Los poderosos a veces mueren, pero siempre matan

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Las muestras de pesar por la muerte inesperada del expresidente Sebastián Piñera vienen dibujando un hombre virtuoso, generoso, inteligente, trabajador, preocupado por el destino del país, señalado como un genuino Hombre de Estado. ¿No hay muerto malo?

La gestión de Sebastián Piñera deja un reguero de violaciones graves a los DD.HH de muchas personas. Asesinatos, mutilaciones, torturas y el sometimiento a tratos crueles o degradantes a centenares de miles de personas marcan su respuesta a la crisis de octubre de 2019. Se recordará con estupor su declaración de guerra al pueblo chileno que salía a las calles con ocasión del estallido social.

Organismos internacionales de derechos humanos insistieron en el cese de la represión. Operaciones policiales especiales generaron un inédito caos y daños sin paragón al quemar infraestructura civil entre otras, numerosas estaciones de Metro, para justificar la brutal represión. Las fuerzas militares salieron a las calles premunidas con armas de guerra y la misma impunidad de siempre. Las imágenes de la tropa agrediendo de manera cobarde a personas desarmadas, al parecer la especialidad predilecta de los soldados chilenos, fueron cosa de todos los días.

De aquellos crímenes muy poco se supo. El manto de impunidad que siempre protege a los poderosos volvió a extenderse dejando sin verdad, justicia y reparación a las víctimas. El presidente Boric, antes de su investidura, amenazó con decisión: «Señor Piñera, está avisado, se le va a perseguir por las graves violaciones a los DD.HH cometidas bajo su mandato». Luego se retractó, pero sonó bonito. El caso es que Sebastián Piñera escoltado por generales en tenida de combate, dijo que estaba en guerra en contra de un poderoso enemigo y esa sola falacia dejó un reguero de muerte, sufrimiento y dolor. Del poderoso enemigo respecto del cual tenía precisa información, ni luces.

Operaciones políticas funestas dejarían en nada las sublimes rebeliones populares que recorrieron el país. Luego, sin prisa, pero sin pausa, la amnesia autoinducida y bien entrenada, haría lo suyo estimulada por las fábricas de mentiras que fungen como medios de comunicación. Si se consideran los negocios y negociados que hizo durante sus mandatos, sus operaciones turbias y movimientos en el borde de lo legal o derechamente delictivas, nos muestran más bien a un astuto hombre de negocios que hará lo que sea por la ganancia grosera y rápida, que a un servidor público comedido y modesto. Su fortuna, la quinta del país, jamás generó un puesto de trabajo. Y que se sepa, no existe fortuna inocente.

La peligrosa realidad del planeta, sus morbosas desigualdades y el comportamiento de las metrópolis imperialistas que han arrasado con países y continentes, confirman el peligro para la sobrevivencia de la especie humana que significa el egoísmo, la codicia, la barbarie de una economía al servicio de quienes más tienen. La condición necesaria para la existencia de los ricos, países, empresas y personas, es la existencia de legiones de explotados, países y personas, cuyas riquezas y trabajo miserablemente pagado contribuye para que el millonario sea.

El calentamiento global, las sequías, los aluviones, la perforación de la capa de ozono, la existencia de micro plástico hasta en el aire, la deforestación acelerada de grandes pulmones del planeta, la degradación de las tierras y las aguas avanzan a pasos agigantados, impulsados por la codicia de los países y millonarios poderosos. Sin embargo, los fabricantes de mentiras globales instalan la idea de que la campesina que riega una planta en Burkina Faso es la responsable de la escasez hídrica y de todo lo demás.

Como sabe el que quiere saber, la existencia del ser humano sobre la tierra está en veremos solo por la existencia de países ricos, dirigidos por políticos millonarios, que consumen casi toda la energía, generan casi toda la basura, botan más de la mitad de la comida que producen y que saquean países hasta dejarlos convertidos en desiertos o manicomios de menesterosos. Eso son los responsables de prácticamente toda la polución que envenena el aire, el mar, los ríos y lo que a usted se le ocurra.

Los países en los que la gente vive con menos de un dólar al día, en el que los niños mueren como moscas, en los que las enfermedades curables diezman sus poblaciones, en los que beber agua limpia es un lujo y llegar a los 35 años una excepción, han sido empobrecidos, esquilmados, saqueados y convertidos en extensiones yermas por los países ricos que necesitan financiar lujos y derroches irracionales.

A costa de la miseria, humillación, explotación y muerte de millones de seres humanos, la mitad niños. Personas con evidentes fallas en sus sistemas de raciocinio cuya única misión, amparada por rezos, cilicios y dispensas papales, es juntar dinero no se sabe para qué, resultan el real peligro para la posibilidad de la vida en el planeta.

La desaparición de un millonario no cambia nada, pero algo es algo. El millonario expresidente debió comprobar en su minuto postrero que ninguno de sus miles de millones, ninguna de sus propiedades, de sus lujos y excentricidades, lo pudo salvar la democrática muerte. Como decimos en México: si te toca, ni aunque te quites, si no te toca, ni aunque te pongas.

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