La Quintrala

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LN

Vivió 61 años en el siglo XVII, en Chile; una vida azotada por los vientos de una familia que llegó entre las primeras al país, con una abuela hija de cacique indígena. Tenía, dice a veces la historia, a veces la leyenda, el cabello rojo encendido. Tal vez de ahí deriva el nombre por el que se ha hecho carne, espanto y enigma de los sueños de su país: La Quintrala.

El quintral o quitral es una planta de flores rojas que crece sobre otras, en especial sobre los álamos y sauces –traídos a Chile por los invasores– cuyos retoños todavía dan sombra y resisten el invierno de calles pueblerinas y senderos rurales. >Doña Catalina de los Ríos y Lisperguer nunca se desprendería de una confusa y extraña relación con la divinidad.

Con madre y una tía en prisión por brujería e intento de asesinato; fue salvada –a los tres años– del orfanato y la crianza por monjas por los dominicos y después por mercedarios, al menos hasta que la fortuna familiar logró la liberación de las prisioneras. En otro tiempo se dijo que La Quintrala tenía poderes más que humanos, heredados de su bisabuela, doña Elvira, hija del cacique de Talagante, casada con don Bartolomé Flores (o De Flores, el apellido original era alemán: Blumen)). Quizá.

Otras voces sostuvieron que su desgracia, años después, fue por haber mantenido relaciones carnales con un joven sacerdote. Otras más la igualan a la condesa Erzébet Bathory –La condesa sangrienta en el poema de Alejandra Pizarnik–, suerte de Gilles de Rais (o De Retz) femenino que fuera uno de los capitanes de Juana de Arco, presente –sombra pálida, horror que no intenta ser neutro– en El Infierno de Henri Barbusse.

Quizá no fue como ninguna de esas personalidades, quizá fue una mujer hermosa en algún modo adelantada, muy adelantada, a su tiempo, pero presa, no obstante, de las convenciones y moral de la sociedad del reino americano más pobre y aislado de todos.

El escritor Gustavo Frías, uno de sus cuasi biógrafos (cuasi, porque realmente no hay en la historia chilena mucho sobre ella, aunque desde la interpretación de Vicuña Mackenna, en el siglo XIX, hasta el presente son varios los libros que le han sido dedicados) la considera una leyenda fundacional –que contribuye a explicar no sólo los conflictos entre los seres humanos de un modo que trascienden la época en que se gestan, sino también las relaciones de éstos y sus dioses, en este caso el cristiano y aquellos de la cultura originaria del país.

De cualquier manera, como leyenda, memoria vaga de la forja del futuro Estado chileno o figura histórica, doña Catalina

Centrada en la ambigua relación que se entabla entre ella y un sacerdote, el filme, sin embargo, logra remontar los contenidos propios del melodrama en boga en esos años e incluso se enfrenta con la Iglesia Católica, que procuró censurarlo. Una de las películas más destacadas del cineasta.

Ficha técnica
Producción y dirección: Hugo del Carril
Asistente de Dirección: Carmelo Lobótrico
Fotografía: Pablo Tabernero
Montaje: Vicente Castagno
Música: Tito Ribero
Vestuario: Jorge de las Longas
Asesoría histórica: Jorge Inostroza
Elenco
Ana María Lynch, Antonio Vilar, Francisco de Paula, Milagros de la Vega, Andrés Mejuto, Manuel Perales, Iván Grondona.
Estreno: mayo de 1955
Duración: 89.01 minutos.

El filme está en el acervo de http://es.arcoiris.tv por cortesía de Roberto Di Chiara (www.robertodichiara.com)

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