Marcos Roitman: CREAR NUEVAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN SOCIAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La presente entrevista intenta abrir un debate sobre las sinrazones de la democracia. Roitman Rosenmann es un hombre que sabe preguntar, diría Julio Cortázar:

“El hombre es el animal que pregunta. El día en que verdaderamente sepamos preguntar, habrá diálogo. Por ahora las preguntas nos alejan vertiginosamente de las respuestas. ¿Qué epifanía podemos esperar si nos estamos ahogando en la más falsa de las libertades, la dialéctica judeocristiana? Nos hace falta un Novum Organum de verdad, hay que abrir de par en par las ventanas y tirar todo a la calle, pero sobre todo hay que tirar también la ventana, y a nosotros con ella. Es la muerte o salir volando”.

¿Qué significó la Unidad Popular de Salvador Allende en tu vida?

–La llegada de una ilusión, el compromiso ético, el aprendizaje ciudadano. Fueron muchas sensaciones. El cuatro de septiembre de 1970 vivía en la calle Huérfanos con Estado y salí a festejar; llegué hasta la FECH para oír las palabras de Allende. Los mejores años de una vida que comenzó con quince y se trunco con dieciocho. Una militancia sin malicia y desde luego profundamente inocente.

«Era allendista, mas que socialista, aunque miembro de las juventudes socialistas. Fueron momentos de tensión y aprendizaje. La universidad, el trabajo voluntario. Participé de un proyecto donde todo era posible. Me sentía pletórico y lleno de argumentos para vivir. Con dieciséis años abandoné mi casa y ejercí de inspector en el Instituto Nacional donde viví mi último año de colegio en sus instalaciones, donde estudiaba.

«Entre mis compañeros de promoción recuerdo a Ricardo Solari o Jaime Lorca, también a Osvaldo Pucció. Participé como pude y supe. Pero políticamente maduré tarde, ya estaba preso y en medio de la represión. Pensé que podría haber sido más aguerrido, dedicar más horas al partido, a la formación, a la Unidad Popular. Era inmaduro políticamente, el golpe me estrelló. El 11 de septiembre participé en la defensa de la Universidad Técnica del Estado, era estudiante de ingeniería metalúrgica. Allí empezaría otra experiencia. El fin de unos sueños, una realidad donde se impuso la ignominia».

Entiendo que en 1973 caíste preso en el estadio de fútbol (el Estado Nacional de Santiago). ¿Qué lectura haces de Manos en la nuca, la novela de Ángel Parra? ¿Qué diferencias hubo entre tu encierro y el del cantautor?

–Vayamos por partes. Efectivamente caí preso. Primero nos trasladaron al Estadio Chile, junto a mis compañeros entre ellos el cantautor Víctor Jara. Allí compartimos cautiverio con otros prisioneros. Luego al Estado Nacional. La experiencia con Angel Parra es diferente.

«Mi ingenuidad me hizo vivir la tortura en el Estadio Chile como un re aprendizaje. Compañeros que me decían que los desconociera para evitar delatar o comprometer a nadie. Había que aprender a marchas forzadas. Otros cambiaban de fisonomía cortándose la barba y el pelo con gillette, que no sé de dónde sacaban. Vi personas en estado de schok dándose cabezazos contra los muros del estadio y otras saltando del segundo piso tratando de acabar con su vida a la vez que gritaban ¡Viva la Unidad popular!

«Me reconozco en la vida cotidiana y la solidaridad que se produce dentro del estadio. Cuando nos trasladan me asignan a una escotilla, no a un camarín, estuve en la numero ocho. Vi sufrir mucho. En cuanto el encapuchado (…) los interrogatorios. Pero su experiencia es mucho más dramática. Aunque siempre uno trata de minimizar. Lo cierto es que entre golpes, miedos a ser torturado, noticias sobre fusilados en el velódromo, la metralleta que nos apuntaban (…) los días se hacían interminables.

«Recuerdo que cuando salí, había fuera una compañera de la universidad que me reconoció, me abrazó, me preguntó cómo estaba , lloramos juntos, me pagó la micro (el autobús) y me acompañó hasta mi casa. No paré de hablar en la micro sobre las torturas y muertes, creo que no me di cuenta lo que hacia, ella estaba muy descompuesta y yo más. Creo que puse en peligro todo. Habían pasado casi dos meses».

¿Por qué tú exilio en España?

–Bueno, no fue un exilio. Después del golpe: ¿qué? ¿A dónde ir? Sin universidad, proscrito y con ganas de resistencia. Mi padrastro era español, republicano, del PSOE y UGT. Me había educado desde los dos años y era miembro del Centro republicano Español. Cuando salí del estadio, los vecinos me repudiaron y descalificaron. Resultaba ser un comunista peligroso. El odio lo veía en sus ojos. Algunos llegaron a decirme que debían haberme fusilado por participar en el supuesto plan Z.

«En esta lógica, mis padres tuvieron miedo; y sin posibilidad de estudiar, y aunque en España vivía Franco, me ofrecieron la posibilidad de ir a estudiar astrofísica a la Universidad Complutense de Madrid, un sueño. El 29 de junio de 1974 viajé con una pre matricula bajo el brazo. Lo curioso es que en el asiento contiguo del avión se sentaba Fresia Urrutia, subsecretaria de Educación de la Unidad Popular y enfrente lo hacía Joaquín Ruiz Jiménez, un demócrata cristiano que rompió con el franquismo, que había asumido la defensa del secretario general del Partido Comunista, Luis Corvalán.

«En pleno vuelo se montó una discusión sobre tortura en Chile, tuvo que salir el comandante a poner orden. Pinochetistas increpaban al abogado acusándolo de mentir. Recuerdo que esto motivó mi intervención señalando que yo había sido torturado en el estadio. Luego hice amistad con Doña Fresia, incluso al llegar al aeropuerto nadie me esperaba, ella lo vio y me ofreció la casa donde se alojaría, allí me quede varios días.

«Mi pasión por la astronomía no disminuyó pero mi preocupación social aumentó y la conciencia social también. Otras preguntas afloraron y con ello mi vida coge un giro de ciento ochenta grados. Ello hizo que acabara estudiando sociología y ciencias políticas. Más militancia, compromiso, estudio, incluso detención y expulsión de España en 1976, en medio de una jornada por la amnistía política.

«El exilio se transforma hasta comprometerme con la lucha por la democracia en España y en América latina».

¿Cómo te hiciste periodista?

–La verdad es que siempre reniego de dicha condición por respeto a la profesión de periodista. Me reconozco más como un sociólogo que publica ensayos de interpretación. Por ello, muchas veces no pueden ser publicados. Me dicen que son “muy teóricos y largos”. Quiero dar argumentos, ayudar al debate, sobrepasar la coyuntura. Aunque hay ocasiones que escribo sobre el día a día. Pero nunca llegaré a ser periodista. Es una profesión de mucho mérito no quiero que se me acuse de intrusismo.

«En cualquier caso, quien me introduce al periodismo es Gregorio Selser, maestro y amigo, quien con su generosidad y vida ejemplar, no menos que su compañera Marta Selser, me animan presentándome compañeros de diferentes medios de comunicación por el año 1984».

En 1989 ya escribías, para la revista Araucaria, sobre las crisis en Latinoamérica ¿Qué ha cambiado en tu interpretación desde entonces?

–La tesis señalaba el carácter estructural de la crisis del poder político y del capitalismo latinoamericano; se afincaba en dos consideraciones: la ruptura en las formas de organización de la relación capital trabajo y en el proyecto de neoligarquización del poder político necesario para reconducir el proceso de acumulación de capital. Todo en medio de un grado de conflicto político donde las luchas por la democracia social, política, étnica, cultural, económica y de género se daban en un marco donde los espacios de articulación de ciudadanía se restringen generando un nivel de violencia extrema.

«Esto en el marco internacional de la nueva derecha y con la invasión de Panamá y la crisis centroamericana. La respuesta era desde luego en ese momento crear nuevas formas de organización y movimientos populares para evitar la neoligarquización del poder.

«El primer gran factor que corroboró la hipótesis fue el alzamiento del EZLN el primero de enero de 1994. Quince años mas tarde el diagnostico se muestra acertado para toda la región. La crisis centroamericana dio la razón al análisis, aunque era optimista en el caso de Nicaragua, Salvador y Guatemala. Sin embargo, tras el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia se abren expectativas de recomposición. Todo ello esta tratado en los dos libros de Siglo XXI. El pensamiento sistémico: los orígenes del social conformismo y el de reciente aparición Las razones de la democracia en América Latina.

«Es cierto que en este espacio de tiempo se han sucedido muchos cambios de escenarios, pero en lo esencial la crisis y sus causas siguen siendo las mismas».

Trabajaste con el abogado Joan Garcés para llevar preso a Pinochet ¿Qué fue lo más difícil, una vez detenido Pinochet en Inglaterra?

–Siempre dije que tengo la suerte de contar con la amistad de Joan Garcés. Trabajé en su equipo durante todo el caso y colaboré en todo lo que me pidió. No soy abogado… Tal vez poner las querellas contra el ministro de Asuntos Exteriores del Partido Popular, Abel Matutes, que bloqueaba la posibilidad de extraditar al tirano. Lo digo ya que pocos sabían que participaba con Joan en su despacho.

«Nadie buscó la gloria, ni el protagonismo, ni menos salir en la prensa. Fue una decisión complicada, no difícil, hube de consultarlo con mi hija y compañera. Dos días más tarde mi despacho de profesor titular de universidad fue abierto y allanado por los servicios de inteligencia. Sin embargo, debe ser Joan quien en sus memorias cuente el caso, yo sólo agradezco su confianza y haber podido ayudar en esos dos años.

¿Qué descubres cuando regresas a Chile? ¿Qué desafíos tiene una sociedad sin memoria?

–Estuve veinticinco años sin ir a Chile por decisión propia. Un país cuya elite política vive prisionera de su propia mentira y asume como democrático que su dictador se pasee por las calles de la capital, sea senador vitalicio y lo reconozca como presidente constitucional y, al mismo tiempo, las víctimas son “ninguneadas” en sus derechos. Todo un despropósito. Un acto de indecencia e inmoralidad.

«El Estado se inhibe de sus responsabilidades en nombre de la estabilidad, la gobernabilidad y de una transición ejemplar que busca el perdón de las victimas por su olvido y el beneplácito de los verdugos por su docilidad. La hipocresía es la forma por excelencia en la que vive el chileno medio. Un sálvese quien pueda pero yo primero. Han perdido la decencia, ahora en manos de quienes luchan por la dignidad nunca arrebatada, asociaciones de víctimas y de derechos humanos capaces de navegar contra todos los vientos y adversidades.

«Mi regreso no me da tiempo a recordar. Fue para ver a mi madre en un hospital privatizado, donde tuvo que ingresar con coma diabético y obligada mi tía, mientras ella estaba a punto de morir, a firmar un cheque en blanco si quería ser atendida. Hablo del año 2003. Gracias a la ministra de salud, Michelle Bachelet, sigo pagando hasta 2007, mi tía está hipotecada.

«Así, el primer desafío consiste en volver a recuperar la conciencia y la voluntad frente al poder. Construir su realidad sobre un fundamento ético, recuperar la ciudadanía política y pensar desde el hecho republicano no desde el mercado. Recuperar la identidad. Arduo trabajo, difícil dado que los cambios revolucionarios que introduce la tiranía transforma la personalidad y cambia la estructura del ser y el pensar del chileno. Hoy el pinochetismo sociológico constituye una realidad social de la cual se enorgullecen los “adictos” al chile post-tiranía.

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* Periodista mexicano. Analista de La Jornada Morelos, de México, y el diario electrónico El Clarín de Chile, medios donde originalmente se publicó.
http://lajornadamorelos.com

www.elclarin.cl
Se reproduce en esta revista por gentileza del autor.

La segunda parte del diálogo puede leerse en esta misma revista aquí.

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