Más y menos de la ambición
Gisela Ortega.*
El ser humano posee muchas aptitudes y habilidades, atributos y destrezas entre las cuales están la originalidad, la creatividad y la confianza en sí mismo. Pero una de las cualidades más importantes para su realización como persona es la ambición, sentimiento motivador que nos estimula a lograr nuestras metas y objetivos. Una persona que careciera por completo de toda forma de ambición sería incapaz de desear y, por tanto estaría impedido para acometer cualquier trabajo estable.
Sin embargo, un individuo cuya ambición no conozca límites constituiría un riesgo para los demás miembros de la comunidad. Por lo tanto hay que evaluar la medida de nuestra ambición.
Esto es lo que anima a los seres humanos a mejorar en todos los sentidos. Es lo que nos estimula a llevar a cabo actividades que consideramos imposibles o muy difíciles. Nos obliga a arriesgarnos por lo que queremos y pensamos sería inalcanzable. Es una conducta que podría ser considerada buena o perjudicial dependiendo de su uso y su oportunidad. Cuando esta ambición es usada de manera indebida, podemos destruir no solo nuestras vidas sino también la de las demás personas.
Cuando enfocamos en el buen sentido de la palabra ambición, nos referimos a las aspiraciones y deseos de mejorar. Esto nos da una perspectiva mas humana y digna, el término alude así a los sueños combinados con el esfuerzo de llevarlos a cabo y hacerlos realidad. Es el deseo de ser útil, que se esfuerza en luchar contra la ignorancia, en contagiar a los demás sus ideas y actitudes positivas, llenas de esperanza y confianza en si mismo.
Las personas ambiciosas sienten un poderoso deseo de cambiar las cosas a su alrededor, y también su propia vida. Donde los otros ven obstáculos, ellas ven oportunidades. Piensan en grande y se entusiasman con las innovaciones. Les agrada correr riesgos, evolucionar. Pero es necesario reconocer que el exceso de ambición, como en todas las cosas es siempre peligroso, por lo que es necesaria la moderación.
La ambición es una de las características de los emprendedores. Muchos de ellos consiguen transformar la pedantería en generosidad. Pero otros, se entregan a la megalomanía y al autoritarismo, errores humanos comunes que representan su lado sombrío.
La ambición es algo poderoso, capaz de promover una subida vertiginosa o provocar una caída estrepitosa. Muchas veces las personas se vuelven tan seguras de su superioridad que no se dan cuenta que nadie consigue obtener éxito solo. Se sienten amenazados por las opiniones de los otros, principalmente si ésta contrasta con la de ellos.
La ambición se define como el deseo ardiente de poseer riquezas, fama, poder u honores. A lo largo de la historia se pueden señalar numerosos ejemplos de ambiciosos, como por ejemplo, Napoleón Bonaparte, que quería extender su poder desde Francia hacia el resto de Europa, o el griego Eróstrato, que tenía la ambición de volverse celebre por medio de la destrucción del Templo de Artemisa.
La ambición equilibrada hace que la persona se supere a si misma en un afán de generosidad y entusiasmo que le hace fijarse siempre nuevas metas.
* Periodista.