La protesta, la mentira y la represión aumentan en Honduras

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Alejandro Tesa

Las autoridades de facto hondureñas extreman la represión policial –y judicial– contra los constitucionalistas que apoyan al presidente Manuel Zelaya. Las protestas, empero, aumentan en todo el país. El scretario general de la OEA no será vidsita grata en Honduras.

Por cadena nacional de radio y TV, Micheletti calificó como terrorismo la acción de los constitucionalistass que, a su juicio, “se proponen interrumpir" las elecciones previstas para el 29 de noviembre. Y aludiendo al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, dijo que se ha detectado que interviene en los asuntos internos de Honduras mediante un “flujo masivo de  dinero para movilizar a la oposición”.

Las principales víctimas de los enfrentamiento entre la ciudadanía y los aparatos represivos han sido los negocios de comida rápida que trabajan con franquicias compradas en Estados Unidos y exentos de impuestos con el pretexto de contribuir al turismo.

La policía detuvo a 27 personas en las manifestaciones y a 95  en la Universidad Pedagógica Nacional, donde pernoctan los manifestantes llegados del interior. Se los acusa posesiòn de amas y bombas molotov. En otros incidentes –que cobran cada vez más vlencia– el diputado del partido de izquierda Unificación Democrática, Marvin Ponce, fue hospitalizado.

El presidente Zelaya fue recibido en Santiago con los honores protocolares propios de un jefe de Estado. Zelaya agradeció el apoyo de Chile y rindió un emocionado homenaje a Salvador Allende. Manifestó, tras reunirse con la primera mandataria chilena, que no regresará en lo inmediato a su país por haber recibido amenazas de muerte, que alcanzan a su cónyuge e hijos, si lo hace.

Micheletti en Tegucigalpa también dijo que el secretario  de la OEA,  Miguel Insulza, no es bienvenido en Honduras porque nadie lo invitó. Previamente había señalado en una confusa declaración que las Farc colombianas aportaban –como Chávez o en conjunto con Chávez– dineros a un partido político y una agrupación sindical para mantener la llama de los desórdenes desestabilizadores; no ofreció más datos ni identificó a las organizaciones que los recibirían.

Según algunos analistas si bien la sociedad hondureña se torna ingobernable, es poco probable que las manifestaciones cívicas puedan mantenerse por mucho tiempo más y se teme que, de continuar la escalada represiva –comenzaron las quemas de libros como en el Chile de 1973–, las protestas cedan paso a otras formas de lucha, que en poco tiempo podrían incluir las armadas, con resultados impredecibles.

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