Medios en Chile: disputar la agenda, construir un bloque comunicacional no duopólico
Parece ser que estamos ante el surgimiento y –ojalá- la conformación de una audiencia cualitativamente diferente. Una que al identificarse con el Apruebo y la Asamblea Constituyente, con las marchas, con la Primera Línea y las evasiones, hace cortocircuito con la agenda duopólica de la “normalidad” y el “orden público”.
Una que, igual que el país, está hoy más politizada y también aburrida de ese lenguaje “políticamente correcto” y cornetero tipo Matías del Río, lo desprecia; una que busca otros rostros en su pantalla, no los añejos Moreira, Lavín y Vidal.
El sistema de medios de un país se parece, en buena medida, a su sistema político. No es casualidad que hasta el golpe de 1973 tuviéramos una pluralidad informativa tan amplia como nunca más la hemos vuelto a tener; que durante la dictadura la prensa de oposición comenzara a asomar cabeza a principios de los ‘80, junto y gracias al surgimiento de las protestas nacionales.
O que desde 1990 en adelante se estructurara en Chile un periodismo duopólico, tan duopólico como el sistema político que conformaron, al alero de la Constitución de Pinochet, los guardianes del orden: la Concertación y la derecha. Tal como ocurre con la política, los medios son, fundamentalmente, una cuestión de fuerza.
Y ahora que está naciendo en el país un nuevo período histórico, ese que quiere dejar atrás la Constitución pinochetista, que plebiscitará por primera vez en su historia una nueva Carta Fundamental, que logró la paridad de género y el cuestionamiento del neoliberalismo en el país más neoliberal del mundo, todo gracias a movilizaciones populares masivas, radicales y creativas, ¿podrá nacer a su alero un nuevo sistema de medios que supere al duopólico que ha caracterizado este interminable período de transición post-pinochetista?
Puede que sí, aunque ello no ocurre automáticamente, pero al menos ciertas condiciones están dadas. Por un lado, ha habido en estos meses un cuestionamiento permanente de una parte importante de la ciudadanía a los medios duopólicos y al modo en que han abordado la movilización social.
En despachos en vivos, en los noticiarios e incluso en matinales y programas de farándula entrevistados/as no han dudado en criticar al aire a “los medios” y la criminalización mediática de las protestas. También las redes sociales han sonado fuertes como megáfonos de la inconformidad de miles contra rutinas y contra rostros mediáticos que se hicieron famosos bajo el sistema duopólico, o contra programas que insisten en líneas editoriales cuyo principal objetivo es la desmovilización popular.
Una que, igual que el país, está hoy más politizada y también aburrida de ese lenguaje “políticamente correcto” y cornetero tipo Matías del Río, lo desprecia; una que busca otros rostros en su pantalla, no los añejos Moreira, Lavín y Vidal; una hastiada de ver portadas como la del 9 de marzo en Las Últimas Noticias o escuchar el 8 de marzo en Canal 13 a María Adriasola (la esposa de J.A. Kast) y Claudia Nogueira hablar del movimiento feminista.
Una audiencia que acude y migra al contexto digital para informarse, y, sorprendentemente, no sólo se trata de usuarios/as jóvenes de redes sociales. Los datos demuestran, por ejemplo, en el caso de El Desconcierto, que después del 18 de Octubre hay un cambio radical en el comportamiento de los y las usuarias, tanto cuantitativa como cualitativamente.
Cuantitativamente se pasa de una media de 1,5 millones de usuarios únicos mensuales a 4,5 millones (se triplica). Uno de los cambios más sorprendentes se refiere a la edad: mientras antes del 18-O los mayores de 65 años que visitaban regularmente las páginas de El Desconcierto eran el penúltimo de los segmentos etarios (con algo más de 200 mil visitas mensuales), a partir de la Rebelión de Octubre pasan a ser el primero, con más de 900 mil, representando de este modo un quinto del total de usuarios/as.
Está entonces lo principal para disputar la hegemonía comunicacional: en el plano simbólico-comunicacional hay descrédito de los medios duopólicos, deslegitimad de sus rostros y cuestionamiento de sus agendas; hay una audiencia activa, cualitativamente en transformación, igual como ocurre con el pueblo en las calles. En el plano material- comunicacional hay un contexto digital que, conformado por redes sociales y medios digitales permite autonomía informativa, y ya no ser lesionados como antes por las barreras de entrada al campo y por los cercos informativos-discursivos levantados por la defensa duopólica.
Pero la hegemonía se disputa conformando un bloque. Conformar un nuevo sistema de medios implica crear un bloque comunicacional que le dispute atención, audiencia y agenda al bloque duopólico. La audiencia para ello está, y una agenda distinta permite articularla y convertirla en comunidad interpretativa.
La agenda del nuevo bloque comunicacional podrá tener coincidencias con la agenda duopólica, pero acotada a lo que se conoce como “el primer nivel de la agenda”, es decir, lo temático. Efectivamente, habrá coincidencias temáticas (noticiosas) con los medios del postpinochetismo; pero en el “segundo nivel de agenda”, el de la valoración, tratamiento, editorialización y perspectiva de esos temas habrá diferencia radical.
Coincidencias intermitentes en el primer nivel, divergencias permanentes en el segundo nivel. Romper con el consenso editorial del Chile duopólico, ese que debe terminar de morir. Atraer de ese modo a la audiencia y disputar la hegemonía comunicacional en alianza interbloque (manteniendo cada cual sus identidades). Porque esto no lo logra un medio a solas, sino una red de medios que estén en capacidad de sintonizar con el estallido de octubre y la red político-social que se ha comenzado a configurar desde entonces.
Una red se combate con otra red, un sistema con otro sistema. Es éste un momento clave de la disputa informativa y periodística en el campo comunicacional chileno, tal como para las fuerzas anti- neoliberales, el actual es un momento clave.
* Doctor en Lingüística por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y licenciado en Comunicación Social.