Calificar el reparto de personajes del CNT de “incierto” en realidad es un eufemismo. Virtualmente todos son “invisibles”. Pocos recordarán que Jalil del CNT fue el juez que condenó a muerte a las enfermeras búlgaras, un caso tristemente célebre en Francia que justificó la dura intervención del neo napoleónico Nicolas Sarkozy, quien incluso dispuso que su esposa-trofeo, Carla Bruni, sedujera al Gran G. Una vez liberadas las enfermeras, Jalil fue ascendido por Gadafi a ministro de justicia y estuvo en el cargo desde 2007 hasta su deserción oportunista en febrero pasado.
Es un espejismo creer que ese variopinto grupo variado de miembros contrariados de las tribus, islamistas radicales, “socialistas” falsos del tipo Tony Blair, oportunistas cínicos en la nómina de gigantes petroleros, desertores militares y gamberros totales, orará en el altar de la “democracia”. Además de que invitaron a la OTAN y a las retrógradas monarquías árabes a bombardear su patria, ciertamente no donde viven, sino “el otro lado”, Tripolitania.
Queda por ver cómo se relacionarán la mayoría de la gente y de las tribus en Tripolitania con la toma del poder por los de Cirenaica, a los que ven como humildes patanes campesinos. Ya están furiosos por que los han degradado en la nueva bandera libia, que es básicamente la bandera de Cirenaica (rectángulo negro con una media luna islámica blanca) con dos franjas adicionales, rojo para Fezzan y verde para Tripolitania.
Nadie sabe cómo se desarrollará la próxima etapa de esta guerra “cinética” que no es una guerra (copyright: La Casa Blanca). Sin embargo, hay motivos serios para creer que puede convertirse en un remix devastador de los escenarios de los “talibanes derrotados” en 2001 y de “Misión Cumplida” en 2003.
Beduinos y bereberes, en la guerra, se concentran en retiradas estratégicas y emboscadas. Es decir: guerrilla. Nadie sabe con qué grado de apoyo tribal puede seguir contando Gadafi no solo alrededor de Trípoli sino en su feudo de Sirte o en los altos desiertos. Pero es seguro que irá por el camino de la guerrilla. La pregunta de los 100.000 millones de dólares (la cantidad de fondos libios que serán descongelados por los “vencedores) es si terminará como Sadam o escenificará “la ruta sin fin” como los talibanes.
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