Mónica Chalbaud / Simón y Manuela

"Sólo por la gracia de encontrarnos —escribe Manuela— daría hasta mi último aliento, para entregarme toda a usted con mi amor entero… Le guardo la primavera de mis senos y el envolvente terciopelo de mi cuerpo".

 "¡Viva el amor en el raso y en la seda —le responde Simón— las camas mullidas con blandos colchones, los terciopelos rojos, las alfombras, la gloria de ver a una mujer más linda que Cleopatra, ejerciendo todo el poder de sus encantos sobre mis sentidos…"

Simon Bolivar y Manuela Saenz fueron esos protagonistas.

El 16 de junio de 1822 se inició el diálogo de amor más apasionado, lleno de coraje libertario, de furia heroica, y de un grado de conciencia tal que logra inspirarles actos revolucionarios tan sublimes que alcanzan la victoria contra las fuerzas del más poderoso imperio que por trescientos años oprimía todo el contnente. Diálogo que se mantuvo ininterrumpido durante ocho largos años a pesar del esfuerzo de consagrarse a las inmensas obligaciones que los reclamaban y los separaban físicamente.

En correspondencia de revolucionarios, le escribe Bolívar a Manuela: "Por lo pronto no tengo más que una idea que tildarás de escabrosa: pasar al Ejército por la vía de Huaraz, Olleros, Chovein y Aguamina al sur de Huascarán… ¿Crees que estoy loco?

"Esos nevados sirven para templar el ánimo de los patriotas que engrosan nuestras filas. ¿A que no te apuntas? Nos espera una llanura que la Providencia nos dispone para el triunfo. ¡Junín! ¿Qué tal?"

Y le responde Manuela: "Me lleva Ud.? Pués allá voy. Que no es condición temeraria ésta, sino de valor y amor a la Independencia (no se sienta Ud. celoso)".

Ese 16 de junio de 1822 había escrito Manuela en su Diario de Quito: " Cuando se acercaba al paso de mi balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S.E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída a la casaca, justo en el pecho de S.E.. Me ruboricé de la verguenza pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en el acto; pero S.E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía en la mano."

La noche de aquel mismo día, al serle presentada Manuela, Bolívar le dijo:
" ¡Si es Ud. la dama que ha incendiado mi corazón al tocar mi pecho con su corona! Si todos mis soldados tuvieran esa puntería, yo habría ganado todas las batallas".

Antes de la Batalla de Pichincha, realizada el 24 de mayo de 1822, y que le da la libertad a Quito, Bolivar quien se oponía claramente al separatismo de Guayaquil, le escribe a J. J. de Olmedo, Presidente de la Junta de Gobierno del Puerto:

"…Quito [refiriéndose a la Nación entera, no sólo a la ciudad] no puede existir sin el Puerto de Guayaquil."

Manuela Saenz tenía la mira en el mismo blanco. Sabemos que Manuela fue condecorada por el General San Martín Caballeresa del Sol"por sus servicios a la Independencia del Peru.

Por lo tanto conociendo la personalidad de San Martin pudo Manuela ser pieza clave, como lo fue, para el encuentro en Guayaquil, el 27 de julio de 1822, de los dos grandes hombres. Encuentro que afirmó la unidad de la nación de Quito, al mismo tiempo que la integridad de la República de Colombia.

Su conocimiento y su militancia en la revolución peruana, y el excepcional grado de conciencia de los peligros que constituían la poderosa resistencia a la Corona en el Virreynato principal de España en América del Sur, le dieron a Manuela esa poderosa fuerza capaz de enlazar las dos revoluciones, la del norte y la del sur.

La pasión patriótica por la verdad histórica de Alvarez Saa, autor de Manuela, sus diarios perdidos y otros papeles, hace que con base nos hable de la participación de Manuela no sólo en la organización de las batallas de Junin y Pichincha y Ayacucho sino de su contribución decisiva en la definición de su estrategia politica.

Estas tres batallas sumadas a las de Carabobo y Boyacá lograron la independencia de los paises bolivarianos y la libertad del continente Latinoamericano. Con la victoria de la Batalla de Ayacucho, Antonio José de Sucre fue elevado al grado de Gran Mariscal de Ayacucho.

Y Sucre le escribe a Bolívar: "Se ha destacado particularmente Doña Manuela Saenz por su valentía , incorporándose desde el primer momento a la División de los Húzares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando avituallamiento a las tropas, atendiendo a los soldados heridos; batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos.
Doña Manuela merece un homenaje en particular por su conducta; por lo que ruego a S.E. le otorgue el grado de Coronel del Ejercito Colombiano."

Cuartel General de Huancavilca
Diciembre 20 de 1824

Señora Doña Manuela Saenz
Apreciada Manuelita:

Al recibir la carta del 10, de letra de Sucre, no tuve más que sorprenderme por tu audacia, en que mi orden, de que te conservaras al margen de cualquier encuentro peligroso con el enemigo, no fuera cumplida; a más de que tu desoída conducta, halaga y ennoblece la gloria del ejército colombiano, para el bien de la patria y como ejemplo soberbio de la belleza, imponiéndose majestuosa sobre los Andes.

Mi estrategia me dió la consabida razón de que tu serías útil allí; mientras que yo recojo orgulloso para mi corazón, el estandarte de tu arrojo, para nombrarte como se me pide: Coronel del ejército colombiano.

Tuyo,
Bolívar.

[Adición (escrito en vertical al margen de la carta):
¡Viva la Patria, Viva Sucre, Viva Manuela, Viva Ayacucho,
qué es la apoteósis de la República!]

En la fundación de Bolivia, Manuela tuvo un rol decisivo. Propuso que se llamara Bolivar, la naciente república de Chuquisaca, Charcas, La Paz, Cochabamba, y Potosí.

Y Simón le escribió a Sucre: "Es cierto mi querido Sucre, que esto halaga mi orgullo, pero su nominación genérica debe variar a una consonancia femenina; pues allí radica el beneficio de emular ese territorio con la belleza de un nombre gracioso y útil, además, politica, civil y diplomáticamente." A la autora de este Ensayo estas frases de Bolivar le hacen pensar en Manuela.

Algunas Cartas de ese diálogo apasionado entre Simón y Manuela.
                           
Cuartel General en Pucará, a 17 de junio de 1825.

Mi adorada Manuelita:
Mi amor: me gustó mucho lo que me dices, que has ido a rezar, porque en verdad debemos tener fe en que estaremos juntos muy pronto; pero para ello trataremos de ser cada día mejores, más buenos que el anterior; aunque sobra decírtelo, porque tu nacistes buena y humanitaria.

Por eso me siento plenamente orgulloso de tí, porque sé de tus caridades y benevolencias. Me encanta que seas piadosa (aunque no lo eres tanto), amen de que te desvives por los desposeídos.
De paso sé que haces respetar la imagen de la República con fervor y ahinco; sólo que esto te trae mil contrariedades.

Cada vez que recuerdo tu hermosa figura viene a mí el goce de las noches de amor interminables, donde tú eres la amante deliciosa, y somos dos seres absorbidos por el amor que no es esquivo, en tanto tus obligaciones y las mías distan mucho de acercarse, por la poca o ninguna similitud de las mismas.

Si tuvieras obligaciones acá, entonces seríamos más dichosos, pues tu trabajo tendría que ver conmigo. Esto acaso es una suposición; entonces no nos separaríamos más.

Tuyo de corazón y de alma,
Bolívar


Lima, a 14 de julio de 1825.

A S.E. General Simón Bolívar
Mi amor idolatrado:
Hoy he recibido su apreciable del 16 de junio próximo pasado que luego de leer con viva emoción me ha puesto a reir, cantar, llorar y bailar de emoción y alegría.

Hasta la llegada de ésta he fumado tantos cigarros, que estoy ronca y con voz grave; por lo que Nathán se ha puesto a ridiculizarme, y casi la mato de un abrazo, como si fuera usted.

Déjeme usted estar feliz con mis caprichos y mis voluptuosidades, que desde luego contaré con detalles a usted; que sé, usted gozará una inmensidad de sus placeres mentales peregrinos. Bastante bien se ha llevado usted mi imagen, pues ¡no la pierda nunca! Sigo siendo bella, provocativa, sensual y deliciosa. ¡Ah! Mis encantos son suyos y cualquier sacrificio no sería nada, con tal de estar en la proximidad de usted.

Tiene su recuerdo tal cúmulo de retratos, que me hacen ruborizar, pero de deseo, sin romper mi intimidad o mi modestia.

Presto he terminado la lectura de su carta y me dedico a contestarle, con la invariable seguridad de que usted me seguirá escribiendo cartas de amor, que son el pretexto de seguir con vida. Lo amo tanto que me sentí morir cuando S.E. partió. Yo no podría vivir sin siquiera recibir alguna noticia suya. ¿Ve usted la vehemencia con que lo pienso?

Suya,
Manuela.

La Plata, 26 de Noviembre de 1825

(A Manuela Saenz)
Mi amor: sabes que me ha dado mucho gusto tu hermosa carta?! Es muy bonita la que ha entregado Salazar.  El estilo de ella tiene un mérito capaz de hacerte adorar por tu espíritu admirable. Lo que me dices de tu marido es doloroso y gracioso a la vez.

Deseo verte libre pero inocente juntamente; porque no puedo soportar la idea de ser el robador de un corazón que fue virtuoso, y no lo es por mi culpa. No se que hacer para conciliar mi dicha y la tuya, con tu deber y el mío: no sé cortar ese nudo que Alexandro con su espada no haría mas que intrincar más y más; pues no se trata de espada ni de fuerza, sino de amor puro y de amor culpable: de deber y de falta: de mi amor, en fin, con Manuela la Bella.
[Nota: carta enteramente escrita por el Libertador. Sin firma. Al final figura una raya debajo de las palabras "Manuela la Bella"].

Chuquisaca, a 8 de febrero de 1826

General Simón Bolívar
Mi amor: yo me siento muy afligida por la circunstancia de usted. No puedo más con mi pasión  que lo venera a Ud. Ya conoce mis sentimientos y todo lo que es para mí.

Me reanima el saberlo dentro de mi corazón. Lejos mi Libertador no tengo ni descanso ni sosiego; sólo espanto de verme tan sola sin el amor de mi vida.
Usted merece todo; yo se lo doy con mi corazón que palpita al pronunciar su nombre.

Manuela
Que lo ama locamente.

Lima, abril 20 de 1826

Mi adorada Manuelita:
Tu me acechas entre el lecho de las acacias y los cedros, aprisionando mi pobre humanidad entre tus brazos. Yo me entrego a tu prisión como raptado por el encanto de tu sutil sonrisa y tu audacia, en méritos estratégicos para aparecerte como Diana en los jardines de Odiseo.
Contigo estoy dispuesto a llenarme exasperado de las satisfacciones propias del amor.
Este altar de Venus vale bien trocarlo por el trajín del servicio a Marte; en el que pondré también mi más caro empeño, en la magnitud de mis esfuerzos.
Espérame en el huerto de "Chuquiguada", con tu vivaz encantamiento de sorpresas.

Te amo,
Bolíva

P.D.: El viaje me demoró dieciocho días hasta Chuquisaca.

Ibarra, 6 de octubre ( 1826)
(A Manuela Saenz)

Mi encantadora Manuela: Tu carta del 12 de setiembre me ha encantado: todo es amor en ti. Yo también me ocupo de esta ardiente fiebre que nos devora como a dos niños. Yo, viejo, sufro el mal que ya debía haber olvidado. Tu sola me tienes en este estado. Tu me pides que te diga que No quiero a nadie. ¡O no! , a nadie amo, a nadie amaré. El altar que tu habitas no será profanado por otro ídolo ni otra imagen, aunque fuera la de Dios mismo. Tu me has hecho idólatra de la humanidad hermosa de Manuela. Créeme: te amo y te amaré sola y no más. No te mates. Vive para mí, y para tí : vive para que consueles a los infelices y a tu amante que suspira por verte.

Estoy tan cansado del viaje y de todas las quejas de tu tierra que no tengo tiempo de escribirte con letras chiquititas y cartas grandotas como tu quieres. Pero en recompensa si no rezo, estoy todo el día y la noche entera haciendo meditaciones eternas sobre tus gracias y sobre lo que te amo, sobre mi vuelta y lo que harás y lo que haré cuando nos veamos otra vez. No puedo más con la mano. No se escribir.
[Nota: Carta enteramente autógrafa de Bolivar, sin firma].

Pasto, a 13 de octubre de 1826

Mi adorada Manuela:
Recibí tu carta del 29 de septiembre, justamente en el momento más ocupado: ocupación que he dejado de lado por satisfacerme y atender tus dulces palabras, que convierten mi corazón en un reloj desacompasado por la nostalgia.

Tu sola me has robado el alma y yo me ocupo sólo de pensar en tí. Nada distrae más mi atención y mis ocupaciones que el interrogante de tu mirada sobre mi amor a ti.

¿Qué diré yo si no te tengo junto a mí? ¡ Hagamos juntos un propósito! ¡Que sea a la hora del té, cuando tú te conviertas a mis pensamientos y los míos se vayan con los tuyos! ¿Te gusta? De todas maneras, esta conexión sólo tiene su triunfo en la esperanza que tengo de regresar y de confundirme con tu aliento.

Tu amante idolatrado,
Bolívar.


Fines de febrero de 1828.

A Bolívar.
En correo pasado, nada dije a usted sobre Cartagena por no hablar a usted cosas desagradables; ahora lo hago felicitándole, porque lo cosa no fue como lo deseaban. Esto más ha hecho Santander, no creyendo lo demás bastante; es para que lo fusilemos.

Dios quiera que mueran todos estos malvados que se llaman Paula, Padilla, Paez, pues de este último siempre espero algo. Sería el gran día de Colombia el día que estos viles muriesen; éstos, y otros son los que le están sacrificando con sus maldades, para hacerlo víctima un día u otro. Este el pensamiento más humano: que mueran diez para salvar millones.

Incluyo a usted estas dos cartas de Quito, y creo de mi deber decir a usted que ese señor Torres es hombre muy honrado y buen amigo. Si lo hace yo quedo contenta, y si no, tambien, pues yo cumplo con Agurre con esta insinuación y usted sabe bien que jamas he hablado a usted más que por desertores o condenados a muerte; si usted los ha perdonado, lo he agradecido en mi corazón sin hacer ostentación; si no los ha perdonado, lo he disculpado y sentido sin sentirme; yo sé bien cuánto puedo hacer por un amigo, y ciertamente, no es comprometer al hombre que más idolatro.

Adios, señor. Hace cinco dias que estoy en cama con fiebre, que creí ser tabardillo, pero ha cedido y sólo tengo ya poca calentura, pero mucho dolor de garganta, y apenas puede escribir su

Manuela.

Bucaramanga, 3 de abril de 1828

(A Manuela Saenz)
Albricias. Recibí, mi buena Mauela, tus tres cartas que me han llenado de mil afectos: cada una tiene su mérito y su gracia particular. No falté a la oferta de la carta, pero no vi a Torres y la mandé con Ur que te la dió.
Una de tus cartas está muy tierna y me penetra de ternura, la otra me divirtió mucho por tu buen humor, y la tercera me satisface de las injurias pasadas y no merecidas.
A todo voy a contestar con una palabra más elocuente que tu Eloisa , tu modelo.
Me voy para Bogotá. Ya no voy a Venezuela. Tampoco pi8enso en padar a VCartagena y probablemente nos vemos muy pronto. ¿Qué tal? ¿No te gusta? Pues amiga, así soy yo quien te ama de toda su alma.
[Nota: Eloísa: alusión a la Nouvelle Eloïse de Juan Jacobo Rousseau ( 1712-1778)]

Bogotá, 1º de agosto de 1828

General Simón Bolívar.
Señor mío:
Le ruego, por lo que mas quiera en este mundo (que no soy yo) no asista a ese baile de disfraces; no porque usted se encuentre obligado a obedecerme, sino por su seguridad personal, que en mucho estimo; cosa que no hacen sus generales, ni la guardia.

Desista usted ¡por Dios! de esa invitación, de la cual no se me ha hecho llegar participación, y por esto haré lo que tenga que hacer, en procura de su desistimiento. Sabe que lo amo y estoy temerosa de algo malo.

Manuela

Bogotá, agosto 7 de 1828.

Señor General Simón Bolívar
Muy señor mío:
Tengo a la mano todas las pistas que me han guiado a serias conclusiones de la bajeza en que ha incurrido Santander, y los otros, en prepararle a usted un atentado. Horror de los horrores, usted no me escucha; piensa que sólo soy mujer. Pues sepa usted que sí, ademas de mis celos, mi patriotismo y mi grande amor por usted, está la vigilia que guardo sobre su persona que me es tan grata para mí.

Le ruego, le imploro, no dé usted la oportunidad, pues han conjurado el golpe de las doce, ¡asesinarlo! De no escucharme, usted me verá hacer hasta lo indebido por salvarlo.

Manuela.

Dos cartas sin fecha       

[A Manuela Saenz]
El yelo de mis años se reanima con tus bondades y gracias. Tu amor da una vida que está espirando. Yo no puedo estar sin ti, no puedo privarme voluntariamente de mi Manuela. No tengo tanta fuerza como tú para no verte; apenas basta una inmensa distancia. Te veo aunque lexos de ti. Ven, ven, ven luego.

Tuyo de alma
[Nota: Enteramente autógrafa. Las palabras "Tuyo de alma" están subrayadas.]

General Simón Bolívar.
Señor mío, mi amor:
No me basta decir que te quiero; por eso lo escribo, por la necesidad y el apremio de mi pecho.

Quiero grabarlo en las nubes, en el cielo de mi Quito quiero; en el Pichincha es mi anhelo, y en su Colombia como una antorcha, inundada de luz por nuestro amor y por la Gloria.

Lléveme con usted al mismo abismo, donde grito y ruego que lo quiero. Deje Ud. allí crecer mis besos y esos besos suyos bajo el sol de la esperanza y en silencio, como crecen las flores, en esa tierra suya donde vieron nacer su hombría y sus desvelos.

Su Manuela.                   

Addenda [de la autora]

Ocho años de amor apasionado comienzan desde la primera mirada.

¿Qué ve Simón en Manuela ? La ruborizada belleza de aquella mujer con los brazos extendidos hacia él.
¿Qué ve Manuela en Simón ? El magnífico dueño de aquellos ojos negros que le sonríen taladrantes.

La luz del Sol produce la magia necesaria para que Manuela sea la dama que encienda el corazón del guerrero de mil batallas. La luz de la Luna baila con ellos esa misma noche. El es para Manuela el Esperado.

¿Será que a la primera mirada recordaron un interrumpido y revolucionario diálogo?

Mónica Chalbaud es escritora, periodista.
 

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