Luis Sepúlveda: Cinco poemas de Disparos al aire

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Tras el fallecimiento de Luis Sepúlveda en abril de 2020 se halló entre sus cosas gran cantidad de material antiguo, textos mecanografiados y manuscritos: teatro, novelas, cuentos abandonados, guiones… y sobre todo mucha poesía. A pesar de su enorme éxito como narrador, su abundante obra poética estaba absolutamente inédita. Solo publicó en ediciones accesibles once poemas en toda su vida. Sin embargo, hubo un tiempo en que Sepúlveda concedió a la poesía una gran importancia. Esta selección de su obra poética ofrece la posibilidad de conocer una faceta distinta del célebre escritor, acaso la más íntima. Como buen exiliado, la visión desgarrada y elegíaca de un mundo siempre en fuga está, en este autor lastrado por las pérdidas, adherida a los poemas de forma natural, señala el editor Alejandro Céspedes.

PALABRAS PARA EL VIAJERO INCONCLUSO

Perdón.
En silencio te digo
perdón por estos días.
Perdón.
Pero no he sido yo quien los marcó

Luis Sepúlveda

a fuego sobre los calendarios,
ni fui yo, te lo juro,
quien degolló el canto de los gallos
sobre los relojes. Viajero,
te digo adiós antes de que llegues,
antes de que me pidas un miserable sitio
para dejar tu sombra, una baldosa limpia
para dejar tus lágrimas y escupos.
Te digo adiós antes de que llegues,
antes de que me acusen estas manos
y veas por mis ojos el inmenso dolor de tu presencia.
Te digo adiós, es cierto, y ya no puedo
despedir el amargo sabor de otra derrota,
de este nuevo fracaso tan armónicamente rutinario.
Te digo adiós antes de que llegues,
pero no soy culpable de este mundo
tan lleno de cadenas y de cruces.
Yo no tuve la culpa de llegar
a conocerte aquí, en donde mis zapatos
aún no tienen rumbo
y ya son el estiércol de la melancolía.
Te digo adiós antes de que llegues.
En medio de la noche solo mi voz se escucha,
aullando como un lobo por esta perra suerte.
Te digo adiós,
y te pido perdón por mi vergüenza,
perdón por renegar de mi estirpe en tu nombre,
mi estirpe de hombre austral,
mi destino salado,
mi infinita esperanza empobrecida.
Perdón porque he soñado con un nombre,
por pensar que tal vez era posible
ser un par de buenos camaradas.
Perdón,
ya no habrá para ti funeral ni responso,
ni lápida, ni lágrimas, ni cirios,
ni flor ensombrecida.
Apenas si te quedas enterrado,
aquí, único rincón limpio de mi pecho.
Perdón
por haber decidido tu futuro,
y haberlo transformado en un emplasto
de chorros de luz roja al fondo del abismo.
Te digo adiós antes de que llegues,
pero tus pasos suenan como potros salvajes,
pisan,
braman,
estremecen la tierra
igual que un cataclismo.
No quiero huir.
Quiero seguir oyendo tu reclamo silente.
Te digo adiós antes de que llegues,
viajero que te aferras a mi boca,
desesperadamente me muerdes las palabras
y sé que nunca, nunca, me darás tu adiós.

(Quito, exilio, junio de 1978)5 poemas de Disparos al aire, de Luis Sepúlveda

***

AMANECER EN EUROPA

Nada tiene un nombre ahora.
Es curioso,
pero apócrifas son todas las cartas que me llegan
y anónimas son todas las palabras.

Yo, tan joven, tan fuerte,
tan río y selva,
arrastro ahora cansancios bautismales.
Intento inútilmente reconocer las calles.
Busco en libros deslomados alguna referencia.
Indago añejas criptografías
en busca de los perdidos símbolos.
Pero nada tiene un nombre ahora.

A veces por costumbre
me asomo al día
y no sé cómo llamarlo.
También a veces por costumbre
busco el abrigo de la música
y de los temporales de estrellas.
Y tampoco sé cómo llamarlos.
Es que nada tiene un nombre ahora.
En alguna estación se perdieron las llamadas.
Un extraño viajero
extravió las valijas
y se volvió la vida
anónima y constante.

Cobardes me resultan
las voces que escupen sus mensajes,
cobarde me resulto
hasta yo mismo,
cuando recojo las señales
y estúpidamente las guardo
para descifrar algún día.

Nada, nada tiene un nombre ahora.

Me rodea un gran silencio de gritos y de piedras.
Y yo estoy solo,
parado en medio de la aurora.
Nada, nada tiene un nombre ahora.
¿Cómo escribirte entonces una carta?
¿Cómo decirte entonces que he llegado?

***

INTIMIDAD DE LA CASA

Amor, cierra la puerta
y prepara el cuchillo para degollar carteros.

Desde una mitad del mundo
mi madre escribe y dice
que si no me tomo la sopa
vendrán los comunistas.

Desde la otra mitad del mundo
mi madre escribe y dice
que si no me tomo la sopa
vendrán los burócratas del partido.

Cierra la puerta, amor,Luis Sepúlveda – PALABRA PÚBLICA
cierra con llave,
que allá afuera hacen conferencias,
saben que nos alumbran estrellas negras.

Cierra la ventana, amor,
y baja las cortinas,
allá afuera preparan el tinglado
y el mundo huele a oficio de cirquero.

Cierra la casa, amor,
que allá afuera, en sus mapas,
escriben sobre nuestra calle
la palabra Hiroshima.

***

LOS PASOS LEJANOS

No quise, es cierto, dar el primero
de estos pasos que hoy retumban,
que gimen y que claman
sin que su eco lo recoja la tierra.
Tampoco quise, es cierto, inaugurar los cementerios
que hoy transitan cansinos,
derrumbados y macabros,
estos pasos necios de ácrata olvidado.
Y no tengo sino el recuerdo de otros pasos
tan cercanos, tan amados, tan llamados,
cuyo trueno es la paz de mi memoria,
el perdido manantial donde refresco
en lágrimas furtivas mis botas enlodadas
de galeote navegante de infortunios
por este mar de pasos obligados.

Algo escucho en la noche serena de otros pueblos,
en la noche redonda
habitada por sueños frescos y palabras legítimas
donde anida el amor bajo las sábanas.

Son estos pasos lejanos que se alejan aún más
hacia nunca, hacia el adiós, hacia la nada,
y dejan sus huellas de pájaros cansados.

Algo escucho en la presencia temprana del rocío.
Algo siento en la voz blanca del alba.
Algo queda en el polen del camino.

Son estos pasos lejanos que se van de nuevo
con su peso de treinta años cortados a guadaña
hacia nunca, hacia el adiós, hacia la nada.

***

JERICÓ

En tu nombre, amor,
habito yo en esta ciudad sin nombre, luminosa,
llena de libélulas mecánicas,
una ciudad anónima en los mapas.
En tu nombre, amor,
transito por decadentes avenidas,
todo se derrumba a mi lado
y espero
con mi mejor traje
el momento exacto
en el que caerán las paredes.
En tu nombre, amor,
la vida es aplastante,
todo tiene un peso mayor del soportable,
todo es intemporal y está temblando
en esta ciudad de gobernantes difuntos,
en esta ciudad en la que busco inútilmente
la puerta de salida.
En tu nombre, amor,
el frío de la espera roe mis huesos fuertes,
caen las estatuas de sus viejos pedestales,
el moho inunda las axilas del héroe,
gime el sexo de la mujer de piedra,
y se callan los parques bajo sus hojas muertas.
Solo hay derrumbe, amor,
en la ciudad sin nombre.
Y todo caerá en cualquier momento,
las murallas de ladrillos rojos
y los techos perfectos.
Los cristales empañados de espanto
vomitarán los interiores
que alguna vez tuvieron,
todo ocurrirá en pocos momentos, amor,
cuando yo haga sonar esta trompeta
que guardo en mi bolsillo desde siglos.
Cuando la última piedra haya perdido
su condición ficticia,
cuando no quede nada, ni yo mismo,
cuando de esta ciudad empiece a hablarse
como de un viejo cuento
que algún día existió para otros hombres,
ese día, amor,
serás representante
de todo cuanto quise en esta vida.

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