Los candidatos no discutirán mientras esté Pamela Jiles en carrera
Lagos Nilsson
Todavía no empieza de verdad la carrera presidencial chilena y ya parece tarde para esperar siquiera su triste final de derrotados. Todavía no es y aburre. Corren, jamelgos baratos, y no tienen meta. Cada quien arma su arcabuz desde la cueva elegida y descubre que no hay blanco conveniente al que disparar (o se niega a decir "no tengo pólvora").
Todos engañan un poco, pero se autoengañan mucho, y eso es peligroso. Vamos a la plaza; allí no irán, por un asunto de seguridad personal..
De acuerdo: el país de los chilenos no está a seis meses de exigir un golpe de timón, la borrasca sopla por otra ventana. Convengamos, sin embargo, en que la mayor parte de los habitantes parece necesitar una seña, mirar a los candidatos (a los candidatos y a quienes los proponen, apoyan, "enchulan" y publicitan) y encontrar en ese universo algo más que sentencias vacías.
El universo –o el marco– de la campaña presidencial es un "demi monde" por un cambio no definido. Agujero negro de promesas, de acciones (futuras) no descritas, grandilocuencia de cabaré cuyas luces, las del cabaré, temporalmente ocultan las camisas sucias, los pañuelos arrugados, la afonía intelectual de los "crooners" y la falta de gracia del cuerpo de baile. Y la voluntad maliciosa de hacer pagar a las putas pobres el consumo de los que ríen. Las putas pobres son, en este caso, los millones que irán –tal vez– cansinamente a votar.
Los que ríen –los candidatos y acólitos y paniaguados– son las putas ricas que esgrimen la chequera o el plástico. Como si de verdad quisieran abonar en el local que les pertenece. El local es el país. Un país a la deriva: prendes la tele: propaganda: Watts publicita un jugo de fruta "light", se supone que distinto a otro oscuro o pesado ("dark" o "heavy").
¿Qué mierda es un jugo de frutas "light", si todos los jugos de fruta son (deberían ser) iguales?
Y las encuestas (o sondeos de opinión) políticas. Todas marcadas por el mismo lenguaje y similar metodología, no con el objeto de intentar descifrar los cambiantes criterios ciudadanos (porque cambian, están en constante movimiento, se habla por eso de los sondeos como de una fotografía y no de la película completa), sino con la intención clara –como afilado cuchillo bajo el poncho– de convertir el estudio en un factor de decisión electoral.
Las encuestas o sondeos no pretenden saber nada, se realizan como quien construye un laberinto de ratas. Las ratas de laboratorio tienen corta vida y no suelen morir con dignidad, pero enseñan a quienes las manipulan. Chile se convierte en país de ratas manipulado por guarenes –que no son más que ratas más grandes a su vez manipuladas. Al final del camino espera la peste, tanto al humilde mus mus como a la grande noruega (ratus norvegicus para los que exigen precisión).
Una palabra no se escucha en esta campaña. Esa palabra es pueblo. El pueblo no existe. Fue reemplazado por la gente. La gente no es definible y los seres humanos detrás de esa bruma son excusados de saludar: sólo se retiran. Por eso no militan en partidos. Ni creen. No votan. Las encuestas o sondeos esperan que siga durmiendo. No vaya a ser cosa que despierten antes de 100 años (como Bolívar).
Nadie se preocupa mucho, en todo caso. Ahí está la amiga tele y la libertad de anunciar productos contra "el transito lento": vea tele, compre papel higiénico ("que no puede acabarse") y alivie el vientre en paz. Con nombre en riguroso inglés le dirán cómo tener, después, en su baño un aire de campo por la mañana (sin vacas, claro).
Y si todo eso fracasa no se preocupe: algún periódico, revista, radio o televisora le hablará de maese Piñera o de maese Frei. Y si tiene suerte del tercero, lo que prueba que el sistema está abierto a todos los que no lo cuestionan. Pero el sistema no es un club privado. Piñera, Frei y Enríquez-Ominami no son sus accionistas, aunque ¿se les debe agradecer la voluntad de no derruirlo? Las triadas son mafias.
Por ahora el único candidato que muestra en público una poco de buen humor –y de inteligencia, materia difícil de conseguir– es Jorge Arrate; tal vez orque le resulta inevitable. O porque, jugado, sabe que va al muere y nunca está demás morir con una sonrisa.
El senador Navarro resulta patético en medio de este revuelo de pirañas: como cucaracha en baile de gallinas. En cuanto "al" Zaldívar, recordamos la ley de pesca –que lo inhabilita para todo menos el cinismo.
Lo confieso. Me gustaría verlos en el ágora. Escucharlos argumentar, sopesar sus argumentos. Pero no lo harán. Y no lo harán porque en esa plaza –real o virtual– tendría un sitio Pamela Jiles. La única candidatura que no se engolosina con la palabra cambio. La única que habla de realidad. La única que se atreve a pronunciar la palabra pueblo. Y no le suena falso.