Mientras se habla de Trump, en Argentina avanza Macri
El mundo habla de Donald Trump y su gran vocación de poder. Por Argentina Mauricio Macri avanza sin pausa en una búsqueda parecida aunque con políticas distintas. Trump trata de demostrar que está en condiciones de ponerle freno a globalistas y progresistas, pero tiene límites. Macri despliega la estrategia de repartir la gestión para decidir en soledad, aunque la realidad es porfiada y no siempre le hace caso.
Dos personajes de la vida política están detrás de objetivos personales semejantes. Se trata de Donald Trump y Mauricio Macri. Guiados por estrategias y concepciones políticas distintas ambos están abocados a la tarea de construir un poder personal que les permita gobernar en situaciones bastante novedosas. Trump debe presidir a la mayor potencia del planeta después de haberle ganado a quien era el “número puesto”.
Además trae la novedad de haber explicitado una política y proyectos distintos a los que se vienen aplicando desde los fines de la Segunda Guerra Mundial, allá a mediados de la década de los 40’ del siglo pasado. Como lo sostiene una nota del poderoso Washington Post se trata del “primer presidente latinoamericano de los Estados Unidos”
No extraña que el poderoso The New York Times, después de aventurar que entramos en una “época oscura”, pida a sus lectores que se suscriban al diario como una forma de apoyarlo en su prédica anti Trump. En Argentina esa lógica se repite en los grandes diarios.
El modesto Página 12 encabeza -desde el progresismo- las críticas a Trump. Emparenta sus posiciones con quienes en EEUU plantean -más que ser oposición- constituirse en “resistencia”, tal cual lo demanda un cartel de 20 por 10 metros colgado a más de 70 metros de altura por activistas de Greenpeace, en las proximidades de la Casa Blanca. Clarín, junto a los medios televisivos que responden a la misma línea editorial, están colocando en tapa o editorializando con abiertas críticas a Trump. El más conservador La Nación ha sido más cuidadoso a la hora de “informar”.
A Macri le toca gobernar Argentina. Debe hacerlo después de haber ganado “por un hocico” en segunda vuelta electoral. Además lo tiene que presidir con ambas cámaras del parlamento en manos de la oposición y sin posibilidades de revertir, en las próximas elecciones, esa situación. Por si esto fuera poco es la primera vez, desde la época de la “década infame 1930/1940”, que en el país no ganaba las elecciones una fuerza política considerada conservadora.
Dicho esto, veamos en los hechos prácticos recientes de qué modo ambos personajes tratan de construir ese poder personal para dominar la situación con las que les toca lidiar.
Macri, hacia el unicato de un nuevo verticalismo
En las últimas semanas, Macri ha puesto en evidencia su voluntad de gobernar en soledad, confiando –en plenitud- en Marcos Peña, su alter ego. Esa es, en realidad la única “mesa chica” donde se deciden los aspectos estratégicos, por debajo está otra “mesita” con Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. Éstos son los encargados de transformar las políticas estratégicas en líneas operativas. Ahora con las elecciones legislativas de octubre en el horizonte, Macri ha producido otra medida que fortalece su poder centralizado.
Se trata de la renuncia Daniel Chaín, el funcionario encargado de las obras públicas. Éstas, ahora han quedado bajo la conducción personal de Rogelio Frigerio (nieto). De esta manera se unifican, bajo su mando, el manejo de los recursos para tales obras con los objetivos o conveniencias políticas del gobierno central. Frigerio ha ganado espacio pero en directa dependencia del propio Presidente y su estrategia electoral.
De este modo parece terminar el mes de enero con este y otros varios cambios (renuncias de Alfonso Prat Gay y Carlos Melconian), junto a una perspectiva de sancionar varios Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), consolidando la centralidad del poder en Macri.
Ahora el Presidente deberá lidiar con las novedades que trae Trump y sus propios problemas, que siguen siendo muy duros de roer.
El comercio con EEUU en la era Trump
La política esbozada por Trump no solo afecta las necesidades crediticias del gobierno, sino que puede atentar contra nuestro comercio internacional. Detrás de Brasil y China, EE.UU. –con el 8% de las exportaciones- es el tercer socio comercial de nuestro país. Aclarada la medida administrativa temporal sobre el tema de la exportación de limones quedan varias cuestiones muchos más graves. Biodiesel y aluminio son los principales productos que están en debate.
El 90% de las exportaciones de biodiesel, rubro en el que somos primeros exportadores mundiales, tiene como destino el mercado norteamericano. Otro rubro clave es la exportación de aluminio, donde más del 50% de nuestras exportaciones tiene ese destino.
La escasa rentabilidad de las economías regionales hace que su producción quede más debilitada ante restricciones del mercado norteamericano. En este rubro cabe considerar la situación de productos como el té, miel, arándanos, jugos de citrus, manzana y uva -en ese orden- donde el mercado del país del norte absorbe buena parte de nuestras exportaciones.
Los duros problemas cotidianos
La marcha de Macri hacia las elecciones de legislativas es una empinada cuesta. Mejoras en materia de inflación, crecimiento, empleo e inversiones son variables reacias a someterse a la voluntad y necesidades electorales del macrismo. Con un generalizado y rápido endeudamiento ha tratado de cubrirse las espaldas frente a las políticas de Trump que “chuparán” los capitales del mundo. Nos estamos endeudando peligrosamente a tasas de intereses demasiado caras, duplican a las uruguayas. Esta es una riesgosa hipoteca con vistas al futuro. No serán muchas, ni fáciles, las inversiones para actividades productivas.
Mientras tanto, siguen en rojo los datos sobre inflación y cada vez más lejos de su meta del 17% anual, el aumento de la nafta es un brutal anticipo de ese nuevo fracaso o mentira. Si bien hubo algún crecimiento económico en noviembre seguimos por debajo del 2015.
Mejoran las expectativas oficiales en cuanto al empleo y fue recibida con satisfacción la noticia del superávit comercial del ejercicio 2016 (u$s 2.128 millones), que en el 2015 había sido deficitario (u$s 2.969 millones). Esta suba -del año pasado- fue producto de la baja en las importaciones (6,9%) y la suba de las exportaciones (1,7%).
Donde el gobierno ha depositado mayor esperanza es en la capacidad multiplicadora de la construcción, donde hubo 4 meses de crecimiento continuo (agosto, setiembre, octubre y noviembre) y un descenso estacional para diciembre que se supone continuará en enero, para retomar el avance hacia febrero. Los salarios siguen siendo la más importante variable de ajuste, sembrando preocupación, miseria y bronca por los cuatro costados.