Maradona y el reino de la libertad al aire libre
Víctor Ego Ducrot*
No voy a negarles que tras el 4 a 0 que sufrimos los argentinos frente a la escuadra teutónica mi ánimo futbolero se vio empañado, más que empañado, enfurecido, al borde de la angustia autista. Sí, quería ganar y salir campeón del mundo, (ya sé, ellos, los jugadores son los que ganan o pierden, no yo), pero tras el proceso de adaptación que conlleva toda derrota primero surgió la euforia (¡no importa alemanes, los esperamos en Brasil 2014!), luego la reflexión.
Y me iluminó Antonio Gramsci: el fútbol es un reino de la libertad humana ejercido al aire libre. Y me iluminó Bill Shankly (uno de los más famosos DT ingleses): el fútbol no es un asunto de vida o muerte. Es algo mucho más serio. Y me iluminó Alfredo Di Stéfano: el que diga que quiere ser entrenador miente. Sos entrenador porque ya n podes ser futbolista. Y por supuesto me iluminaron Epicuro, Jeremy Bentham, James Mill, James Stuart Mill (su hijo) y “la mano de Dios”.
¿Por qué, como nos preguntamos en los títulos, la derecha en el más amplio sentido de la expresión, desde la silvestre hasta la militante, siempre apunta sus cañones contra Diego Maradona? Nótese el contenido más o menos fino de los discursos que circulan en los medios de medio planeta y coincidirán con el acierto de la afirmación que impregna esta pregunta.
Creo que la respuesta podría encontrarse en el modo sistemático con el que el futbolista más grande de todos los tiempos constata, digamos que los paradigmas, de uno y otros de los que, como confieso en un párrafo anterior, me iluminaron a la hora de emprender con este texto, más allá de que las referencia parezcan un baúl de sastre, de esos en los que se guarda de todo.
Algunas de las críticas con pretensiones de seriedad que recibió el Maradona DT de la Selección Argentina se refieren a que “desconoce de técnicas y tácticas para parar al equipo según la circunstancias de cada rival”. ¿Alguien medianamente serio puede creer que Maradona no sabe que ante medio un campo nutrido de los contrarios, el manual recomienda ubicar volantes de contención y juego en el propio, por ejemplo?
Sí lo sabe. Sucede que simplemente no le interesó porque “el Diego” se opone al fútbol como “escritura única”, según la definición que me diera hace pocos días Américo Cristófalo, director de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Maradona nos inspira a todos los que confrontamos con la lógica de la monografía, la que tomó el poder en la academia argentina tras los bombardeos a la Plaza de Mayo de junio de 1955, para derrocar al entonces presidente constitucional Juan Perón; la misma academia que expulsó al ensayo como género interpretativo.
Maradona es parte del negocio corporativo del fútbol (en el cual juega un papel destacado el sistema mediático oligopolizado), pero se revela una y otra vez, y como ensayista dice: yo no escribo como ustedes quieren, yo soy mi estilo.
Y tiene razón. Al menos nadie se anima aun a desmentir aquél principio enunciado en 1967 por el más creativo de lo periodistas deportivos argentinos, Dante Panzeri: el fútbol es la dinámica de lo impensado. Tienen razón eso nadies en no atreverse a la desmentida porque deberían confrontar nada menos que con la frase de Gramasci, que vuelvo a citar: el fútbol es un reino de la libertad humana ejercido al aire libre. Y además, como sortear el humor burlón de Shankly (y otra vez cito: el fútbol no es un asunto de vida o muerte. Es algo mucho más serio). De ahí a “la mano de Dios” o al “nosotros le dimos la ideas a los alemanes” que espetó Maradona en su conferencia de prensa tras la derrota hay uno solo paso; qué digo, ni un medio paso.
Ocurre que Maradona, seguro sin saberlo, se ilumina con la tradición materialista hedonista inscripta en los pensamientos de Epicuro, James Mill, Jeramy Bentham y James Stuart Mill, que podría resumirse así: aquello que resulta intrínsecamente valioso es aquello que es intrínsecamente valioso para los individuos; el mejor estado de cosas es aquel en el que la suma de aquello que resulta valioso es lo más alta posible; y aquello que debemos hacer es aquello que consigue el mejor estado de cosas conforme a esto; o dicho de otro modo: que mi placer no implique displacer para otro, que el placer de los otros este contenido en mi placer.
Y el placer de Maradona, que tiene derecho a percibirlo y proyectarlo, es, como señalamos antes, su estilo, su propia escritura. Por eso, en medio del dolor casi hasta las lágrimas por la derrota, el DT argentino en Sudáfrica destacó: pese a todo, fue un logro recuperar el fútbol que le gusta a los habitantes de estas tierras, nunca mejor interpretado que por su propia escritura con la pelota en los pies.
La derecha de la que hablamos antes no le perdona entonces al “10” de los argentinos que rompa la lógica de la cultura del poder: trabajo, disciplina, esfuerzo y orden en pos de un solo y único objetivo, ganar; el éxito como fetiche impiadoso que presupone la marginación del derrotado, su pase a la dimensión del no ser. ¿Acaso no es esa la lógica del orden burgués? No se lo perdonan ni se lo perdonarán jamás sus desplantes ante la FIFA, sus convicciones cuando enarboló en pleno Mundial las justas reivindicaciones de Abuelas de Plaza de Mayo. Quizá sea demasiado para su espaldas futboleras, las más expuestas del mundo.
Y esa derecha claro está se olvida de lo esencial, de que el fútbol es un juego, nada más que un juego; olvido que se explica porque el negocio corporativo lo desnaturalizó como tal. El gran Alfredo Di Stéfano clavó la banderilla (otra vez reitero): el que diga que quiere ser entrenador miente. Sos entrenador porque ya no podes ser futbolista.
En fin, para qué seguirla. Contra los alemanes perdimos un partido, sólo eso; como dicen en el potrero, no nos salio una y a ellos todas. Señores del orden burgués, los esperamos en Brasil 2014; ojala ganemos, seguro que sí. Mientras tanto, sigan ustedes hablando de tácticas y estrategias; nosotros preferimos hablar de fútbol.
Chau, hasta el próximo Mundial.
*Director de la Agencia Periodística del Mercosur