Sylvia Borren*

Finalmente, el documento final de la conferencia de Nueva York fue aceptado unánimemente. Sin embargo, poco después los delegados de Estados Unidos indicaron que las estructuras de gobierno del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio no deberían ser influidas por las decisiones de la ONU (lo que implica rechazar el ejercicio de una vigilancia democrática sobre esas instituciones).
La Unión Europea saludó el documento final y lo calificó de altamente ambicioso, lo que resulta cínico cuando las naciones en desarrollo sienten que han sido obligadas a aceptar un compromiso muy débil, con sólo un grupo ad hoc de la ONU para continuar el trabajo. Las organizaciones de la sociedad civil, en cambio, están enfadadas porque no se acordaron medidas concretas de rescate para los más afectados: las mujeres y los marginados socialmente.
Se estima que los líderes mundiales gastaron el año pasado 10 veces más dinero en rescatar al mundo financiero que lo que gastaron en 49 años en ayuda al desarrollo, según la Campaña del Milenio de las Naciones Unidas.
Los más poderosos dirigentes políticos del mundo siguen desatendiendo la cuestión de los derechos humanos al no asumir su responsabilidad por los efectos de la crisis económica y climática que ellos mismos han causado. La crisis alimentaria está afectando mayormente a las mujeres, mientras que los jóvenes de todo el mundo que sufren
carencias en materia de educación y de trabajo y no tienen esperanzas se volcarán a la violencia doméstica o comunitaria como desfogue a sus problemas. La migración forzosa se incrementará.
Las buenas nuevas de esta conferencia de la ONU es que hay muchas soluciones transformadoras que han sido puestas sobre la mesa y que apuntan en la misma dirección: invertir en la gente. Ellas son:
-Invertir en los niños a través de una educación de calidad;
-Invertir en empleos con salarios decentes para las mujeres en el sector de la atención domiciliaria;
-Invertir en el empleo juvenil;
-Invertir en servicios públicos de calidad en la salud, la educación, el agua y el saneamiento;
-Invertir en agricultura sostenible en pequeña escala para resolver la crisis alimentaria;
-Invertir en microfinanzas como la base de las economías locales y las empresas;
-Invertir en infraestructuras ecológicas para adaptarse al cambio climático y para combatirlo.

Asimismo, la crisis financiera y económica ocupa el centro del debate en la 64ª. sesión de la Asamblea General de la ONU.
Las malas noticias son la notable falta de urgencia y de voluntad política para avanzar con energía en las muchas soluciones propuestas. Los ciudadanos del mundo han visto como los líderes de los países desarrollados actuaron con una velocidad y coraje sin precedentes para rescatar a los bancos. Unos 20 billones de dólares han sido usados y prometidos para aquellos que han sido los mayores causantes de la crisis actual.
Sin embargo, ni siquiera un tercio de los 30 mil millones pedidos en la reunión de Alto Nivel de la ONU sobre la Crisis Alimentaria de hace un año ha sido puesto a disposición hasta la fecha.
La Comisión Stiglitz recomienda que un 1% de los paquetes de estímulo de los países desarrollados se vuelque en el mundo en desarrollo, además de la AOD prometida. Esta recomendación (que reportaría al mundo en desarrollo unos 200 mil millones de dólares) no ha sido adoptada por la conferencia de Nueva York. Personalmente, pienso
que la solución es la de gastar dólar por dólar en las inversiones para la gente, las que la sociedad civil, incluyendo a los sindicatos, están exigiendo, o sea en soluciones sostenibles para el desarrollo. Entonces, de los 20 billones
utilizados para el rescate de bancos y grandes corporaciones empresariales, al menos la mitad debiera haber sido invertida en la gente, en los países en desarrollo.
¿Cuál es entonces nuestra conclusión? Que las voces de los pobres y de los millones de ciudadanos organizados en sindicatos y en grupos contra la pobreza aparentemente no son tan importantes como las de los bancos y las grandes corporaciones.
Nuestros dirigentes han suministrado un paquete de rescate cuya mayor parte fue a la elite económica y virtualmente nada a los 2.000 millones de mujeres, niños, ancianos y socialmente excluidos que se encuentran en la parte más baja de la pirámide económica, todos los cuales son y serán los más afectados.
Ésta es la crisis moral del liderazgo que estamos enfrentando actualmente en el mundo y no se ha visto mejoría alguna al respecto en esta conferencia de la ONU.
Por otra parte, aunque en esta conferencia se trató de implementar algunas soluciones, la mayoría de las naciones ricas las bloquearon. Las mujeres y los hombres que viven en la pobreza, los millones de ciudadanos organizados en sindicatos y en movimientos sociales, los 116 millones 900 mil que adhirieron al Llamado Mundial a la Acción contra la Pobreza (GCAP) el año pasado ahora tendrán que poner presión a los líderes del G8, que comenzaron su reunión antidemocrática el 8 de este mes.
* Copresidenta del Llamamiento Mundial a la Acción contra la Pobreza (GCAP) y de Worldconnectors.
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