Lagos Nilsson / Un político que, desgraciadamente, hace pensar (I)

906

 Chile es, sobre cualquier otra realidad, un país sin memoria que rinde culto a las fabricaciones de la memoria. Calles abajo de la Plaza de Armas, por ejemplo, por lo que hoy son General Mackenna o San Pablo, había ojos, ojos de agua: casi pantanos, casi lagunas, siempre regalo de las crecidas del Mapocho; por esos barrios viejos anduvo un tal Marco Enríquez-Ominami.

Entre las calles Bulnes y Cueto (en Cueto muere un teatro que alguna vez presentó novedades —otros más agonizan o son depreciado recinto de los "¡aleluyas!", grito con el que algunos viven de otros —pero ése es otro asunto), entre Bulnes y Cueto, al final, cerca del río, a orillas del Parque de los reyes, un poco al norte de San Pablo, donde algunos intentan salvar algo así como la ética de la convivencia inter-especies, tienen su sede los del Centro Cultural La Perrera. En Chile a los animales realengos se los mata de cualquier modo, a cualquier hora y por cualquier capricho. El capitalismo antes del capitalismo.

Hasta el lugar llegó un joven político con cartón (universitario) de filósofo y de profesión aleatoria; un tipo que carga pesada herencia y luce una —en Chile— molesta rapidez mental que, sospechan sus detractores, esconde algo así como inquieta inteligencia. La rapidez mental, como se sabe, no augura nada bueno: a veces se traduce en promesas; y la inteligencia nunca a conducido a nadie salvo a la ruina (política).

Un muy trabajador y vastamente conocido periodista no chileno, a propósito, me señaló cuando la campaña electoral que "coronó" al financista Sebastián Piñera como presidente del país, que le parecía "raro" el modo como la institucionalidad chilena cortaba —usó la palabra cortaba— el camino a los jóvenes.

Enríquez-Ominami (a quien no conozco ni, debo confesar, me convence) parece decidido a romper ese candado. Su partido político —quizá fuere más exacto hablar del movimiento que encabeza— rompe lanzas y tinteros (pero no como maese Lutero contra el demonio) para poner al menos el orden generacional entre las características de su país.

El mismo periodista me dijo en medio del fragor de esa campaña: "Parece que ustedes [los chilenos] tienen miedo de los jóvenes". Mi amigo, para su fortuna, no ha visto los apaleos estudiantiles de los últimos siete meses (aunque conoce el acorralamiento a los mapuche).

En números redondos Enríquez-Ominami obtuvo el 20% de la votación presidencial; no es mucho si consideramos la enorme cantidad de no inscritos en el padrón y la otra cantidad, la que, inscrita, no vota. Pero un 20 es un 20, no jodamos.

Luego vino el terremoto, Piñera asumió, y los mineros, y las —insidiosas y no contabilizadas o mañosamente consideradas— alzas de tod0, en especial de comida, y un juego nuevo —al estilo que enseñó Engels, no el amigo de Marx— en la consideración de las estadísticas, y el descontento, y la "cuestión" ambiental, y la rebeliòn de Magallanesw, y —siempre— el apaleo.

Paréntesis: ¿cómo se sentirá el ministro del Interior al ordenar, consentir, permitir, hacer la vista gorda o felicitar por los apaleos, él, que debe tener más que apaleos en la historia familiar? Acaso la memoria, que es asunto de los derrotados, se pierde con las espinas que coronan "los pobres triunfos pasajeros" de algún tango. Cierre de paréntesis.

El hecho es que junto con la jura de Piñera, con banda presidencial y todo, sin prensa, sin eco, solitarios, "el" MEO y sus compinches inauguraron un modo que hoy parece inédito de definirse como animales políticos: están en todas partes. Una viejita se cae en Arica por un problema de aceras, y el PRO, partido del que él es referente, emite una declaración en Chillán dando cuenta hasta de la cantidad de huevos que se le rompieron con la caída —y por qué la vereda no era pareja.

Enríquez-Ominami viaja a la Argentina o a México, por ejemplo, y es recibido como diplomáticamente se reciben a los dirigentes de un país amigo (aunque el gobierno de ese país, donde vive MEO, no sea el mejor amigo). Alcaldes de provincia —en Chile— lo llaman, lo reciben, le consultan, discuten con él, y nada se informa en la sacrosanta prensa. Un poco más lejos, lo reciben estadistas es de otro continente —y nada se informa.

Él es el dirigente político que estuvo en La Perrera, en el Santiago que fue extramuros y que hoy luce un "moderno edificio" que casi/casi se cayó cuando el último temblor.

No es todo. No me convence. MEO parece un reformador del sistema, pienso que el sistema no admite reformas. Pero me dicen que se reunió con los próceres del PC, y que no hubo acuerdo. ME O quería consultar a la ciudadanía, el PC acordar . ¿Qué estaba en juego en la charla? El modo de enfrentar las próximas municipales. Un signo diacrítico, diríamos. Me hace pensar.  Lamentablemente hace pensar.
 

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.