Michel Husson: La dictadura de la economía se volverá más brutal

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Juan Kornblihtt*

Integrante del Instituto de Estudios Económicos y Sociales (IRES) ligado a diversos sindicatos franceses y autor de numerosos libros que analizan la dinámica de la acumulación de capital, el economista francés Michel Husson es uno de los marxistas más consultados sobre la crisis mundial. En esta entrevista nos revela parte de su visión sobre la actual crisis. Razones y argumentos para seguir pensando la llamada "crisis sistemática global" para Husson. Husson ha sido miembro del Comité Central de la Liga Comunista Revolucionaria. Sus libros más recientes son Le grand bluff capitaliste (2001) y Les casseurs de l’Etat social (2003).


¿Cuál es la característica de la crisis actual?

– Se trata de una crisis sistemática global, lo que significa que afecta a todos los sectores de la economía mundial y que pone en cuestión los fundamentos mismos del modo de producción capitalista. La crisis comenzó como una crisis financiera, pero, fundamentalmente, remite a la separación creciente entre la búsqueda de una híper rentabilidad y la satisfacción de las necesidades sociales.

Las transformaciones del sistema financiero deben ser analizadas en base a dos tendencias esenciales que ocurren desde principios de los años ’80. La primera, es el alza tendencial de la tasa de explotación: en casi todo el mundo, la parte de la riqueza producida que corresponde a los asalariados está en baja, y los países emergentes no son la excepción a esta tendencia. Incluso el FMI o la Comisión Europea lo constatan. Esta baja de la parte salarial permitió una recuperación espectacular de la tasa media de ganancia a partir de mediados de los ’80. Sin embargo, la segunda tendencia, muestra que la tasa de acumulación continuó fluctuando a un nivel inferior al previo a la crisis. Dicho de otra forma, la punción sobre los salarios no ha sido utilizada para invertir más. El "teorema de Schmidt" enunciado por el canciller alemán Helmut Schmidt, a principio de la década de 1980 ("las ganancia de hoy son las inversiones de mañana y los empleos de pasado mañana"), no funcionó.

Esta masa creciente de plusvalía no acumulada fue distribuida principalmente bajo la forma de ingresos financieros, siendo la fuente del proceso de financiarización. La diferencia entre la tasa de ganancia y la tasa de inversión es de por sí un buen indicador del grado de financiarización. También podemos verificar que la suba del desempleo y de la precariedad laboral se encuentra a la par del crecimiento de la esfera financiera. Incluso aquí, la razón es simple: el sector financiero logró captar la mayor parte de los aumentos de la productividad en detrimento de los asalariados, reduciendo los salarios y sin reducir de forma suficiente, incluso aumentando, la duración de la jornada laboral. La relación entre capital productivo y capital financiero se modificó profundamente y las exigencias de una híper rentabilidad pesan, por un efecto feedback, sobre las condiciones de explotación.

Sin embargo, no podemos aplicar al capitalismo contemporáneo una lectura "financierista" que consistiría en distinguir una tendencia autónoma hacia la financiarización que vendría a parasitar el funcionamiento normal del "buen" capitalismo industrial. Esto vendría a disociar artificialmente el rol de las finanzas y el de la lucha de clases por el reparto del valor agregado. Se debe articular correctamente el análisis de los fenómenos. A partir del momento en el cual la tasa de ganancia aumenta gracias al retroceso salarial, sin producir oportunidades de acumulación rentable, las finanzas empiezan a jugar un rol funcional en la reproducción procurando salidas alternativas a la demanda salarial: el consumo de los rentistas y el sobreendeudamiento de los obreros.

Esta aproximación se refuerza cuando se tiene en cuenta la mundialización. En la progresiva constitución de un mercado mundial, las finanzas juegan hoy un papel que consiste en abolir, dentro de sus posibilidades, las delimitaciones de espacios de valorización. La gran fuerza del capital financiero es ignorar las fronteras geográficas o sectoriales, porque se da los medios para pasar de una zona económica a otra muy rápido, y de una rama a otra: los movimientos de capitales pueden, a partir de ahora, desarrollarse a una escala considerablemente ampliada. La función de las finanzas es endurecer las leyes de la competencia al hacer más fluidos los movimientos del capital. Parafraseando lo que Marx dice del trabajo, podríamos esbozar que las finanzas mundializadas son el proceso de abstracción concreto que somete a cada capital individual a una ley del valor, donde el campo de aplicación se extiende sin cesar. La característica principal del capitalismo contemporáneo no reside entonces en la oposición entre un capital financiero y un capital productivo, sino en la híper competencia entre capitales como resultado de la financiarización.

Fundamentalmente, esta crisis es una crisis de la forma capitalista de satisfacer las necesidades sociales. Existe una brecha creciente entre la demanda social y lo que el capitalismo puede producir de acuerdo a normas de rentabilidad más y más exigentes. El ensanchamiento creciente entre la tasa de ganancia (creciente) y la tasa de acumulación (estable) se explica de esta forma: las oportunidades de inversión rentables se vuelven más raras en detrimento de necesidades insatisfechas. Un economista francés llegó a decir que la verdadera regulación del capitalismo supondría que éste aceptase funcionar con una menor rentabilidad. Es a la vez cierto, en este sentido, que la búsqueda de maximizar la ganancia aleja del óptimo social. Pero al mismo tiempo es ingenuo, porque, retomando una expresión de Marx, esta reivindicación es completamente ajena al capital.

¿Es comparable con la crisis de 1930? La salida de la crisis mundial del ‘30 precisó de la segunda guerra mundial para relanzar la acumulación, ¿el capital puede relanzarse sin destruir el capital sobrante y aumentar la tasa de explotación como en ese entonces?
– Este tipo de comparaciones es un poco académica y tiene el riesgo de ser un obstáculo al análisis concreto. Hay ciertos puntos comunes, pero puede ser útil insistir sobre las principales diferencias. La primera es que se trata, hoy en día, de una crisis que golpea a todos los sectores de una economía mucho más mundializada. La segunda, es que los gobiernos aprendieron y evitaron los errores de política económica que agravaron los efectos de la crisis en los años ‘30. Luego, está la historia: el mundo no pudo salir de esa crisis sino a partir del estruendo y la furia (fascismo y guerra mundial) en un contexto dominado por el enfrentamiento entre "bloques". Después de la segunda guerra mundial, se instaló hasta principios de los ’80 un capitalismo más regulado, calificado, para ser simples, de keynesianismo.

-De forma un poco abstracta, podríamos decir que, a los efectos de la crisis, la estrategia revolucionaria debe buscar organizar el movimiento de la resistencia hacia una perspectiva anticapitalista. Toda situación de crisis es, desde este punto de vista, profundamente contradictoria: el desempleo debilita a la clase obrera, el miedo al caos puede engendrar conservadurismo o resignación. Pero al mismo tiempo hay una profunda debacle no sólo de la economía sino también de la ideología dominante: el capitalismo nos da hoy la demostración de no poder responder a las necesidades básicas de la mayoría de la humanidad.

La crisis cuestiona todos los preceptos neoliberales y hace caer muchos tabúes. Que podamos tener hoy una gran respuesta al proponer la nacionalización de los bancos es un síntoma entre muchos otros. La crisis hace también nacer un profundo sentimiento de injusticia frente a la violencia de los propietarios por defender sus privilegios.

Por todo esto, hay que respaldar reivindicaciones transitorias fundadas en la idea de control: control sobre los fondos públicos entregados a los bancos y las empresas y control sobre el empleo a través de la lucha contra los despidos. De esta idea de control, podemos pasar a un cuestionamiento concreto a la propiedad privada. Esta perspectiva se enfrenta, en Europa, a los proyectos socialdemócratas y a la dificultad de una salida política. En Francia, las luchas de resistencia son por el momento dispersas y podríamos decir que los países oscilan entre la resignación y la explosión social. Para la izquierda radical, la agenda consiste en poner adelante la perspectiva de un movimiento de unidad, construyendo frentes de lucha que permitan la expresión de una radicalización de las masas.

* Historiador argentino, integrante del CEICS (Centro de Estudios e Investigaciones en Ciencias Sociales).
 

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