Los huevos de la serpiente se incuban, en Uruguay, a la vuelta de la esquina
La derecha uruguaya sigue generando una estrategia para imponer un imaginario colectivo de continuo malestar en la población, cultivando la sensación de inseguridad e indefensión, para luego poder justificar cualquier tipo de intervención externa: diplomática, política, de inteligencia, militar, ante la dificultad en desalojar al centroizquierdista Frente Amplio del gobierno,
Ahora trató de reiventar el fantasma del terrorismo, con una especie que señala que al fiscal argentino Alberto Nisman lo mató una célula iraní de Hezbollah, con contactos en Venezuela, con base en la Triple Frontera (Brasil Argentina y Paraguay) y Uruguay (en Montevideo), según los servicios de inteligencia estadounidenses. ¿Será un personaje del humorista argentino Peter Capusotto o una mala serie de Netflix, que intenta ser compleja y termina siendo un culebrón mal contado? Pues no, nada de eso: es la declaración de Graciela Bianchi, una diputada uruguaya
De estas declaraciones se desprenden algunas preguntas: ¿Por qué los servicios de inteligencia de EU le brindan información a una diputada de la oposición de un país donde no se perpetró el asesinato?, ¿desde cuándo tiene esa información?, ¿por qué la presentó en los medios antes que ante la justicia? Sin duda, la especie tenía su cometido: insuflar inseguridad en la población.
Pero ¿quién es Graciela Bianchi? Diputada del parlamento, se ha erigido a sí misma como la defensora de la República. Exfrenteamplista, conocida por su tono prepotente y resentido, recaló en las filas del hererrismo en el Partido Nacional hace algunos años. Su papel, tanto en el parlamento en redes sociales, así como también en declaraciones públicas, ha sido vergonzoso.
Desde una siesta en el parlamento, pasando por los continuos exabruptos en las redes, con una redacción sorprendente -obviando que fue directora de liceo (secundario) público-, la diputada ha cruzado el Río de la Plata para protagonizar uno de los bochornos que serán más recordados en la historia reciente del Uruguay.
Pero esto no es solo un delirio ni un “espectáculo” político. Es una estrategia de generar un continuo malestar en la población. Cultivar la sensación de indefensión, para luego poder justificar cualquier tipo de intervención: diplomática, política, de inteligencia, militar, etc.
De esta manera el Estado de excepción se vuelve la regla. Bianchi derrapó atrozmente y ya la cúpula de su partido le soltó la mano.
El daño ya está hecho y parece que surgen conspiraciones terroristas en el seno de la sociedad uruguaya. Pero Bianchi no está sola, la derecha en Uruguay tiene un abanico de opciones para derrotar al Frente Amplio.
Pasen y vean:
-Verónica Alonso (Partido Nacional), quien junto a pastores evangélicos y fanáticos religiosos asociados a movimientos continentales se posicionan contra “la ideología de género” y a favor de un solo tipo de familia convencional.
-Carlos Lafigliola (Partido Nacional), conservador en lo social que quiere echar por tierra la Ley de interrupción voluntaria de embarazo, entre otras.
–Jorge Larrañaga (Partido Nacional) y su campaña “vivir sin miedo” para sacar militares a la calle. Pero el mismo Larrañaga ha manifestado que él no vive con miedo.
– Luis Alberto Aparicio Alejandro “Cuquito” Lacalle Pou (Partido Nacional) haciendo mutis por el foro por ser él que lidera las encuestas en la interna del Partido Nacional, y para pasar como moderado. También es conservador en lo social, y liberal en lo económico.
No ha acompañado proyectos de ley importantes para los trabajadores, tampoco los de las minorías siempre discriminadas.
-Edgardo Novick (Partido de la Gente) empresario que paga salarios de hambre en sus tiendas comerciales. Es un antimujiquista y su campaña la sostiene su fortuna ya que carece de ideas.
-Ernesto Talvi (Partido Colorado), asociado internacional capitalista de la Red Atlas. Un visionario que a fines del siglo XX dio buenos augurios sobre la situación económica del Uruguay; tres años después el laís padeció la peor crisis de su historia. La Red Atlas acaba de desembarcar con nombre y apellido en Uruguay a través del movimiento encabezado por la guatemalteca, Gloria Álvarez, Acción Republicana.
Como yapa, el presidente del Centro Militar , el coronel Silva Valiente, hizo fuertes declaraciones contra la comunidad LGBT, al ejor estilo Bolsonaro afirmó que en Uruguay no hubo dictadura militar, reivindicó el homenaje al expresidente de facto general Gregorio “Goyo” Álvarez.
Para cerrar, afirmó que el ultraderechista candidato a la presidencia de Brasil le merece su respeto.”Hay que ser tolerantes con Bolsonaro”, dijo, tan tolerantes como Silva Valiente lo es con las políticas de género que no le gustan. [1].
Embriagados de coyuntura.
Así está el panorama, Nos asustan y nos abruman los Bolsonaro, los Trump, que parecen seres salidos de otra realidad, de una ficción. Quedamos en shock ante lo obsceno y burdo de algunas declaraciones, pero no advertimos las pequeñas muestras cotidianas que nos deja la reacción; el taxista que pide pena de muerte, el compañero de trabajo que quiere que eliminen a los sindicatos, el jefe que acosa a una colega, el vecino que quiere que maten a los indigentes.
Todas estas pistas nos conducen a la bestia, pero caminamos con la cabeza gacha, matizando y relativizando un sentido común fascista, hasta que se escucha el golpeteo en su pecho. Como dice el pensador portugués Boaventura de Sousa Santos, vivimos en sociedades políticamente democráticas y socialmente fascistas; y eso viene en ascenso.
Uruguay no será una excepción de lo que ocurre en la región. La estrategia es continental, desde hace décadas se viene gestando y es orquestada desde el norte. Uruguay no es una potencia mundial, pero el interés que despierta en los planes imperialistas, demuestra que cada territorio se debe disputar y que el enemigo es implacable.
Vemos disputas partidarias que empiezan a quedar desdibujadas. Las contiendas electorales pasan a dirimir dos tipos de proyectos. El ajuste, la represión y el fascismo por un lado, y por el otro la democracia (con todos sus defectos, pero democracia al fin). O como lo llamaba Robert Dahl, politólogo estadounidense “poliarquías”, afirmando la no existencia de democracias perfectas.
El mundo de unos pocos donde la desigualdad y la miseria serán cada vez mayores, contra un mundo donde quepamos las grandes mayorías. Y allí se visualizará claramente quienes luchan con y para el pueblo.
Los partidos políticos podrán dejar de existir, los Estados-nación también. Las formas y las disputas coyunturales pueden mutar. Pero hasta que no arranquemos de raíz este sistema, la disputa será siempre de los de abajo contra los de arriba. “Si las barbas de tu vecino ves arder…, organízate y al fascismo haz de barrer”, responden los universitarios uruguayos.
* Estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)