México. – UN CONFUSO INCIDENTE EN LA CATEDRAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

No le veo nada de consciente al hecho de hacer precisamente lo que a la jerarquía religiosa más conviene: dar elementos a la opinión pública (la que por cierto cuenta con un bajísimo nivel de análisis “gracias” a que su único medio de cultura está dado por la televisión idiotizante que padecemos en México) para tachar a la Convención Nacional Democrática de “violenta”.

Entrar al recinto al “revolucionario” grito de “¡pederastas, pederastas!” sólo refleja la facilidad con que esos “jóvenes conscientes y valerosos” se dejan arrastrar por la provocación de los señores de las sotanas y los esbirros de Gobernación.

El incidente dio oportunidad a que los ensotanados pretendieran obligar al Gobierno del D. F. a ponerse de hinojos (“… queremos que por escrito se comprometan…”). Ellos saben que, desde los lejanos tiempos de Juárez, no tienen ninguna potestad para abrir y cerrar las iglesias a su arbitrio: son propiedad de la Nación. Imagínese el lector que Marcelo –amparado en la Ley– se hubiera comportado con la “valentía y consciencia” de los supuestos jóvenes que entraron en el templo y los obligara a abrir Catedral. Pero, afortunadamente, el jefe de Gobierno no cayó en una nueva provocación.

El Arzobispado lo hizo con toda intención de forzar a ello, pues sabe que cuenta con la complicidad (o disimulo) de la Secretaría de Gobernación, del sacristancito –“teco”, por cierto- que es su titular.

Tal parece que ya se olvidó que la derecha (la gobernante, la empresarial y la eclesiástica) es capaz de todo con tal de restar simpatías –y el derecho a gobernar, aunque cuente con más votos– a la izquierda. Tal parece que ya se olvidó el capítulo del desafuero y la destitución del propio Marcelo cuando era Secretario de Seguridad del D. F.

Por otra parte… ¿qué más se puede esperar de Nueva Izquierda? No, no salieron en defensa de la Iglesia; salieron a defender sus posiciones acomodaticias: ellos no son de izquierda ni de derecha: sólo son de ellos mismos. Sólo buscan privilegiar a su hueste, la que los ha encumbrado “políticamente”.

Alguna vez, en su lejana juventud, se dijeron “marxistas leninistas” porque portaban algún libro de esos autores a modo de gafete, pero jamás los leyeron (o quizá sí: únicamente para conciliar el sueño).

Se hicieron al amparo de eso que llamaban “lucha popular” que consistía en dar privilegios a sectores semi marginales con el único fin de escalar posiciones dentro de la organización partidaria que se estaba dando (la aglutinación de los partidos de izquierda a partir del registro electoral conseguido por el Partido Comunista Mexicano). Pero a falta de una verdadera organización basada en una sólida cultura política, derivaron en una especie de CNOP (sólo que estuviera fuera del PRI) enquistada (como “tribu”) en lo que con los años sería el PRD.

Y tendré que decirlo una vez más (o conminar a hurgar en la historia reciente): El PRD no fue concebido desde la cabecita loca de Cuauhtémoc Cárdenas (él no es capaz de crear nada, todo se lo han dado por ser hijo de quien es) ni por Porfirio Muñoz Ledo; el partido se forjó gracias a la visión de Arnoldo Martínez Verdugo y, otro tanto, a Heberto Castillo.

Para explicarse lo que hoy sucede, de poco o nada sirve planteárselo desde el esquematismo de “la derecha, el centro y la izquierda” tratando de encasillarlos en PAN, PRI y PRD. Hay que irse un “poquito” más lejos: al momento mismo de la Independencia, porque las contradicciones vienen desde entonces y no se han resuelto; sólo se han revuelto (que pareciera lo mismo, pero no es igual). No son cuestiones de ideología: la política sólo encubre intereses de clase, los cuales son harto concretos.

Te lo digo, Juan, para que lo entiendas, Pedro.

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* Escritor, periodista.

arbolperenne@yahoo.com.mx.

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