Marco Aurelio García: Brasil, un gigante que por fin despierta

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Silvio Caccia Bava* y Darío Pignotti**
El profesor Marco Aurélio Garcia, asesor principal del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, en materia de política exterior, recibió a Le Monde diplomatique en español el 9 de septiembre pasado en el Palacio de Planalto, Brasilia. La crisis mundial, la integración regional, el Mercosur, las relaciones con Europa y con Estados Unidos, la libertad de prensa… Garcia explica la estrategia brasileña y analiza la situación mundial y los problemas y posibilidades de Sudamérica.

En el recién restaurado Planalto, que luce algunos muebles que pertenecieron al ex presidente Getulio Vargas (una decisión de Lula que generó más de una interpretación), Garcia se explayó durante más de dos horas.


-¿Cuál es su balance de los 8 años de política exterior del gobierno de Lula y cuál fue el momento más difícil?

– En primer lugar, se debe entender que el éxito obtenido en materia de política exterior, que se expresa en una fuerte proyección de Brasil en el mundo, se corresponde con las grandes transformaciones que hicimos en nuestro país. Nuestra economía ha crecido con distribución de renta, estabilidad, reducción de la vulnerabilidad externa y democracia, lo que no es poca cosa. Por supuesto, queda por recorrer un larguísimo camino económico, social, político…

Incorporamos a la política externa como un elemento esencial; no sólo como un mecanismo para proyectarse en el mundo, sino como un elemento consustanciado con el proyecto nacional brasileño. No nos podemos pensar como país fuera del mundo; muy particularmente fuera de la región.

Diseñamos la política externa a partir de nuestra visión del mundo, que desde los 90 inició una transición rápida, profunda, larga, cuyo desenlace es imprevisible. No obstante, se fortalece la perspectiva de que debemos construir un mundo dominado por valores multilaterales; un mundo multipolar. Esa tendencia fortalece nuestra posición en favor de la integración latinoamericana.

Muchos dirán que Brasil podría ser él mismo uno de los polos de ese mundo multipolar. Pero para nosotros lo pertinente es constituirnos en un polo junto a América del Sur.

Es por eso que apostamos al proceso de integración regional. América del Sur ocupa un lugar privilegiado en el mundo, y tal vez no tenga aún plena conciencia de ello. Tenemos las mayores reservas de energía del planeta: petróleo, gas, carbón, potencial hidroeléctrico, nuclear, eólico  y el mundo demandará cada vez más energía. También tenemos grandes recursos alimenticios, que no son el resultado del modelo de producción primaria y exportadora del pasado, porque hoy nuestra agricultura tiene una alta productividad, alcanzada gracias a investigaciones científicas y tecnológicas, así como criterios gerenciales modernos. También tenemos polos industriales de punta, aunque vamos a tener que potenciarlos mediante políticas nacionales y regionales.

Y algo muy importante: los cambios sociales en Brasil y los otros países sudamericanos propiciaron la inclusión de decenas y decenas de millones de personas a la condición de productores y consumidores; por lo tanto la región se transformó en un gran mercado y en un gran polo productor, con cerca de 400 millones de personas.

Tenemos regímenes democráticos en toda la región; uno puede simpatizar más o menos con uno u otro gobierno, pero todos son resultado de elecciones libres; en algunos casos incluso bajo supervisión internacional.

Por último, somos una población con trazos de homogeneidad muy superiores a los de otras regiones del mundo; hablamos básicamente dos lenguas muy similares, no tenemos conflictos étnicos significativos y la nuestra es una región de paz, más allá de algunas tensiones residuales. No hay demandas fronterizas muy significativas y el reclamo de Bolivia por una salida al mar es pasible de una solución diplomática. Somos una zona desmilitarizada y desnuclearizada.Creo entonces que la apuesta que hicimos por la integración fue correcta.

– ¿Cuáles son las asignaturas pendientes del Mercosur?

– Tenemos todavía un bajo nivel de integración… Antes había una integración centralmente comercial, con la Comunidad Andina, el Mercosur, que era importante; por ejemplo según los datos del comercio exterior brasileño. Pero hay que pensar en un tipo de integración que trascienda lo comercial, para que no se profundicen las asimetrías entre una economía como la brasileña y otras menores…

– ¿Cómo se logra eso?

– Primero, incrementando la integración física y energética. En Brasil teníamos un bajísimo índice de integración física. Ahora vamos a inaugurar la carretera transoceánica a través de Perú; en octubre esperamos inaugurar el corredor Iquique (Chile)-Santos (Brasil) pasando por Bolivia. Y hay un proyecto muy sólido: el del corredor Porto Alegre (Brasil)-Coquimbo (Chile) que incluye un gran túnel en San Juan (Argentina). Esos son caminos de integración que van a disminuir el costo de nuestras importaciones, y no sólo estimularán las exportaciones, como algunos dicen. Le doy un ejemplo: ¿por qué Manaos (capital del estado de Amazonas) tiene que comprar verduras a San Pablo, si es mucho menos costoso traerlas de Perú?

En segundo lugar, la integración energética, para dar respuesta a una región que está creciendo y requiere una planificación estratégica en esa materia. La paradoja es que somos la región con más recursos energéticos, pero se producen apagones en Argentina, Chile, Uruguay, Venezuela y hasta en Paraguay, que es el mayor productor de energía per capita del mundo. Necesitamos una gran red energética para responder al crecimiento de la economía: en Brasil puede ser del 7,5 al 8% anual; en Argentina algo parecido y Uruguay también crecerá bastante.

El tercer requisito para enfrentar las asimetrías es desarrollar políticas de integración productiva, tanto agrícolas como industriales. Vamos a hacer una experiencia piloto en Venezuela, que es un país de grandes riquezas petroleras y minerales, pero no se desarrolla: exporta petróleo e importa lechuga, pollo, vino… importa casi todo, algo que era funcional para la clase dominante anterior; una clase típicamente rentista, una burguesía importadora feliz con ese modelo.

Es posible transformar esa economía petrolera en una más compleja, apuntando a su mercado interno de 27 millones de habitantes para que pueda atender una serie de demandas sociales. Nosotros queremos contribuir; abrimos allí una oficina de Embrapa (Empresa Brasileña de Investigaciones Agropecuarias, estatal) y de ABDI (Agencia Brasileña de Desarrollo Industrial), para que los venezolanos comiencen a realizar sus proyectos de desarrollo.

Esa experiencia, de la que por cierto Argentina también participa, se puede reproducir en otros países. En Paraguay, damos mucha importancia a la construcción de la línea de transmisión energética entre Itaipú y Asunción, porque así Asunción podrá transformarse en un gran polo industrial que atraerá inversiones brasileñas. Todo eso cambiará el perfil paraguayo.

Otro tema, más complejo, es el de la integración financiera. Reconozco que yo antes tenía un entusiasmo muy grande al respecto, pero comprendí que los ritmos con que cada país trata los temas macroeconómicos son muy distintos. Creo que la moneda común es algo muy difícil; un Banco Central común es muy difícil, porque en el juego democrático puede llegar un gobierno que tenga una orientación macroeconómica muy distinta al anterior y eso dificulta la integración financiera. La experiencia europea al respecto es elocuente.

No obstante, creo que tenemos que implementar con más fuerza el Banco del Sur. Hay recursos, pero enfrenta un problema de garantías, y para eso hay que profundizar los Convenios de Créditos Recíprocos (CCR). Es necesario generalizarlos para dar más confiabilidad al banco.

Otro tema a impulsar es el intercambio en monedas locales. Ya lo iniciamos con Argentina y lo estamos negociando con varios países de la región; si conseguimos implementarlo habremos dado una respuesta regional a la crisis de la hegemonía mundial del dólar. No digo que sea nuestra intención fustigar al dólar; tan sólo que en América del Sur las cosas son diferentes: al negociar con nuestras monedas bajan los costos del comercio exterior, se viabiliza la participación de las pequeñas y medianas empresas, etc.

Y también debemos atender la integración política, porque creo que tenemos un bajo nivel de institucionalización. Si uno ve la estructura política del Mercosur, con sede en Montevideo, vemos que es ridícula. No porque sea mala, sino por lo pequeña. Necesitamos tener políticas específicas, como en la Unión Europea (UE), donde hay un Comisario que se ocupa de la infraestructura, de la integración energética, de la integración social, científica… en eso estamos yendo con mucha lentitud.

-¿Cuáles son las dificultades para acelerar esos pasos?

-Una es que los países presentan resistencias para aceptar instituciones supranacionales. Ya se sabe que la integración supone la cesión de una cierta cuota de soberanía… Pero en América del Sur tal vez haya menos problemas con la supranacionalidad que en Europa, porque el nacionalismo sudamericano siempre fue volcado hacia la integración. El peronismo y el chavismo, entre otros, son ejemplos muy claros de nacionalismos latinoamericanos que defendieron la idea de la Patria Grande. O sea que nuestros nacionalismos son ideológicamente integracionistas, mientras que los nacionalismos europeos son más rencorosos, ensimismados, excluyentes, conservadores…

Otro problema de la región, bastante grave, es que en varios países falta una burocracia estatal profesional. Si uno observa el nivel de profesionalismo de Itamaraty y de otros ministerios de Relaciones Exteriores, las diferencias resultan evidentes, aunque no siempre negativas. Y si esto pasa en una carrera tan jerárquica como la diplomática (casi tanto como la militar), es posible imaginarse lo que ocurre en otros sectores. Pero son situaciones en las que estamos avanzando, porque los nuevos gobernantes tienen que dar respuestas, al verse presionados por demandas democráticas.

-Usted sostiene que el mundo está en transición, pero ¿hacia dónde? En el planeta se están agotando los recursos. Un proyecto brasileño basado en la explotación de esos recursos, en la exportación de soja, en la concentración de la tierra en pocas manos, es un modelo que está siendo puesto en cuestión en todo el mundo. Desde ese punto de vista, ¿la política económica actual de Brasil no es en el fondo la misma que en todas partes? Brasil es la mitad de América Latina; su PBI es la mitad; su población es la mitad. Hay países vecinos en los que se habla de "imperialismo brasileño", a causa de que las asimetrías se acentúan. El capital brasileño está muy presente en Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay y otros países. La estrategia de expansión de Brasil apoya empresas que se transforman en global players, como Odebrecht, OAS, Queiroz Galvão… ¿Cómo ve esas contradicciones?
-En primer lugar, nosotros no estamos haciendo una revolución socialista en Brasil. Eso significa que vamos a continuar conviviendo con empresas grandes, medianas y pequeñas.

Ojalá logremos establecer equilibrios entre ellas… Por ejemplo, nosotros tenemos dos ministerios de Agricultura: uno es el de Reforma Agraria [que atiende a la agricultura familiar y los asentamientos de los campesinos sin tierra, NdlR] y el otro es el de Agricultura propiamente dicho; el del agrobusiness, y ambos han convivido razonablemente bien.

En cuanto a la idea del "imperialismo" brasileño, creo que es minoritaria. En general los sudamericanos y latinoamericanos tienen una visión muy buena de nosotros; tenemos investigaciones que así lo revelan.

Es obvio que en algunos momentos nos vemos ante dilemas insolubles: por ejemplo no hay forma de equilibrar el comercio con todos los países de América Latina, a menos que dejemos de exportar cosas que ellos demandan. Y si dejamos de exportarlas, van a comprarlas en Estados Unidos o Europa. La razón es que en Brasil tenemos una economía muy diversificada, con niveles de productividad creciente y otras cualidades que otros países no tienen. Por ejemplo, Chile tiene pocos productos de exportación, frutos del mar, vino, cobre, madera, celulosa y punto. Nosotros podemos exportar cientos de bienes… La única forma de resolver ese problema es impulsar el desarrollo industrial y agrícola de esos países, para que puedan realizar un cierto tipo de sustitución de importaciones. Luego, crear mecanismos de estímulo a la importación de esos productos. Nosotros tenemos un programa llamado de "sustitución competitiva de importaciones", a través del cual enviamos técnicos a Bolivia para enseñar a las empresas bolivianas a exportar a Brasil. Sé que esos programas tienen límites, pero bueno…

está construyendo una represa en Nicaragua; teníamos proyectos de cooperación y de inversiones en Honduras, pero ahora estamos esperando que se resuelva el problema (del ex Presidente) Zelaya para retomarlos. Embrapa abrió una oficina en Panamá.

Esa agenda es la que Lula quiere tratar en su período post-presidencial. Él quiere impulsar proyectos en América Latina y en África, además de los temas brasileños, claro.

La campaña electoral encendió la polémica sobre política externa, en la que antagonizan dos tesis: una dice que Brasil sigue una línea inalterable marcada por los intereses del Estado, y otra que postula proyectos distintos: uno que pugna por posiciones más independientes y otro que se subordina a los países centrales.
– Afirmar que la política externa es una política de Estado tiene una dosis de verdad, pero los críticos de la política externa de Lula han usado esa tesis para defender posiciones conservadoras, atacándonos con el discurso de que llevamos adelante una política externa "ideológica".

La verdad es que nunca tuvimos en Brasil una política externa librada de, entre comillas, algún tipo de "contaminación ideológica", porque tenemos ideas distintas en la cabeza, y eso es bueno.

A lo largo de nuestra historia tuvimos posiciones internacionales diferentes. En los gobiernos de Jânio Quadros (enero – agosto de 1961) y João Goulart (septiembre de 1961 – abril de 1964) tuvimos lo que se llamó política externa independiente. Después vino el golpe de Estado militar y allí el lema fue "lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para Brasil", o sea otra política externa, que nos llevó a participar de la invasión de República Dominicana, etc.

Después, aún durante la dictadura y como parte de aquel proyecto de "Brasil potencia", volvimos a una política externa más independiente, a la que se llamó "pragmatismo responsable" y que por cierto tomó muchos valores de la "política externa independiente", fundamentalmente en el período de Ernesto Geisel (general-dictador; 1974-1979). Hasta hubo quienes lo acusaron de tercermundista…

Es decir que en nuestra política exterior hay algunos valores más o menos permanentes y también inflexiones. No olvidemos que coqueteamos con el ALCA durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002). Hubo momentos en los que hicimos algunas inflexiones graves en materia de política externa.

-El proyecto de acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea ¿no impone condiciones similares a las del ALCA?
– No, de ninguna manera, el ALCA era mucho más abarcativa que el acuerdo con la Unión Europea. Claro que hay dificultades con los europeos; y no habrá acuerdo si no se resuelven. Ante el acuerdo con la UE existe una gran sintonía entre Brasil y Argentina, y como Argentina está en esa fase de reindustrialización, a veces es más cuidadosa frente a la UE que nosotros.

Actualmente hay un gran debate en Argentina, que pone sobre el tapete la necesidad de revisar la idea clásica de libertad de expresión. Ese debate también se observó en la Constituyente de Ecuador, en Bolivia, en Venezuela… ¿Considera necesario ese debate en Brasil?

-Soy muy cuidadoso al hablar de este tema, porque todo lo que diga va a tener un texto y una cantidad infinita de subtextos…. Yo defiendo la libertad de prensa por principio y por razones prácticas, porque permitió que nosotros (el Partido de los Trabajadores) hayamos llegado donde llegamos. Dicho esto, sigue habiendo quienes consideran erradamente que los grandes medios son la expresión de la opinión pública, cuando en realidad es la opinión publicada de los patrones… Más que eso, porque hoy algunos medios ya no tienen patrones visibles como antes, que eran en su mayoría familias tradicionales. En Brasil, según las encuestas que ellos mismos publican, los medios representan a ese 5% de la población brasileña que considera que el gobierno es pésimo.

¿Cuál es entonces el problema? Que una sociedad democrática exige un debate más amplio, desarrollado, y en Brasil no lo tenemos. Pero ahora estamos viendo que hay mecanismos alternativos a la gran prensa; no sólo existen los grandes medios; tambien está la prensa alternativa, están los blogs, los sitios, donde circulan las noticias con gran rapidez.

Ese debate sobre los medios que actualmente se da en otros países también debería darse en Brasil. ¿Cree que el Estado debe cumplir un rol en ese debate? El presidente Lula participó en la Conferencia Nacional de Comunicaciones (diciembre de 2009) y acaba de decir que es necesaria una nueva legislación sobre el tema.

– Pero eso desencadena una furia… Fíjese la que se desencadenó cuando se creó la TV Pública (Canal Brasil, en 2008). Fue impresionante. La verdad es que ya no se aguanta más el hecho de disponer de 70 canales de TV por cable, y después de pasar por todos, llegar a la conclusión de que no se puede ver nada de nada. Viví muchos años en el exilio y me acostumbré a ver en Europa canales buenos, como la BBC, o en Estados Unidos la TV pública. Es muy duro lo que pasa acá.

-¿Es posible una integración comunicacional en América Latina?
– Algo se ha hecho, aunque muy poco. Telesur entra acá en Brasilia; TV Brasil ya tiene señal internacional, que está recibiendo en África y en seguida va a llegar a América del Sur.

-Si Brasil impulsara un canal internacional de noticias tendría un peso extraordinario. ¿Eso está completamente descartado?
-Yo creo que no, pero tendríamos que pensar en un mecanismo más sofisticado. Existe una experiencia muy exitosa, el canal cultural franco-alemán Arte, que emite en alemán en Alemania y en francés en Francia. Es espléndido; claro que es muy sofisticado. Nosotros podríamos tener también un canal bilingüe español-portugués para toda América Latina con los gobiernos como patrocinadores, pero habría que garantizar que los gobiernos no se entrometiesen desde el punto de vista editorial, procurando que sea plural, democrático, que permitiera una visión más general de la región.

Telesur tiene un noticiero bueno, más abarcativo que el de la CNN en español, que también es bueno. Lo que considero de menos nivel en Telesur son ciertos debates absolutamente monocordes… pero tienen documentales históricos muy buenos. Para mí la mejor televisión del mundo actualmente es Al Jazeera. Es espléndida, con un muy buen nivel técnico, una súper BBC.

(1) Adriana Rossi, "Preparando el garrote", Le Monde diplomatique en español , octubre de 2010.
(2) Diplomáticos brasileños declararon que Brasil planea hacer coincidir la próxima Cumbre del Mercosur, en Foz de Iguazú, con la firma de preferencias comerciales con 10 países emergentes, entre ellos India, Cuba, Egipto, Corea del Sur, Indonesia…, Valor Econômico, Sao Paulo, 20 de septiembre de 2010.

*Director de Le Monde diplomatique, edición brasileña y **periodista (Brasilia). 

 

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