México, en un parque – SE HABLA DE NERUDA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Los dos admiramos sus poemas y nos interesan su vida y personalidad; a él, a mi amigo, le llaman la atención algunos episodios de la biografía nerudiana y, en particular, el destino de su legado en Chile, mientras que yo le he prestado un cuidado especial a algunas características de la formación literaria del poeta.

Siempre me ha intrigado la forma tan descomedida en la que muchos poetas mexicanos han leído a Neruda. Lo reducen a «poeta cursi y comunista»; son dos palabritas que le hacen poca o nula justicia, en mi opinión. Que sus poemas más conocidos, los del libro de 1924, con una canción desesperada y una veintena de poemas de tema amoroso, puedan ser descritos como poesía sentimentaloide o cursilona –punto discutible, faltaba más–, no agota ni de lejos la riqueza de una obra que siguió creciendo hasta 1973, año trágico de la muerte de don Pablito; es decir, que se ignora nada menos que medio siglo de poesía de un autor y se le confina en una obrilla de juventud

Esto sólo revela una ignorancia muy grande: quienes descalifican así a Neruda sencillamente no lo han leído -y prefieren no hacerlo, con tal de sostener sus indocumentadas opiniones.

En cuanto a la militancia comunista, es un hecho innegable de su «residencia en la tierra». Falta averiguar cómo y en qué medida pesó en sus versos, aparte de la obviedad de muchas páginas de elogios a Stalin, el genocida a quien Neruda admiró y siguió, y de quien se alejó explícitamente en su Memorial de Isla Negra, dato que sus enemigos suelen omitir, o de plano ignorar. Lo cierto es que una porción considerable de la poesía nerudiana no tiene un sello comunista o estalinista, y quizás es lo más valioso de sus escrituras. Sin ir más lejos, el ciclo de las «residencias» tiene una personalidad propia, y la posee también la colección formidable de las odas elementales.

Al despedirnos mi amigo y yo, volví a ver a los jardineros, a Eliseo, a Ermilo. Pensé que nuestra conversación nerudiana se parecía al trabajo de Ermilo y Eliseo: mi amigo y yo procuramos tener en buen estado el minúsculo jardín mexicano que sus lectores le hemos consagrado a Neruda. Lo seguirán negando sus enemigos, por supuesto. Creo que importa poco.

La inmensa minoría de sus lectores seguiremos recordando el ímpetu fogoso y torrencial de sus poemas.

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* Escritor.

Publicado en el diario El Universal de México.
www.eluniversal.com.mx.

Addenda

El periódico traza el siguiente perfil de David Huerta en relación con la columna que en allí escribe:

«La columna de David Huerta (Libros y otras cosas) se ocupa de diversos temas de la cultura contemporánea y no tan contemporánea; el apartado «otras cosas» del nombre del espacio, le permite a Huerta –poeta y comentarista político– hablar lo mismo de música, que de pintura y vida cotidiana.

«El también escritor ha publicado más de 10 libros de poesía y es un apasionado lector de los autores del Siglo de Oro español».

En esta revista se puede leer aquí una conversación entre el poeta y el periodista Mario Casasús, acaso la misma plática a que hace referencia el primero en la columna que hemos transcrito.

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