La realidad mata cualquier ficción: ¿Pablo Escobar era de la CIA y su lugarteniente de la DEA?
La historia parece inspirada en una novela de John Le Carré. Pero no es ficción. Tanto Pablo Escobar, el megatraficante de drogas y jefe paramilitar colombiano, como su lugarteniente Henry de Jesús López Londoño, más conocido como “Mi Sangre”, trabajaron para agencias de inteligencia de Estados Unidos y realizaron labores encubiertas para ellas.
Poco debieran extrañar estas revelaciones, confirmadas en el caso del primero por su propio hijo y en el de Mala Sangre por el proceso judicial que se le sigue en Estados Unidos tras su extradición el año pasado desde Argentina. Atrás quedaron las turbulentas acusaciones del caso Irán-Contras y durante el proceso al ex hombre fuerte de Panamá, Manuel Noriega. Siempre la realidad supera cualquier ficción, sobre todo si está inmiscuida la «inteligencia» estadounidense.
En el caso de Pablo Escobar, la operación encubierta se trató de una ruta de narcotráfico hacia Miami en la que se enviaban 800 kilos de cocaína por semana con el respaldo de la CIA y la DEA, de acuerdo al hijo del fallecido narcotraficante, Juan Pablo Escobar, quien vivió bajo el seudónimo de Juan Sebastián Marroquín, hasta que en 2009 confesó ser hijo del narco colombiano más famoso.
Juan Pablo, hoy de 40 años adelantó detalles de su nuevo libro (“Pablo Escobar In Franganti”) en una entrevista con el medio argentino Infobae, donde señaló que “Lo que hacía la CIA era comprar los controles para que entrase la droga a su país y obtener un maravilloso negocio”. Sostiene que, además, la ruta denominada “El Tren” era tan segura que la droga era llevada abiertamente en las maletas de los narcotraficantes.
El dinero obtenido de esta operación de tres años de duración era utilizado por la CIA para financiar “la lucha contra el comunismo en Centroamérica”, en una trama que involucraba al por entonces jefe de la agencia, George Bush padre. El hijo de Escobar afirma que su padre “fue un engranaje más de un gran negocio del narcotráfico universal. Cuando ya no les sirvió, lo mandaron a matar”.
Es por eso que resalta que “siendo riquísimos los narcotraficantes latinoamericanos, son los más pobres en la cadena de narcotráfico ya que si ganan un millón, es porque cuatro se llevan los norteamericanos involucrados en el negocio. Así funciona la ecuación y ese dinero nunca viene a Latinoamérica, se queda en el sistema financiero estadounidense”.
Pero el establishment colombo-estadounidense quiso convertir a Pablo Escobar en mito. “El patrón del mal” fue una telenovela colombiana producida por Caracol Televisión entre 2009 y 2012, basada en algunos momentos de la vida del narcotraficante y mezclada con escenas y relatos ficticios. Obviamente, nada se dijo de su colaboración con la inteligencia estadounidense.
Esta revelación, por otro lado, coincide con los comprobados hechos en los que la CIA, junto a la DEA, armaron una compleja trama de tráfico de armas a Irán y venta de drogas a barrios pobres de Nueva Orleans para financiar a la contrainsurgencia nicaragüense durante los años ochenta. Todas estas operaciones fueron dirigidas por Bush padre para sortear la restricción impuesta al gobierno de Reagan para financiar la guerra contra el gobierno sandinista de Nicaragua.
Irán-Contras, Noriega…
El escándalo Irán-Contra, también conocido como Irangate, ocurrido en 1985 y 1986, en el cual el gobierno de los Estados Unidos, bajo la administración del presidente Ronald Reagan, vendió armas al gobierno iraní cuando este se encontraba inmerso en la guerra Irán-Irak y financió el movimiento conocido como la Contra nicaragüense (armado creado y financiado por los Estados Unidos para atacar al gobierno sandinista de Nicaragua). Ambas operaciones, la venta de armas y la financiación de la Contra, estaban prohibidas por el Senado estadounidense.
La operación de venta de armas a Irán produjo más de 47 millones de dólares a cambio de la liberación de rehenes estadounidenses, dinero que fue gestionado por el oficial de inteligencia teniente coronel de los Marines Oliver North mediante un entramado de cuentas bancarias en Suiza y fue utilizado, principalmente, para la financiación de la agresión al gobierno de Nicaragua y apoyo a la Contra promovida por y desde Estados Unidos. El 3 de noviembre de 1986, la revista mensual libanesa Ash Shiraa reveló esta historia de la venta ultra secreta.
El escándalo alcanzó no solo a Reagan y Bush padre, sino también a Robert McFarlane y John Poindexter, directores del Consejo Nacional de Seguridad . McFarlane, North y Poindexter fueron condenados, pero los dos últimos consiguieron un acuerdo de inmunidad por su testimonio.
En 1989, tres años después de estallado este escándalo,´Estados Unidos invadió militarmente Panamá provocando millares de muertes tanto civiles como militares y causando el desmantelamiento de las fuerzas militares panameñas, el caos económico y social en el país y la posterior rendición y arresto del general Manuel Noriega. En 1992 fue juzgado en Estados Unidos y condenado a 40 años de reclusión, bajo la acusación de estar relacionado con el cártel de Medellín. La pena se rebajó posteriormente a 30 años y luego a 20 por «buena conducta».
El abogado de Noriega, Frank Rubino, puso sobre el tapete varios aspectos que nunca se habían litigado en Estados Unidos: la condición del general Noriega como prisionero de guerra, la invasión a Panamá, el hecho de que el general fuera arrestado y llevado a este país, cuestiones como la inmunidad del mandatario de un país.
“Lo terrible es que este vil personaje era en realidad una criatura de Estados Unidos” , señaló The Washington Post, que recalcó que Noriega fue apoyado por la Casa Blanca y trabajó durante varios años para los servicios de información estadounidenses, incluyendo la época en que Bush dirigió la CIA. “Que este hombre haya podido figurar en las nóminas de pago estadounidenses, incluso si sólo fuese una vez, constituye un triste reproche para Estados Unidos” agregó el periódico.
Se supo por fuentes no oficiales que el costo del juicio al ex general panameño habría oscilado entre los 10 y los 250 millones de dólares, si se incluye el costo de la invasión estadounidense a Panamá. Claro, sin incluir el genocidio de miles de panameños, un “costo colateral” para Washington.
Cabe recordar, asimismo, que Gary Webb, periodista estadounidense asesinado de dos balazos en su cabeza, desenmascaró las oscuras maquinaciones de la CIA en el mundo de la droga y reveló cómo barrios negros de Los Ángeles fueron inundados de crack, con un increíble cinismo, en medio de un tráfico destinado a abastecer de dinero y armas la Contra nicaragüense.
Sus revelaciones fueron publicadas por todos los diarios de la cadena Knight-Ridder. Todos… salvo el Miami Herald, el diario vinculado a la mafia narcoterrorista cubanoamericana. A su muerte, la gran prensa comercial estadounidense publicó largos reportajes atacando sospechosamente varias partes de su investigación.
“Mi sangre”, agente de la DEA
Al tiempo que Escobar Gaviria trabajada para/con la FEA, uno de sus principales lugartenientes en la Oficina de Envigado trabajaba como agente encubierto del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, bajo el mando de la DEA y la Policía de Inmigración y Aduanas, de acuerdo a unos documentos oficiales del gobierno estadounidense revelados por el investigador Mauro Federico en el diario argentino Ámbito Financiero.
En noviembre de 2008 el colombiano Henry de Jesús López Londoño acordó con un emisario del gobierno norteamericano infiltrarse en organizaciones narcos y grupos de exparamilitares colombianos que lavaban dinero proveniente del tráfico de drogas y otras actividades ilícitas a través de una red de empresas con contactos en EEUU. Su primer gran trabajo, a mediados de 2009, fue el de infiltrar la campaña presidencial de quien había sido ministro de Defensa del nacropresidente Álvaro Uribe y aspiraba a sucederlo: Juan Manuel Santos.
«Si los yanquis quieren que Chucky (Santos) sea presidente es porque puede garantizar la continuidad de las políticas de Uribe y no hay nada ni nadie que pueda impedirlo», le dijo a López Londoño un viejo amigo del partido Liberal.
Durante el segundo semestre de 2009 «Mi Sangre» trasladó parte de sus operaciones a la franja costera sobre el mar Caribe, donde operaban varias células de una organización paramilitar insurgente que preocupaba a las autoridades por su ferocidad. López Londoño reportó varias de sus actividades y contactos, desde su condición de informante secreto de las agencias federales estadounidenses, entre las que se involucraba al presidente Uribe.
En diciembre de 2009 Uribe declaró públicamente a López Londoño culpable de los delitos de extorsión y conformación de esta banda criminal y reclamó públicamente su captura. Esa orden generó un cortocircuito entre los agentes de la DEA que operaban en Colombia y los de la ICE, que sabían del trabajo de su doble agente. A pedido de ICE, en mayo de 2011 «Mi Sangre» se trasladó a Venezuela
Toda la información detallada en las notas periodísticas se desprende del análisis de decenas de intercambios de mails y mensajes de texto entre López Londoño (o sus abogados) y, al menos, cinco funcionarios de diferentes agencias y dependencias públicas del Gobierno norteamericano, fechados entre 2008 y 2015, entre ellos Roberto Luna (del Departamento del Tesoro), Stephen Monks y Franck Burrola (agentes especiales de ICE), Jorge Rodríguez y Alex Navarro (agentes de la DEA en Bogotá) y Sergio Adame (alias «Pie Grande», supervisor de ambas agencias).
Incluso estando preso en el penal de Ezeiza, López Londoño recibió en febrero de 2015 la visita del fiscal norteamericano Michael Nadler, acompañado por agentes de la DEA, quien lo interrogó sobre los diferentes «objetivos» a los que «Mi Sangre» debió infiltrar en la Argentina.
«Entregué información de inteligencia sobre la estructura de las organizaciones, instalaciones de producción de cocaína, rutas del narcotráfico, actividades del lavado de dinero y la identidad de altos funcionarios involucrados en corrupción política en Colombia, Venezuela y Argentina».
Tras la muerte de Escobar Gaviria, Henry de Jesús López Londoño, alias “Mi Sangre”, también integró el grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia, dedicado a la guerra sucia contra las guerrillas colombianas y obviamente al narcotráfico. Cuando éstos se desmovilizaron en 2006 con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, pasó a operar como integrante de otro ejército paramilitar, Los Urabeños, con presencia y accionar en Colombia y Venezuela.
En todo ese tiempo su trabajo estuvo relacionado a operaciones de narcotráfico y de infiltración, tal como lo hizo en el equipo de campaña del presidente Juan Manuel Santos para conocer su visión sobre la política interna de Colombia.
En ese sentido, a “Mi Sangre” se le encomendó infiltrarse en el gobierno de Hugo Chávez para investigar supuestamente “el accionar de un cartel de Rusia en el país” (aunque las revelaciones obtenidas por el periodista Mauro Federico no precisan sus objetivos específicos). Todo esto se sabe porque este narcotraficante fue extraditado a Estados Unidos desde Argentina. Justamente al pasar a la orden de la justicia estadounidense, sus abogados pidieron desclasificar los documentos que lo involucran al Departamento de Seguridad Nacional, para solicitar su liberación.
Hoy, desde su celda en el Federal Detention Center de Miami y mientras aguarda una resolución sobre su causa, López Londoño recibió la confirmación oficial de un secreto que supo guardar bajo siete llaves: «Mi Sangre» trabajó para la Homeland Security International (HSI-ICE), una de las agencias del Departamento de Seguridad Nacional creada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, que concentra su accionar en la investigación de las personas, el dinero y los materiales que prestan apoyo al “terrorismo” y otras actividades criminales como el contrabando de narcóticos, armas, la trata de seres humanos y otro tipo de delitos financieros, informáticos y de exportación, señala el reportaje.
Los documentos, hasta ahora secretos, presentados por la defensa del colombiano confirman que López Londoño trabajó formalmente para la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE) y la DEA en calidad de informante secreto, efectuando misiones de infiltración entre las organizaciones paramilitares para descubrir operaciones de lavado de dinero, tráfico de armas y drogas en Colombia.
«Henry entregó información privilegiada sobre las organizaciones, plantas de producción, rutas del narcotráfico y embarques de cocaína, y que la información entregada llevó a por lo menos dos grandes decomisos de drogas por parte de Estados Unidos», sostuvo el abogado Daniel Fedel a Ámbito Financiero. Los dichos quedan validados por varios documentos desclasificados a pedido de la defensa, que fueron presentados ante el tribunal donde debe decidirse el destino del colombiano.
Allí consta que los agentes estadounidenses lo llamaban por su nombre codificado: Assis. En un escrito que lleva la firma del fiscal de Miami Wilfredo Ferrer, se afirma que «el gobierno ha reconocido que el acusado era una fuente confidencial registrada para el ICE y que colaboró en varias investigaciones. Sin embargo, Ferrer no admite algo que los defensores de «Mi Sangre» dicen tener probado: que su cliente también trabajó para la agencia antinarcóticos norteamericana (DEA).
Y para probarlo aportan la transcripción de chats entre López Londoño y un agente especial, donde el colombiano recibe detalles de la tarea encomendada por el organismo y felicitaciones por la labor desempeñada que incluyó informes detallados sobre líderes y jerarquías, rutas, ubicación de laboratorios y actividades para lavar dinero.
Lo que demuestran estas revelaciones es la compleja convivencia entre las agencias de seguridad nacional de Estados Unidos y el narcotráfico internacional, un matrimonio que, sin dudas, sirve para financiar operaciones encubiertas y de guerra sucia a escala regional y global. Y confirma que, después de todo, tanto la CIA como la DEA son –al menos controladores de- los grandes carteles de drogas y del terrorismo global.
Nada más lejos de lo virtual: esta es la realidad-real.
*Sociólogo venezolano, investigador del Observatorio en Comunicación y Democracia, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)