las frustraciones de las personas”. Eso es probablemente cierto, pero la socióloga no habla de las razones que producen tales frustraciones. Partamos de la base de que no es Milei el único que cuestiona y duramente a los políticos del sistema, pero hay razones por las cuales la voz de Milei es audible y no las de los demás, cuyos proyectos alternativos permanecen casi ocultos. ¿No será que Milei viene en defensa –esperemos que sea la última- de un sistema que muestra su decrepitud a cada paso?
Es cierto que lo que ofrece no es más de lo mismo. Es mucho más, ofrece un modelo que profundiza lo peor de lo mismo. Los peores gobiernos de los últimos tiempos, incluido el de Mauricio Macri, no se atrevieron tomar algunas de las medidas que propone este novel dirigente político. A partir de esa reivindicación de un capitalismo salvaje; de la libertad de mercado llevada a su máxima expresión; de nuestra inserción en las agotadas políticas de la decadencia europea; de la privatización de la política; ofrece sus “novedosos” remedios para nosotros.
En esas “mágicas” soluciones está la raíz de su avasallante presencia, de su penetrante discurso, de la adhesión entusiasmada de una parte de jóvenes clasemedieros que descubren en la solidaridad con los rostros de pobres y morochos un freno a los avances que su superioridad racista y de clase demanda. Por eso, en lugar de promover la organización y el poder para esas mayorías populares, prefieren incentivar las ventajas de los que ya traen ventajas.
Con su racionalismo positivista que tiene a la ciencia como Dios; con el eficientismo que proclaman; la libertad económica que sostienen y el poder de la tecnología que reivindican, imaginan ser ellos quienes salven a este capitalismo y reabran las puertas al progreso infinito, que nos viene conduciendo al desastre colectivo. Como la historia es realidad comprobable, ella nos aporta más sobre este fenómeno que muchos análisis de la actual coyuntura.
Por eso no extraña que dirigentes del legendario Partido Demócrata Nacional o Conservador, que reivindican su existencia legal en ocho distritos del país, le hayan ofrecido a Milei el apoyo de ese aparato electoral. Esta fuerza se considera heredera del Partido Autonomista Nacional (PAN), fundado por Roca, Avellaneda, Alsina y Sarmiento en 1874, que fuera el sostén y guía de la “Generación del 80” que gestó este modelo liberal, capitalista y agroexportador, que está agonizando.
Pero ahí está Milei, viene con su propuesta de traer esa historia ultra conservadora a la realidad de nuestros días. Pero ¿Milei puede triunfar y si gana podrá gobernar? Aunque no hay ninguna seguridad que -si se diera alguna pequeña mejoría económica- la agresividad de Milei pueda sostener su actual crecimiento, no es desdeñable hacer un ejercicio imaginando la continuidad de estas tendencias.
Para un eventual triunfo electoral cuenta con avales para nada despreciables. El mencionado aviso producido por The Washington Post es una muestra de ello; se les suman los comentarios de los grandes medios nacionales que son –en términos generales- bastante favorables; por último no quedan dudas que el poder económico aportará para que pueda alcanzar esa victoria.
La coaligación real de esos intereses no es descartable que coloque a Milei en la presidencia o en las cercanías de la misma, por el impulso del cambio cultural que este candidato y esos sectores vienen estableciendo en la sociedad con el objetivo de salvar al sistema.
Sobre sus posibilidades de gobernar, es bueno diferenciar lo que pueden ser diferentes etapas de un gobierno de este tipo. Una primera en la cual no es descartable que pudiera dar una imagen favorable. Una rotunda caída de la inflación podría darle ese sustento. Eso y el crecimiento de la actividad privada le podrían conceder a su eventual gobierno la perspectiva de una sostenibilidad que hoy parece lejana.
Si continuamos evaluando el camino del futuro se insinúa que, con el paso del tiempo, es muy factible que se asista a un debilitamiento creciente del poder del mundo occidental. Esa perspectiva sumada al crecimiento de las desigualdades internas -que un modelo conservador genera- puede culminar en rebeldías generalizadas, que signifiquen el fin del sistema iniciado por la “Generación del 80” y de las concepciones en las que se sustenta.
Nadie puede imaginar que ese será un proceso que habrá que construir sobre un lecho de rosas, ni tampoco que sea muy breve, pero recorrerlo parece necesario para un nuevo cambio cultural -construyendo una alternativa realmente diferente y posible- al servicio de los sectores mayoritarios. Esa perspectiva puede ser la base del sueño por el cual varias generaciones dieron lo mejor que tenían.
Escándalo en el Consejo de la magistradura y la Corte Suprema
Es conocida la descomposición institucional que, desde un tiempo a esta parte se viene produciendo. Desde el sistema, la propia Cristina -hace pocos días- planteó la necesidad de un “rediseño institucional”. Pero algunos hechos de esta semana, en torno a escándalos vinculados al Consejo de la Magistratura, la Corte Suprema y vaivenes de las bancadas partidarias, alcanzaron sus alturas más altas. Esto es así, al punto tal que es difícil predecir hasta donde llegarán los coletazos de estos exabruptos.
Las artimañas puestas en juego tienen que ver con posicionamientos políticos e intereses personales en este juego del poder, en torno a la “grieta”, que oficialismo y oposición cultivan con tanto esmero. Ellos son genéricamente ignorados por la inmensa -pero inmensa en serio- mayoría del pueblo argentino.
Sus justificaciones ya las dieron sus protagonistas con “sabios” argumentos jurídicos e ideológicos para arraigar el convencimiento de sus respectivos adictos y para dar de comer a los ingenuos que ven en estos pasos de baile algún vínculo con lo que debería ser el fundamento y objetivo de la política, la búsqueda del bien común. Si bien renunciamos a penetrar en tales pormenores no está demás señalar algunas de las razones que esconden estas peleas de conventillo.
La Corte se mueve en medio de una situación atípica porque no se está cumpliendo con el trámite –que depende del Ejecutivo- para completarla, lo que resta credibilidad y ahora se le agrega la propuesta oficialista de modificar el número de sus integrantes, para licuar el poder de los actuales.
El Consejo de la Magistratura, una creación constitucional (Reforma de 1994) propuesta por Raúl Alfonsín y su gobierno radical. Tiene por función designar y separar jueces, además de controlar su funcionamiento y manejar el nada despreciable presupuesto del Poder judicial. En estos tiempos, donde todo se judicializa, esas funciones son claves para la llamada “gobernabilidad del sistema”.
En el Parlamento, donde ya “casi ni se parla”, hay extrañas maniobras para completar la designación de los 8 miembros para el Consejo de la Magistratura. El efecto inmediato más importante de todas estas vueltas es que la mayoría del Consejo de la Magistratura pudiera quedar en manos del Frente de Todos, a pesar que su presidencia la ejerza Horacio Rosatti.
Tal hecho es una victoria de (la hoy vicepresidenta) Cristina Fernández de Kirchner, pero encierra un peligro latente. La división del bloque mayoritario en el senado, ahora dividido en dos para quedarse con un miembro más, puede causar problemas en el futuro. Eso que ahora aparece como una genialidad de Cristina puede devenir en la base para la división real y general del peronismo electoral en sendos sectores: Cristina y su “Unidad Ciudadana”, partido con el que participó en las elecciones generales de 2017, obteniendo el 19,81% de los votos.
Pero además está el bloque “Nacional y Popular” que, aunque nazca de un acuerdo y para beneficio del peronismo, podría terminar respondiendo efectivamente a los gobernadores y ser una corriente distinta al cristinismo en las próximas elecciones que recogiera, en el 2017 y como Frente Justicialista, el 13,71% de los votos. Todo ello sin contar que la pelota todavía está en el aire y habrá apelaciones cruzadas y una Corte Suprema donde Rosatti juega su juego.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)