La respuesta del gobierno chileno: niños gaseados

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Comencé a escribir esta indignada columna al comenzar la madrugada del miércoles 10 de agosto; media hora después —01:22, hora de Chile— el ataque ha menguado —a costa de hacer irrespirable el aire en la calle Huérfanos de Santiago, donde en un local para 100 alumnos se supone recibe educación 1.200. La imbecilidad del alcalde de Santiago, y él no es culpable de serlo, no tiene, no quiere tener idea de eso.

En prácticamente todos los colegios tomados por sus alumnos —unos 200— se pudo constatar —por las madres y padres de esos alumnos— que a sus hijos los subalimentaban. El Estado brindaba la cuota alimenticia diaria, pero ésta no se repartía. Lo supieron cuando abrieron las despensas; en los refrigeradoras había semanas de raciones, de carne, por ejemplo, que nunca fue dada a los niños. Y en Santiago es conocido el tráfico de esos alimentos.

Será, acaso, la libre empresa

Y el terrorista ministro del Interior se enoja porque se comparan sus métodos de represión a los del Estado de Israel en Palestina, y el torpe subsecretario del Interior olvida el proceso a que fue sometido en la Argentina —por cobrar dineros por trabajos que nunca hizo— y habla mofletudamente de moral.

En Chile, hoy, solo los estudiantes convocan y conmueven y representan. Quizá por eso los gasean, apalean, persiguen, insultan. Quizá por eso a diario se descubre un policía disfrazado —o transvestido— de colegial promoviendo desórdenes y violencia en las calles. Han sido fotografiados y fotografiadas sus identidades. El último se refugió al ser descubierto en el Congreso Nacional de Chile en la tarde del martes.

Interior asegura que investiga. Hipócritas. Por fortuna, al parecer, el país, la ciudadanía, ya no comulga con ruedas de carreta.  Mientras, los chicos y siguen siendo gaseados por quítame esas pajas. Si la ciudadanía quisiera, otro gallo cantaría (sin los próceres políticos de turno, claro).

Los "encapuchados" de los desmanes, ¿quiénes son? El país vio cómo se quemaba un auitomóvil, pudo ver también que no hubo policía para impedirlo o para detener a los vándalos. La quema no se produjo, como es natural, en pocos segundos. Según la tele y otras filmaciones.

No importa, ningún medio periodístico chileno consigna ciertos hechos. Acaso no puedan. Acaso hay una "torta publicitaria" de la que se aspitra a reccibir un trozo. O acaso sus pequeñas almas de mascota vibran al unísono con la de Hinzpeter o la de Ubilla.

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