LA VERDADERA EDAD DE LA LUNA
Si pudiera medirse la eternidad, un punto de referencia sería la real data de la Luna, que un grupo internacional de científicos ha establecido en estos días en 4.527 millones de años. Es una cantidad de tiempo que uno sencillamente no puede imaginar.
Cálculos anteriores, en base al análisis de rocas lunares traídas por naves espaciales, indicaban que el satélite de la Tierra se habría formado durante los primeros 100 millones de años de existencia del sistema solar. La noticia nos retrotrae al Big Bang –que para este modesto observador de las estrellas no es más que un mito–, al debate sobre la creación divina del Universo y a la levedad de la vida humana en medio de estas dimensiones siderales.
Giramos en torno a un pequeño sol producido en serie, que es uno más entre 200.000 millones de otros soles de la Vía Láctea, una galaxia semejante a otros 200.000 millones de galaxias… y así sucesivamente.
Polvo somos y en polvo nos convertiremos. Hasta dentro del átomo, la más pequeña partícula de nuestro mundo cotidiano, los electrones giran sin cesar en torno al núcleo, como un pequeño sistema solar en miniatura, mientras allá arriba billones de billones de sistemas de cuerpos celestes cumplen igual rutina, multiplicándose y dividiéndose al mismo tiempo, y en constante expansión –del conjunto– hacia el infinito.
La certeza también es relativa
¿Reventará todo el Cosmos de pronto, en una sola explosión, del mismo modo como dicen se formó según la leyenda en boga?
Nada asegura que los 4.527 millones de años establecidos hoy como edad de la Luna sean los definitivos. La verdad, para empezar, es transitoria. Sólo aquélla que se puede establecer con los recursos científicos de que se dispone en un momento histórico determinado. ¿Y qué importa, además, si todo el Universo tiene la misma antigüedad?
Es lo que afirma la teoría del Big Bang. Antes de este estallido colosal, toda la materia habría estado comprimida en un punto sin volumen, sin espacio y sin tiempo que medir. De pronto, el Gran Bombazo; la Gran Explosión creadora del Universo, que lanza billones y billones de estrellas y galaxias y planetas y lunas hacia los ‘n’ rumbos de lo insondable.
¿Cómo y por qué se produjo el Big Bang? Pregúntenle a Moya, porque los científicos tienen la excusa perfecta: no habiendo ni volumen, ni espacio ni tiempo, nada se puede determinar antes de la explosión misma. Con razón la Iglesia Católica admitió de inmediato la posibilidad de aceptar la nueva teoría. Se parece demasiado a la Creación Divina, ¿verdad?, y también es mas compatible con la racionalidad científica.
Sea como sea, para los que dudamos de esa Rarísima Explosión Inexplicable, hay una verdad de a centavo que nos da total respaldo. Está en un manual de filosofía “light”, pero muy iluminador por lo mismo, para quien lo tome sin prejuicios. Su autor es un comunista francés, Georges Politzer, cuyos textos se usaban en todos los cursillos del Partido hace 50 años, a nivel de base. Sostiene que el Universo (el mundo material, la materia –a diferencia del espíritu–) “ha existido siempre, y siempre existirá”.
Artículo de fe, sin duda, pero tan válido como el que se apoya en un Dios creador para explicar nuestra existencia, a partir de cero, de la nada, como el propio Big Bang. Si todo el Cosmos siempre estuvo ahí, afuera de nuestras conciencias, seguirá existiendo siempre, independientemente de nosotros. Es cuestión de creerlo o no creerlo. Y no se puede contradecir científicamente lo que sostiene Politzer… Por ahora.
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* Periodista y escritor.
Publicadao en el diario La Nación de Santiago de Chile (www.lanacion.cl).
© Camilo Taufic, 2005.
Todas las imágenes, menos la última, son gentileza de la NASA.