Maradona, Valdivia: fútbol y sociedad

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Alejandro Tesa.

No sabemos, debemos confesarlo, nada de fútbol, cuando niño en las pichangas de barrio nos echaban por malo. Pero, adultos, reconocemos en él cosas imponderables que permiten la charla entre amigos y entre desconocidos. Factor de unidad social. Quizá el fútbol refleja lo que somos y lo que nos queda después del "spot" de la tele y la cháchara de los políticos o la hipocresía de los curas y pastores.

En el fútbol —y fuera de la pelota— está Maradona. ¿Quién es Maradona?. Maradona soy yo. Somos Maradona, aunque no seamos ese loco genial. ¡No tiene cerebro, se lo comió la droga!, cantaron los puros cuando sus desintoxicaciones. Nadie habla de por qué su intoxicación primera.

Lo que es lógico: Maradona entre la guita y su ser eligió la gente —que era su ser—. Y eso no es perdonable, fútbol aparte.

En una demostración de que las mañas de la política del Renacimiento florentino  perviven en la Argentina, menos el veneno, no lo echan a Maradona de la selección. No: echan a sus colaboradores, lo obligan a renunciar. Pudo no haber renunciado.  Pero, como buen pobre (con memoria de haberlo sido cuando ya no lo es) sabe que su gente es su gente.,

Y se fue. Viva Maradona.

Jorge Valdivia no es Maradona. El Mago regresa a América. A Brasil. No fue el mejor jugador chileno del Mundial, no jugó donde mejor juega, pero lo hizo con talento y entrega, reconocen. ¡Qué importa!.

Cuando Valdivia tiene la pelota transmite alegría. Y eso es el fútbol: alegría en sociedades oprimidas. Peligroso, sí, y para evitar el peligro de la alegría, pero para asegurar resultados quizá no pudo en la selección hacer lo sabe y gusta (no todo es "pizarrra" para ganar).

O sea, en Chile…

Piñera no es Maradona, puede seguir siendo socio de Colo Colo (lo que es legítimo), y Ruiz Tagle debe dejar la misma sociedad anónima (lo que en cierto modo es tonto). En rigor no hay clubes, son empresas. Grondona, de la Argenrtina, sabe mucho de eso.

Tipos como Maradona y Valdivia nos recuerdan que de repente habrá una reacción: ya no se colgará al último burgués con la última cuerda que venda (ya no venden sogas), los enterraremos con el melancólico canto de un club destruido.

Y esperaremos otro Maradona y otro Valdivia…

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