México. – MAÍZ, CONTAMINACIÓN Y RESISTENCIA

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La contaminación del maíz descubierta en la Sierra Juárez de Oaxaca, México, a finales de 2000 por Ignacio Chapela y David Quist, y confirmada en el año 2001 por el Instituto Nacional de Ecología de México, es un hecho lamentable que no podemos dejar pasar inadvertido. Es una herida profunda que pone en riesgo a la humanidad entera y solo beneficia a las grandes corporaciones transnacionales que nos quieren imponer un modelo de consumo que privilegia sus intereses.

Aunque desde 1998 existía una moratoria que impedía la importación de semillas de maíz transgénico a México; consideramos que la principal causa de contaminación pudo haber sido la entrada de granos de maíz para consumo humano importados por la distribuidora gubernamental de alimentos llamada DICONSA, que vende alimentos básicos en las regiones rurales, así como la ayuda alimentaria de maíz amarillo que se ha distribuido en el norte del país.

Para los indígenas y campesinos de subsistencia mexicanos y de todo el mundo, no hay diferencia entre granos y semillas: de cualquiera de los dos nace una planta, así que decir que los granos son para comer y las semillas son para sembrar, no es más que una diferencia artificial.

A partir de que se hizo pública la información sobre la contaminación de los maíces nativos mexicanos, nuestra organización y otras organizaciones indígenas, campesinas y no gubernamentales que participamos en el Petate (red) en Defensa del Maíz, nos dimos a la tarea de realizar acciones de discusión y difusión del problema, en comunidades serranas y en otros lugares de Oaxaca y del país, debido a que el gobierno trato de ocultar la información; para el año 2003, realizamos un muestreo –utilizando kits comerciales de la marca Agdia– en once estados de la republica mexicana, mediante el cual encontramos presencia de contaminación en nueve estados (el gobierno mexicano solo reconoce oficialmente contaminación en dos estados).

Con el muestreo encontramos rasgos de maíz BT Cry 1Ab/1Ac, maíz BT Cry 1C, maíz BT Cry 9C Star Link (retirado del mercado de alimentos en los Estados Unidos por ser para consumo animal y ser causante de alergias en seres humanos), y maíz CP4 EPSPS, resistente al herbicida Round Up Ready, de Monsanto.

En varias plantas encontramos combinaciones de dos y hasta tres diferentes tipos de transgénicos, y también empezamos a encontrar plantas con deformaciones o características físicas muy diferentes a las plantas nativas mexicanas.

En Guelatao de Juarez, Oaxaca, encontramos una planta con las siguientes características:

– Tallo de cerca de diez centímetros de diámetro; siete niveles de raíces adventicias hasta una altura de 70 centímetros;
– Hojas anchas y toscas;
talla mayor a cuatro metros; dos ramas ubicadas a más de dos metros de altura, que contenían seis mazorcas de olote muy grueso cubiertas por hojas hasta la punta, de las que la mayoría solo contaban con un grano de maíz y solo dos cargaron parcialmente; espiga cubierta parcialmente de hojas y agachada.

Asimismo en Chihuahua se detectaron plantas transgénicas con malformaciones en la espiga parecidas a pequeñas mazorcas.

Algunas de las características de estas plantas son de variedades nativas de maíz de distintas regiones indígenas del país, por lo que suponemos que quienes las diseñaron primero hicieron biopiratería y después las hicieron transgénicas; pero ya suponíamos desde entonces que algunas de sus deformaciones pueden ser resultado de la producción de proteínas nuevas originadas por la introducción en el maíz de una o varias construcciones transgénicas (efectos pleyotrópicos), que afectan la constitución física y química de la planta y le causan deformaciones que no tenían previstas quienes la diseñaron.

En agosto de 2005, los investigadores que trabajaban para el Instituto Nacional de Ecología en 2001, publicaron la investigación Ausencia de transgenes detectables en las variedades campesinas de maíz en Oaxaca, México (2003 2004), que concluye diciendo que no se encontró contaminación en la Sierra Juárez, aunque aclararon que esta conclusión no se podía extrapolar a otras situaciones; sin embargo ese argumento fue utilizado por Monsanto para decir que los maíces nativos mexicanos eran muy fuertes y que por sí solos habían eliminado la contaminación, por lo que se podrían sembrar maíces transgénicos en México sin gran preocupación, ya que no pasaría nada.

En 2005 el Petate en Defensa del Maíz, muestreo plantas con deformaciones y siguió encontrando en algunas de ellas presencia de rasgos transgénicos. En algunas parcelas la presencia de deformaciones fue alarmante; pero también nos alarmó el hecho de que no se encontrara presencia de contaminación en plantas deformadas, lo que nos hace suponer que los métodos para detectar presencia de contaminación –que también fueron diseñados por las mismas empresas productoras de semillas transgénicas– no estén funcionando para generaciones posteriores a la primera y, en consecuencia, la contaminación está fuera de control para la comunidad científica, ya que es invisible a sus métodos de detección.

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Entre las deformaciones que hemos logrado ubicar se encuentran las siguientes:

– ramas en lugar de espigas, olotes junto con la espiga

– cabellos de elote de hasta 20 centímetros de largo,

– cañas de maíz con 6 a 8 ramas
– hasta ocho jilotes a lo largo de la planta del maíz
– mazorcas vanas, plantas con dos ramas con varios jilotes en cada una
– jilotes u hojas en las espigas
– arias mazorcas saliendo de un mismo nodo, entre otras.

No hay que descartar que algunos investigadores afirman que el maíz sufre muchas alteraciones y es probable que esas características físicas no correspondan necesariamente a malformaciones producidas por ser plantas transgénicas; sin embargo también investigadores independientes han expresado su preocupación debido a que no han podido detectar presencia de construcciones transgénicas conocidas mediante sofisticadas pruebas de laboratorio ya establecidas, lo que hace suponer que las construcciones transgénicas son inestables y pueden estar mutando de generación en generación.

Los transgénicos tienen uniformidad genética porque su construcción se basa en la multiplicación a partir de la clonación; todos sabemos que cuando se cruzan dos seres vivos emparentados aparecen taras o malformaciones escondidas en lo genes y es probable que las deformaciones que se han empezado a detectar sean producto de esa debilidad.

Los maíces transgénicos no son supermaíces, pueden ser susceptibles a plagas y enfermedades que podrían multiplicarse rápidamente al encontrar condiciones similares en las plantaciones transgénicas de todo el mundo. La uniformidad de características en las semillas puede poner en riesgo la producción de alimentos en todo el mundo; por eso no debemos dejar en manos de la agroindustria y de las industrias semilleras la alimentación de los habitantes de nuestro planeta.

Los pueblos indígenas de México sabemos que la gran cantidad de variedades de maíz existentes en nuestras tierras son un tesoro invaluable que no se puede medir en dinero; por eso estamos dispuestos a luchar para que la contaminación del maíz no se extienda y la vayamos eliminando de los lugares donde hoy se encuentra. Nuestros maíces nativos son el futuro de nuestros hijos e hijas; de sus hijos e hijas y así consecutivamente.

Luchar para frenar la contaminación no es solo una cuestión económica, es también una cuestión de dignidad; por eso dónde haya un indígena con dignidad, habrá un guardián del maíz, en sus manos el maíz estará seguro. Para quienes hemos tomado conciencia de los problemas del maíz, sembrar y comer maíces nativos son actos políticos contra la globalización neoliberal.

Los pueblos indígenas podemos decir con orgullo que nuestros maíces no le han hecho daño a nadie, diez mil años de práctica lo demuestran; las empresas transnacionales no pueden decir lo mismo.

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* Zapoteco de origen, integra la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca (Unosjo).
Fuente:
www.ecoportal.net

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