La situación es grave en Chile y no hay capitán que pregunte si ha almorzado la gente
Lagos Nilsson.
Tampoco pregunta nadie si alguien no ha recibo palos de la represión. La eficiencia gerencial abocada a los asuntos públicos despertó hasta al gran megaterio Ricardo, que muy enojado señaló que el presidente Piñera no estaba a la altura de la responsabilidad asumida. Tiene razón, qué vamos a hacer —y no pregunte por la sombra que él dejó en aquella "donde tanto se sufre". Mientras: alumnos en huelga, mineros en huelga, salud a punto de, profesores tratando de pasar colados y un largo listado de etcéteras.
El país retrocede entusiasta a la etapa proto-republicana, con un ministro, Golborne, que dice "no entender" por qué los mineros de Codelco (11% del cobre del mundo) tomaron el pesaroso camino de la huelga, y otro, Lavín, que invita a los estudiantes "a dialogar" tras adelantar vacaciones y quitarles los alimentos en las escuelas y liceos tomados (más de 300); no recordemos los dislates en el aparato de salud pública o el arrojar a Carabineros —una institución que las encuestas califican de creíble y confiable— por el abismo de la represión indiscriminada a sus conciudadaanos (o futuros conciudadanos).
Sin comprender la gran parábola de la vida de Jesús, la Alianza por Chile en el gobierno quiere ser, ella también, una espada que viene a dividir. No por amor ni justicia, sino por viejas "glorias" como las de Santa María de Iquique, San Gregorio, La Coruña, Puerto Montt, Magallanes…
Y a su vez con absoluta falta de memoria, principios, moral, la coaliciòn que hoy juguetea a la oposición se escabulle detrás de frases hechas y torpezas de distinto jaez para ocultar los años tristes en que fueron gobierno (tristes para buena parte de la población, tristísimos para quienes les votaron y que después, botándolos, descubrieron el cuento del sartén y el fuego).
Los mineros
Los trabajadores del cobre afirman —¿mentirán?— que han declarado el paro ante la certeza que tienen de que se intenta en el futuro próximo pritavizar la minera cuprífera estatal; la movilización obrera cuesta unos 41 milliones de dólares estadounidenses diarios al Estado chileno.
Por medio de su dirigente, Raimundo Mendoza, los mineros señalan que el plan de modernización puesto en práctica por las nuevas autoridades —que asumieron tras la llegada al poder del presidente derechista Sebastián Piñera— podría significar el inicio de la privatización de la compañía.
El presidente de Codelco, Diego Hernández, negó cualquier intento por privatizar, pero reconoció que el paro es producto de la disconformidad de los trabajadores frente a cambios "que se van a seguir realizando". Dijo "Esto parte por una insatisfacción, incomodidad ante los cambios que la empresa ha emprendido y que tiene que seguir realizando". Despotismo ilustrado, o sea.
La huelga minera tuvo lugar —un paro por 24 horas susceptible de prolongarse— ayer 11 de julio, hace 40 años se decía que era, el 11 de julio, el Día de la dignidad nacional, cuando el cobre fue el festejado sueldo de Chile y los que hoy gobiernan —su clase, no las misma personas— se dedicaban con entusiasmo a poner bombas, a practicar el agiotismo, a celebrar actos de sabotaje y asesinatos.
Los estudiantes
Ahí están. Muchos no llegan a la sacrosantos 18 años, mayoría de edad, pero de todos modos se las arreglan para hacer lo que los políticos no saben o no pueden: hablar con frase completa, ser ingenuos (esto es: sí mismos) y no tener miedo a las ideas. Eso es feo: se han ideologizado, se asustan en La Moneda y ministerios y prensa venal (la mayor parte de la prensa). Olvidan que nada refleja más la ideología imperante en una sociedad que su sistema educacional.
En un país donde grandes ladrones —al menos estupendos sinvergüenzas— pasean en sus automóviles, viajan al exterior, compran y acuerdan cien y una triquiñuela para estafar, perjudicar y meter la mano sin asco en el bolsillo a los ex ciudadanos y actuales consumidores (acuerdos de precios, intereses varios sobre deudas incobrables que sabían lo eran, por ejemplo), los chicos y chicas aguantando el frío en las aulas tomadas, pero alegres al fin, son una visión hermosa que habla de una sociedad que pese a todo no se ha dado por vencida.
Cabría preguntarse qué sentido del deber tienen las autoridades. No se ve que hayan ido a los colegios en toma delegaciones del aparato de salud a ver en qué estado se encuentran, los hayan aconsejado ante esos momentos de pasión sexual inevitables en los adolescentes, nada. Declararon vacaciones y les quitaron las raciones alimenticias. Le cortaron internet, teléfonos, en algunos casos la energía eléctrica. Y siempre un vehículo policial a dos pasos del liceo tomado —salvo en esas ocasiones en que entraron o pretendieron entrar "delincuentes comunes".
Se ha probado con cada desalojo que los daños a los establecimientos no son causados por los estudiantes, sino por el ansia de los chicos de orden y patria, que entran bota por delante y bastón castigador en ristre. Una vez confundieron, vaya uno a saber por qué, una editorial y librería (Lom) con un colegio e ingresaron causando destrozos. Pa que todos aprendan puede ser la "desideologizada" consigna.
Pocos maestros han estado de veras con sus alumnos, menos todavía se han acercado a dar clases. Eso los retrata de cuerpo entero. Lo único bueno de estos días movidos en la república de los terremotos es que nadie parece echar de menos a los de la Concertación. Todavía los chilenos tienen patria.