Las alas de la paloma de la paz
Lagos Nilsson
La seccional Noruega de los Premios Nobel sí sorprendió a la cátedra al otorgárselo al primer mandatario estadounidense Barack Hussein Obama. Un Nobel de la Paz a la esperanza que se quiere tener, un galardón que habla más del idealismo en esas tierras frías, y que no explica o reconoce las tareas del flamante premiado por conseguir esa paz esquiva que sus tropas demuelen en medio mundo.
Y una premiación sin duda extraña en momentos en que –convengamos– observadores y analistas de la "realpolitik" interna de EEUU se preguntan no qué hará Obama por la paz, sino cuánto más puede resistir el presidente los huracanes que desatan –y no sólo sobre la Casa Blanca– los delegados del imperio.
Quizá el Premio otorgado a Obama lo es por mantener las paz, siempre precaria del equilibrio, entre el famoso (y no por actos de gobierno) Salón Oval, el Capitolio y el edificio de cinco lados; puede además ser un ruego: no ceda, presidente, encomiéndose a su dios metodista –u otro– y mantenga los dedos alejados del botón. El botón es el del Día Final.
En el mejor de los casos Obama es un prisionero de fuerzas que no podrá controlar, no por incapacidad personal, sino porque la Presidencia de Estados Unidos, con todo su poder aparente, no es más que una suerte de oficina de partes a la que toca oficializar decisiones que toman muy lejos y en muchas partes del mundo los ciudadanos reales del imperio, que rara vez, si alguna, son nominados por los medios periodísticos –cómplices y paniaguados de la farsa a cuya representación asistimos y en la que en ocasiones participamos en calidad de partiquinos.
El candor (o la apariencia candorosa) de James Carter, ex presiente del mismo país, en el sentido de que el Premio a Obama es una muestra de la esperanza suya, de Obama, que "inspiró" al mundo no pasa de ser otra frase infortunada –o cínica– de quien jamás debió haberse dedicado a otra cosa que a cultivar maní. Carter obtuvo el mismo premio en versión 2002 y siete años después nadie podría decir por qué.
Tal vez el Nobel de la Paz 2009 no hace sino evidenciar el grado de descomposición política y moral de un período que agoniza ya entregado y a la espera del basurero que lo ha de recoger para ubicarlo en el lugar de la historia donde quedará para los estudiosos del futuro, si hay después de todo un futuro. Que el galardonado provenga por línea paterna de un pueblo explotado hasta la saciedad no hace más que aumentar, en cierto modo, el desconsuelo. Y la ira, esa digna rabia que se mueve en México, en Honduras –en América Latina toda– y en Asia, en Europa y en Estados Unidos.
No en vano Silvio Berlusconi fue uno de los primeros en felicitarlo. Sólo falta que organice otra de sus fiestas y lo invite a retozar.
La caricatura pertenece a Ortiz Pozo.
Falta bibliografía en la que apoyarse y un repaso ortográfico
En este post tienes mas razon que un santo.
un saludo