LA SUERTE DE LOS NIÑOS ES EL DESTINO DE LA ESPECIE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Invertir en la salud de los niños y de sus padres no solamente es una obligación en materia de derechos humanos, sino que también es una decisión económica adecuada y una de las modalidades más seguras para que un país siga el rumbo hacia un futuro mejor. Estos programas son fundamentales para el desarrollo armónico de la población, se pueden considerar como indicadores precisos del progreso y el bienestar de una nación y como prueba fehaciente de sus prioridades y sus valores.

El informe sobre el Estado mundial de la salud de la infancia 2008 de UNICEF, describe las repercusiones de una serie de prevenciones simples y asequibles para salvar vidas, como la lactancia materna exclusiva, la inmunización, las mosquiteras tratadas con insecticida y la administración de suplementos de vitamina A. Todas estas medidas han contribuido a reducir las muertes infantiles en los últimos años.

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Se pueden salvar las vidas de muchos de los 27.000 niños y niñas menores de cinco años que mueren cada día en el mundo. Aunque los últimos datos revelan un descenso en la tasa de mortalidad de estos pequeños, el estado mundial de la infancia 2008 va más allá de las cifras para sugerir medidas e iniciativas que podrían generar mayores progresos.

La reducción de la mortalidad en la infancia exige el logro de los «Objetivos del Milenio» relacionados con la salud, especialmente reducir la pobreza y el hambre, mejorar la salud materna, combatir el VIH y el SIDA, el paludismo y otras enfermedades importantes y mejorar el agua y el saneamiento ambiental. El logro de los ODM –que requiere una reducción en dos terceras partes de la tasa de mortalidad de menores de cinco años entre 1990 y2015– es todavía posible, aunque el desafío es formidable. Alcanzar la meta implica reducir el número de muertes de menores de cinco años de 9.7 millones en 2006 a menos de 5 millones en 2015; esta claro que alcanzar estos objetivos exige voluntad política, recursos y estrategias adecuadas, a una escala sin precedentes.

Gran parte de las actividades de UNICEF se centraran en África subsahariana, donde se originan casi la mitad de todas las muertes infantiles, y especialmente en África occidental y central, donde no se han logrado progresos para reducir la tasa de mortalidad en niños menores de cinco años desde 1990; también en Asia meridional, donde se registra el segundo número de defunciones infantiles, y a otros países y comunidades donde existe en la actualidad una falta de servicios esenciales.

Las experiencias asimiladas durante los últimos decenios sobre la salud de la infancia señalan el camino a seguir y las recomendaciones más importantes que han surgido en la actualidad, como por ejemplo:

– La necesidad de centrarse en los países y las comunidades donde las tasas y niveles de mortalidad en la infancia son los más elevados, y aquellos que corren mayor riesgo de sufrir una carencia de atención esencial primaria de la salud.

– Los méritos de aglutinar servicios esenciales para mejorar la cobertura y la eficacia de las intervenciones.

– La importancia fundamental de las alianzas comunitarias para incorporar activamente la participación de los miembros de la comunidad como trabajadores sanitarios y movilizarla en apoyo de la mejora de las prácticas de salud.

– La exigencia de prestar una atención continúa en todo el ciclo vital, vinculando los hogares y las comunidades con los servicios de divulgación y extensión y con la atención basada en establecimientos sanitarios.

– Los beneficios de un enfoque estratégico orientado hacia los resultados del desarrollo del sistema de salud, donde la atención materna, del recién nacido y del niño sean el elemento central.

– El papel fundamental que desempeña el compromiso político, la capacidad de liderazgo nacional e internacional y la financiación sostenida en el fortalecimiento de los sistemas de salud.

– La necesidad de lograr una mayor armonización de los programas y las alianzas mundiales de salud.

Para lograr estas metas, las instituciones y personas dedicadas a adoptar decisiones, tendrán que trabajar conjuntamente en apoyo a la supervivencia y la salud materno-infantil. Trabajar juntos para garantizar que las madres, los recién nacidos y los niños reciban servicios esenciales de calidad y mejoren su situación sanitaria y nutricional, situando de este modo la supervivencia infantil en el centro mismo de las actividades mundiales para el avance de la humanidad.

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Supervivencia infantil

Durante el siglo pasado se lograron importantes avances en la mejora de la calidad y el alcance de la atención primaria de la salud, y esto ha contribuido a reducir las muertes entre niños y niñas menores de cinco años y mejorar su situación sanitaria y nutricional. En 1960, alrededor de 20 millones de recién nacidos no llegaban a cumplir los cinco años; en 2006, la tasa anual de muertes infantiles en el mundo fue inferior a los 10 millones, situándose en los 9,7 millones por primera vez desde que se registran estas estadísticas.

Las actividades concertadas de los gobiernos, los donantes, los organismos internacionales y los profesionales de la salud erradicaron la viruela y lograron importantes reducciones de otras enfermedades, como el sarampión y la poliomielitis. Mayores esfuerzos encaminados a garantizar una buena alimentación a los niños han impulsado drásticas reducciones de la desnutrición en muchos países. La mejora del agua, el saneamiento y las prácticas relacionadas con la higiene han contribuido a reducir la incidencia de enfermedades diarreicas.

Los avances logrados en los últimos años en la prestación de servicios esenciales y la promoción de prácticas de comportamiento sano permiten el optimismo. Por ejemplo: la cobertura de los niños y niñas de seis a 59 meses con, por lo menos, una dosis de suplementos de vitamina A al año ha aumentado en un 50% desde 1999. Una mayor cobertura de vacunación contra el sarampión y las campañas de seguimiento han contribuido a un descenso de un 60% de las muertes por sarampión en el mundo y una reducción de un 75% en África subsahariana entre 1999 y 2005. La lactancia materna exclusiva ha aumentado considerablemente en muchos países de África subsahariana durante los últimos 10 años.

Además, se han producido avances para evitar la transmisión del VIH de madre a hijo, proporcionar tratamiento pediátrico contra el SIDA, evitar y tratar el paludismo por medio de la ampliación de la cobertura de los mosquiteros tratados con insecticidas y la adopción de la terapia combinada basada en la artemisinina, y un aumento del consumo de sal yodada, entre otras intervenciones. Estas medidas están comprobadas y son eficaces y costeables. El desafío es ampliar la escala en las tasas de cobertura en éstas y otras intervenciones esenciales, sobre todo en aquellos países –especialmente de África subsahariana y Asia meridional– y comunidades donde la prestación es todavía limitada.

Se han logrado progresos en el aumento de las tasas de cobertura para el tratamiento eficaz contra las enfermedades infantiles. Aunque la neumonía mata a más niños y niñas en el mundo que cualquier otra causa individual –y representa casi un 20% de todas las muertes de menores de cinco años– solamente un 56% de aquellos que sufren un caso sospechoso de neumonía son llevados a los agentes de salud apropiados. Solamente uno de cuatro cuidadores conoce los síntomas principales de este padecimiento entre los niños: una respiración rápida o con dificultades.

Las enfermedades diarreicas producen alrededor de dos millones de defunciones anuales entre los menores de cinco años, y aunque la cobertura del tratamiento recomendado –terapia de rehidratación oral o un aumento en los fluidos al tiempo que se mantiene la alimentación– aumentó considerablemente entre 1995 y 2005, solamente alrededor de una tercera parte de los niños y niñas del mundo en desarrollo con este trastorno reciben el tratamiento apropiado.

Vencer la desnutrición sigue siendo una importante preocupación, ya que este problema está asociado con hasta un 50% de las muertes en la infancia.

Otra exigencia es ampliar la escala de la prestación de servicios esenciales a madres e hijos durante el embarazo y parto, en el periodo postnatal y en la primera infancia. En los países y territorios en desarrollo, una de cada cuatro mujeres embarazadas no recibe atención postnatal y más del 40% da a luz sin la asistencia de un agente capacitado. Casi un 40% de todas las defunciones de menores de cinco años se producen durante el periodo neonatal, es decir, primeros 28 días de vida, debido a diversas complicaciones.

A pesar de los numerosos avances, el problema no es menos doloroso hoy que hace 25 años, cuando la UNICEF puso en marcha la “revolución de la supervivencia infantil”. En el mundo entero mueren diariamente, como promedio, mas de 26.000 niños menores de cinco años, y casi todos esos fallecimientos ocurren precisamente, en 60 naciones en vías de desarrollo. Aunque la mitad de las regiones del mundo están bien encaminadas, muchos países han quedado rezagados para alcanzar los ODM y tendrán que acelerar considerablemente los progresos para lograr las metas.

Lograr los Objetivos del Milenio a escala mundial exige mayores esfuerzos en varios frentes, entre ellos alcanzar los relacionados con la salud por medio de la ampliación de la escala de los servicios de atención primaria a la salud. Asimismo, será preciso reexaminar las estrategias que tratan de beneficiar las poblaciones más pobres y marginadas.

Los notables progresos en materia de reducción de la mortalidad en la infancia que realizaron muchos países en desarrollo durante las últimas décadas son motivo de optimismo. Las causas de la mortalidad en la infancia, al igual que las soluciones, son bien conocidas. Ya existen intervenciones sencillas, asequibles y con la capacidad de salvar las vidas de millones de niños.

El desafió consiste en beneficiar con esas intervenciones –en el marco de un proceso de atención continua de la salud materna, neonatal e infantil– a los millones de niños y familias que, hasta ahora, no han tenido acceso a ellas.

Fuente: UNICEF, informe El estado mundial de la salud de la infancia.

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* Periodista.

giselaoo@cantv.net.

Addenda

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El informe de Unicef El estado mundial de la infancia 2006 consignó que América Latina y el Caribe es la región del mundo con mayor desigualdad en los ingresos familiares. Precisaba el informe que los 56 millones de niños pobres en América Latina desbancaban al África en materia de desigualdad social.

Esto indicaba que un porcentaje alto de riquezas se concentraba en un sector pequeño y lo demás en los grandes sectores de la población: 96 millones de personas vivían en pobreza extrema, de las que 41 millones eran niños y niñas entre 0 y 12 años, y 15 millones adolescentes entre 13 y 19 años.

Nada permite suponer que la tendencia, en lo fundamental, haya variado desde entonces, salvo esfuerzos que, con regular suerte, vienen realizando algunos países americanos –ubicados, por otra parte, en el «eje del mal» trazado por la mirada imperial.

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