Las elecciones 2024 y el rechazo implícito de Chile
Desde hace ya dos décadas, persiste en la ciudadanía chilena un contundente rechazo al actuar de los partidos políticos, lo que, como natural contrapeso, muestra una creciente presencia y autonomía de movimientos sociales, cuyas diferentes motivaciones no hacen más que constatar la enorme diversidad de temas ignorados por la agenda de discusiones legislativas.
El simple oportunismo en los mensajes electorales y una ausencia programática que haga la diferencia entre una u otra oferta, la recurrencia a personajes de la farándula o la ocultación de los símbolos partidarios en los afiches de la propaganda electoral, dan cuenta de la inconfesada o implícita vergüenza que la identidad partidaria encierra.
Si a lo anterior agregamos el clientelismo, que hace más evidente que nunca antes aquello que el gran ensayista Ariel Peralta denunciara en El mito de Chile (1971): “el partido político como la agencia de empleos”, tenemos la explicación no solo a los estallidos sociales, a la anomia o a la desafección política, como también al hecho de que quienes no teniendo recursos económicos para ausentarse a distancias suficientes para eximirse legalmente de votar, acudan a ello forzadamente por el simple temor al pago de una multa, expresando su malestar de la única manera posible: anulando el voto o dejándolo simplemente en blanco sin indicar preferencia alguna.
La presencia creciente de un variopinto segmento de capas medias, compuesto por un porcentaje en alza de nuevos profesionales a la par de un número mayor de emergentes y aspiracionistas desclasados, localizados éstos en el borde más movedizo e inestable por ser quienes huyen de una pobreza que les pisa los talones, hacen de ese amplio e inestable conglomerado social, el espacio más sensible a discursos que, sustentados en un recurrente sentido común (la filosofía del no filósofo, en palabras de Gramsci), buscan fortalecer a un pretendido y equidistante centro político, siempre favorable a la estabilidad del modelo neoliberal vigente, es decir un statu quo identificable con lo menos malo para las derechas.
La creciente presencia de capas medias y la desaparición sustitutiva de los sectores productivos que otrora nutrieran la presencia del antiguo proletariado, un factor coadyuvante a la acentuación de la lucha de clases, explican la sintonía -como hace un siglo en plena crisis del sistema liberal en su expresión parlamentaria- del populismo neofascista tanto en Chile como en otros países de nuestro continente y de Europa con las insatisfacciones de esas capas intermedias. La Historia no se repite, es cierto, pero rima bastante.
La gran masa de endeudados, prisioneros del mercado mediante la tarjeta de crédito; un verdadero detente a su participación comunitaria en sindicatos o pliego de peticiones, un elemento que los autodisciplina a no poner en riesgo la precariedad de sus salarios, anulándoles la posibilidad de su integración social inmediata, hace de éstos desagregados e insatisfechos individualistas el potencial electoral de la derecha republicana, el partido heredero del pinochetismo que -a diferencia del resto- experimenta un crecimiento en las preferencias del electorado al arrebatar comunas a la centroizquierda de los partidos gobernantes.
El Partido Socialista, otrora eje de las alianzas programáticas y electorales de la izquierda chilena, hoy obtiene en concejales, único estamento en que resulta posible distinguir las preferencias partidarias del electorado, un magro 6,1%. A propósito de este dato, Edison Ortiz, autor de un artículo que lo incluye (1), señala que este Partido, en sus momentos de mayor fragmentación orgánica entre 1945 y 1956, lograba en algunos de sus segmentos (estuvo dividido en cuatro) apoyos electorales que oscilaron entre un 16,7 % los mejores, y un 8,9 % los más bajos.
Tras la segunda campaña presidencial de Salvador Allende en 1958, que asume reunificado, el Partido Socialista presenta un crecimiento sostenido que lo lleva a ser la segunda fuerza electoral nacional después de la democracia cristiana, al obtener como apoyo al gobierno de la Unidad Popular, un 22,3% en las elecciones municipales de 1971.
Los datos electorales de la última elección de gobernadores, consejeros regionales, alcaldes y concejales municipales, muestra un Padrón Electoral de 15.450.377 ciudadanos, inscritos automáticamente a partir del requisito de la edad mínima y de extranjeros que cumplen con la permanencia requerida. De ese total, concurrieron a votar 11.984.733 personas, lo que equivale a un 77,57% del padrón. Es decir un alto porcentaje de un 22, 43%, algo más de una quinta parte, por diferentes razones no lo hizo.
Necesario de resaltar es también que, de los ciudadanos que concurrieron a emitir sufragio hubo un conteo de 1.224.902 votos nulos (10,2%) y 892.736 votos blancos (7,45%) que no marcan preferencia alguna. Sumados los votos nulos y blancos (2.117.638 equivalentes a un17, 67%) a los ciudadanos que no votaron, la cifra de personas que no se sienten suficientemente representadas o atraídas por los avatares del actual acontecer político alcanza a más de un tercio, 5.583.282 votantes.
Finalmente resaltemos que, de los casi doce millones que bajo presión del pago de una multa concurrieron obligatoriamente a votar, 1.861.262 de ellos lo hicieron por candidatos independientes, expresando así su rechazo al comportamiento oligárquico de “la cofradía política cómplice de sus desventuras” en palabras de Nelson Viveros, antiguo dirigente social del profesorado, ex Vicepresidente de la ANEF y creador de la Fundación Nueva Educación y Sociedad FNES.
Esta realidad de más de un tercio de ciudadanos que no se sienten convocados, sumada a casi un doce por ciento que manifiesta su descontento con la casta política votando por candidatos independientes fuera de pacto, no es debidamente analizada por periodistas mercenarios, encargados de edulcorar un sistema corrupto y ajeno a las esperanzas de cambio que alimenta la mayoría de los habitantes del país, analizando solo el resultado de los votos válidamente emitidos, es decir, haciendo visible de manera interesada solo la superficie.
Por el contrario, captar el interés de ese tercio de desinteresados debe ser la tarea programática no asumida por quienes autocalificándose como de izquierdas, no manifiestan su frontal rechazo al modelo neoliberal depredador, limitándose a coadministrarlo por 34 años junto a quienes lo impusieron durante los 17 años de la dictadura militar-empresarial de la derecha.
Por ello, son de felicitar todas las iniciativas tendientes a combatir a los enemigos del pueblo, visibles y encubiertos, que corruptamente profitan de un modelo socioeconómico nefasto. Saludamos por ello la Carta a la militancia del Partido Comunista que firman Germán Riesco, Miguel Lawner y Hugo Fazio, y que difundida a partir de mayo de este año, apunta a corregir a tiempo tantos errores, devolviendo sin grandes costos y aún sin reforma tributaria beneficios sociales y culturales por tantas décadas usurpados.
En el mismo sentido se valora también la propuesta programática que desde el mundo de los trabajadores, levantó y comenzó a difundir en octubre la Fundación Nueva Educación y Sociedad FNES, con el apoyo reciente de NO+AFP y los gremios afiliados a la Asociación de Empleados Fiscales ANEF, en el sentido que solo la movilización popular organizada superará el inmovilismo y a la casta política parasitaria.
La Historia es nuestra y la hacen los pueblos. ¡Viva Chile, vivan los trabajadores! fue el último mensaje de Allende, el más digno conductor popular de nuestra historia.
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