Los verdaderos ejes del mal

1.391

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoEn uno de esos actos o reuniones mundiales que le encantan a la prensa, a los gobiernos y a muchas organizaciones internacionales, en septiembre de 2000, y como una forma de luchar contra los principales problemas que afectan a la humanidad, los jefes de Estado y de gobierno de todos los países acordaron ocho objetivos de desarrollo en la Cumbre del Milenio realizada en Nueva York.

Esos objetivos eran:
– reducir a la mitad la pobreza extrema y el hambre;
– lograr la enseñanza primaria universal;
– promover la igualdad entre los sexos;
– reducir en dos terceras partes la mortalidad de los menores de cinco años;
– reducir la mortalidad materna en tres cuartas partes;
– detener la propagación del sida, el paludismo y la tuberculosis;
– garantizar la sustentabilidad del medio ambiente y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

La idea de Naciones Unidas es lograr antes del 2015 dar cumplimiento a estas metas.
Pero la realidad parece mostrarnos un camino que se aleja cada vez más de esos objetivos. Las siempre conservadoras cifras de las Naciones Unidas, de la FAO u otros organismos como la Cruz Roja Internacional, arrojan luz sobre estos oscuros resultados.

Por ejemplo, este último organismo señala que el calentamiento global causó pérdidas por más de US$ 400 mil millones en los últimos diez años. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, ha señalado que en el mundo esas pérdidas «se están duplicando cada diez años y, de seguir la tendencia, las pérdidas anuales ascenderán a 150 mil millones de dólares la próxima década».

Esto, según un reciente estudio del Instituto Worldwatch, va muy encadenado con el hambre. En el planeta, cerca de 1.000 millones de personas pasan hambre y sufren deficiencias nutricionales, y 434 millones no cuentan con acceso garantizado al agua potable.

Como en un círculo vicioso, la seguridad alimentaria está determinada por factores tales como la disponibilidad de agua, la distribución de la tierra, la pobreza y la degradación ambiental.

En cuanto a las enfermedades contagiosas, el mismo estudio enfatiza en el Sida, describiéndolo como el «mayor asesino», si se tiene en cuenta que entre 34 y 46 millones de personas en el mundo están infectadas con el virus. Pero hay otras enfermedades que pueden llegar a ser igualmente mortales como la malaria, el dengue y la tuberculosis.

Quizás por eso cuando se escucha hablar al Presidente norteamericano, George Bush -nuestro principal socio comercial y estratégico- sobre los ejes del mal que imperan en el planeta (terrorismo e inseguridad), convendría tener muy presente que la pobreza, las enfermedades y el deterioro medioambiental son los verdaderos ejes del mal.

Esto porque la agudización de tales problemas es una causa muy importante para explicar el terrorismo y la inseguridad. Tampoco debemos olvidar que, el patrón común del estado actual de las cosas, es la desmedida y creciente acumulación de capital financiero en manos de las grandes corporaciones multinacionales.

—————————

* Economista, director de Océana para América del Sur y Antártica.
El artículo fue tomado del diario chileno La discusión

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.