Federica Bordaberry - El Observador
A Casper Grathwohl, director del departamento encargado de escoger la palabra del año, le parece fascinante que el término brain rot lo hayan adoptado las mismas generaciones Z y Alfa a las que se las suele asociar con la creación de ese tipo de contenido. “Demuestra una autoconsciencia descarada sobre el impacto dañino que han heredado con las redes sociales”, explica en el comunicado que anuncia la elección de este año. “Las palabras ganadoras de los últimos años evidencian que la cultura de internet está calando cada vez más en nuestra manera de ser y en aquello de lo que hablamos. No nos extraña que tantos votantes hayan respaldado la decisión de este año”.
Y elegir una palabra del año, como hacen muchos diccionarios a nivel mundial, “es un concepto un tanto maldito”, dijo Wright este año al New York Times. Es “una tarea imposible” porque “es como estar parado en la orilla de un río de corriente rápida y pedirle a alguien que decida qué molécula de agua es en realidad el río”, agregó.
Este año, el diccionario Oxford eligió la palabra (o el concepto) “brain rot”, que significa “deterioro cerebral” en español. La definieron como “el supuesto deterioro del estado mental o intelectual de una persona, especialmente visto como resultado del consumo excesivo de material (ahora particularmente contenido en línea) considerado trivial o poco desafiante. También: algo caracterizado como susceptible de conducir a dicho deterioro”.
El Merriam-Webster eligió “polarización”, el Collins English Dictionary eligió “brat”, el diccionario de Cambridge eligió “manifestar” y el Macquire eligió “enshittification”, que refiere al deterioro de las plataformas digitales.
¿Cómo las eligen? Cada diccionario tiene su método. Pero, a grandes rasgos, todos analizan grandes colecciones de lenguaje. Lo que los linguistas llaman “corpus” o “cuerpo” del lenguaje.
Midiendo la frecuencia de palabras usadas es como determinan qué valoró o qué priorizó la sociedad ese año.
Oxford, por ejemplo, hizo una votación pública con más de 37.000 personas. Los expertos en idiomas de la universidad crearon una lista de seis palabras que reflejaran el estado de ánimo y las conversaciones que dieron forma al 2024, la abrieron al público, y así fue que seleccionaron “brain rot”.
Merriam-Webster, en cambio, tiene un pequeño comité que elabora una lista breve y la decide un grupo de expertos y redactores de diccionarios. Pero otros diccionarios, como Cambridge, elaboran una lista breve y la envían al público, que vota a partir de una lista muy breve de candidatos. La Sociedad Estadounidense de Dialectos lo hace mediante crowdsourcing. En 1990, el proceso comenzó con una votación en directo durante nuestras reuniones anuales.
Las palabras del año comenzaron en la Sociedad Estadounidense de Dialectos en 1990. La primera ganadora fue “bushlips” (“labios de Bush”, en español) y se trató de un término que describía una política mentirosa inspirada en George Bush cuando subió los impuestos tras haber declarado en campaña: “lean mis labios, no habrá nuevos impuestos”.
El Mirriam-Webster apareció en 2003 con la palabra del año y en 2004 le siguió el diccionario Oxford.
«Se trata de un debate bastante amplio en nuestra comunidad sobre qué sucede si hacemos una declaración eligiendo una palabra que haya tenido una vida política o no. Estoy del lado de que toda la vida es política. No se puede hacer una elección sin tomar una postura de algún tipo. Hace un par de años, Miriam-Webster, uno de estos grandes diccionarios eligió ‘mujer’ como su palabra del año. Y también habían actualizado muy recientemente la definición de ‘mujer’ para incluir a las personas que no nacen con ese sexo, para que fuera una definición más inclusiva que reconociera el desempeño del género, o simplemente el ejercicio del género», comenta Wright.
Casper Grathwohl, presidente de Oxford Languages escribió tras la publicación de la palabra del año que “si analizamos la Palabra del Año de Oxford de las últimas dos décadas, podemos ver la creciente preocupación de la sociedad por cómo evolucionan nuestras vidas virtuales, por cómo la cultura de Internet está permeando gran parte de lo que somos y de lo que hablamos”.
Y explicó que “brain rot” expresa los peligros percibidos de la vida virtual y del uso el tiempo libre. “Parece un capítulo siguiente y legítimo en la conversación cultural sobre la humanidad y la tecnología. No es sorprendente que tantos votantes hayan adoptado el término y lo hayan respaldado como nuestra opción este año” agregó.
En concreto, la Oxford University Press define brain rot como: “Supuesto deterioro de las facultades mentales o intelectuales, especialmente relacionado con el abuso de contenido digital trivial o poco estimulante”. Así, se recoge el uso de brain rot para designar tanto ese desgaste como el contenido virtual que lo provoca. En las listas de Oxford de este año competían grandes rivales como demure (recatado, modesto), lore (conjunto de tradiciones y conocimientos sobre un tema) o dynamic pricing (establecimiento de los precios en función de la demanda), pero los expertos consultados decidieron que brain rot era la expresión en alza que mejor resumía este 2024.
Solo en un año se ha vivido la invasión de los primeros vídeos hechos con inteligencia artificial y el éxodo de millones usuarios de X al considerarlo un lugar insalubre. Era, por tanto, inevitable que el conflicto entre las redes y la salud mental acabase impregnando las propias conversaciones digitales. Para nombrar un problema tan actual surgió, gracias a la magia del lenguaje, una expresión que llevaba siglos en uso.
Ya en 1854 el ensayista estadounidense Henry David Thoreau utilizó brain rot para describir las carencias de la educación de su época y desde el nacimiento de Internet se había asociado en círculos muy cerrados a otra educación distinta, pero igual de importante para algunos: la formación en la cultura online. Sin embargo, la auténtica resurrección del término no llegó hasta este 2024 de la mano de las generaciones más jóvenes.
Todo empezó con los retretes humanizados de la serie de YouTube Skibidi Toilet, creada en 2023 por el animador georgiano Alexey Gerasimov. Esta particular mezcla de animación cutre en 3D con un humor sin sentido se convirtió en todo un icono para la generación Alfa, aquellos nacidos después de 2010. La serie era la perfecta encarnación del contenido brain rot, extrañamente adictivo y aparentemente trivial. Desde entonces empezaron a triunfar vídeos con un estilo similar y la recién estrenada etiqueta de “putrefacción mental”.
Las redes, en particular TikTok, se plagaron incluso de test brain rot en los que se ponía a prueba el nivel de conocimiento de los usuarios sobre los contenidos más absurdos de Internet, señala El País de España.
Al principio el uso que se le daba a la expresión era irónico, casi como un motivo de orgullo por poder descifrar los memes más enrevesados, pero lentamente fue alcanzando a otras comunidades y empezó a designar el potencial nocivo de las redes sobre usuarios de todas las edades. La cultura brain rot incluso llegó a hacerse un hueco en el Senado australiano de la mano de Fatima Payman.
La política elaboró un discurso utilizando este lenguaje sin sentido de la generación Alfa para protestar contra la intención del Gobierno de regular el uso de redes en esas edades. Finalmente, hace dos semanas, el Senado acabó aprobando una normativa pionera que prohíbe el acceso a las redes a los menores de 16 años. El último hito en el debate sobre la salud mental virtual que no hace más que reforzar la elección de Oxford de este 2024.
En 2022, el diccionario Oxford eligió “goblin mode” (en español “modo goblin”), que refiere a un comportamiento que es autoindulgente, perezoso, vago o egoísta, y que rechaza las expectativas y normas sociales.
Y, en el evento en que se anunció la palabra de ese año, el lingüista y lexicógrafo estadounidense Ben Zimmer dijo que “el modo goblin realmente habla de los tiempos y del espíritu de la época, y es sin duda una expresión de 2022. La gente está mirando las normas sociales de nuevas maneras. Les da a las personas la licencia para deshacerse de las normas sociales y adoptar otras nuevas”.
Pero, ¿las palabras seleccionadas representan realmente la temperatura del año? Según Wright, no. Eso, debido al movimiento constante del idioma: «creo que la cantidad de lenguaje que se utiliza todos los días es una cantidad astronómica de palabras y sonidos. Cuando realmente comenzamos a sentarnos y pensar en 7 mil millones de personas materializando sus pensamientos en cualquier momento, es mucho lenguaje el que se genera y nosotros. Nunca seremos capaces de describir, capturar, escribir, categorizar todo eso».
Aunque, confiesa, «al mirar décadas de estas elecciones, de alguna manera traza un mapa de nuestras preocupaciones e intereses como una comunidad global que es particularmente fascinante y siempre generativa».
Aún no conoce la expresión, pero seguramente ya esté harto de ella. Define la fatiga que se genera después de pasar horas viendo vídeos plagados de memes incomprensibles, o berridos varios intentando imitar las canciones de la película Wicked.
Todo a la vez, mezclado en nuestra cabeza durante mucho tiempo, empieza a desprender un olor desagradable, como si algo se estuviera pudriendo. Por eso las redes bautizaron a este estado de intoxicación virtual como brain rot o putrefacción mental en español. Una expresión que ha ido ganando peso entre las comunidades digitales y que ahora la Universidad de Oxford ha escogido como su palabra del año.
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