Mujeres de toda América Latina tomaron las calles contra la inequidad y la violencia
Pañuelos verdes por la legalización del aborto en Argentina. Huelga de “brazos caídos y piernas cerradas” en el Congreso de Ecuador. Guirnaldas de papel con nombres de víctimas de feminicidio en Bolivia. Flores y velas en el reclamo de justicia por la muerte de 41 niñas por el incendio de un hogar de acogida en Guatemala.
De norte a sur, cientos de miles de mujeres de América Latina proclamaron, en su día, la desobediencia contra el patriarcado que padecen a diario bajo la forma de violencia física y simbólica y de desigualdad en materia de derechos en una de las regiones del mundo en las que el machismo todavía impera con fuerza.
Argentina
“El feminismo es la revolución del momento”, dijo Luciana Asur, una estudiante de 23 años con los senos pintados de rosa y verde mientras participaba de una multitudinaria movilización en Buenos Aires desde Plaza de Mayo hasta el Congreso, donde en los próximos días se iniciará la discusión del proyecto por la despenalización del aborto, una de las consignas centrales de la jornada de protesta.
“La sociedad tiene que transformarse para que las mujeres seamos igual de libres”, apuntó la activista que llevaba sobre el cuello un pañuelo verde, color que simboliza la campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, un reclamo de vieja data en el país sudamericano que no ha logrado prosperar en el parlamento entre otros motivos por la resistencia de la Iglesia Católica.
Frente al Congreso, un grupo de artistas yacían en el piso tapadas con sábanas blancas. Cada una tenía pintura roja sobre el vientre, simbolizando las víctimas de abortos clandestinos. “Mientras ustedes debaten, nosotras morimos”, decía un cartel colocado a los pies de una de las artistas.
Según un informe de 2016 del Ministerio de Salud de Argentina, se realizan entre 370 mil y 522 mil abortos por año, cifras que son estimativas por tratarse de una práctica clandestina. Actualmente la legislación solo permite la interrupción del embarazo en casos de violación o peligro para la vida o la salud de la mujer.
“Paramos contra los despidos, el ajuste del gobierno y por aborto legal, seguro y gratuito. Paramos porque venimos a decirle basta a las violencias femicidas y travesticidas y a las violencias económicas y estatales que las sustentan”, expresaron a través de un documento las organizaciones sociales y políticas que impulsaron la marcha.
Según referentes del movimiento feminista, desde diciembre de 2015 el crecimiento del desempleo se ha cebado más con las mujeres, que además se han visto perjudicadas por la reforma del sistema jubilatorio.
La diferencia entre el salario medio de las trabajadoras argentinas y sus compañeros varones es de 27%, afirman referentes sindicales, pero sube a 35% en los trabajos más precarios. Además, las mujeres sufren dos o tres puntos más de desempleo que los varones.
El fuerte impulso del colectivo “Ni una menos” contra la violencia machista si bien logró imponer esta problemática en la agenda pública de Argentina, aún es alarmante la cifra de feminicidios.
El Observatorio de la Violencia contra las Mujeres Ni una Menos, perteneciente al movimiento la Matria Latinoamericana (MuMaLa), indicó que en 2017 se registró un feminicidio cada 29 horas en Argentina.
México
En México, en los seis primeros meses de ese año, hubo al menos cinco asesinatos de mujeres al día, según el Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio, una federación de colectivos sociales que trabaja con datos oficiales.
Tal vez por eso mientras marchaban por el centro de Ciudad de México, el lugar más progresista del país -con aborto libre y mamografías o prueba de VIH gratis-, algunas manifestantes gritaban a quienes las miraban pasar: “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”.
“¡Nos queremos vivas!” insistían miles en la capital de un país donde la noticia de una mujer descuartizada y guardada en un refrigerador apenas fue noticia un día antes de ser desbancada por el siguiente asesinato.
Los feminicidios y la falta de justicia ante esto se han convertido así en un mal generalizado.
De sur a norte
En Perú, cientos de mujeres se lanzaron a las calles de Lima para alertar sobre la ineficacia del sistema judicial y la policía que ha quedado en evidencia por su inoperancia en recientes casos de violencia contra la mujer. También exigieron políticas públicas para combatir la trata de personas.
A su vez, miles de mujeres chilenas recorrieron doce cuadras de Santiago hasta el palacio de gobierno de La Moneda, mientras en Paraguay activistas de movimientos políticos, campesinos y sociales se concentraron en la plaza de la Democracia.
“Basta a la violencia económica y estructural que sufrimos las mujeres. Somos las más explotadas y las que tenemos las peores condiciones laborales. Paramos por las oportunidades reales para salir de la pobreza”, expresó el movimiento Articulación #8MPY.
En coincidencia con la jornada de lucha, el Senado paraguayo aprobó un proyecto que fija en 50 por ciento el cupo de candidatas mujeres en los comicios internos de cada partido político.
En Guatemala, también durante la jornada, familiares reclamaron justicia por las 41 víctimas del incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción. “Lo único que le queda es ponerle flores, hacer un homenaje y exigir justicia por su muerte”, comentó María Elizabeth Ramírez, a quien el fuego le arrebató a su hija Wendy de 15 años.
La mujer llevó flores y velas hasta la puerta de lo que fue el Hogar, que ahora está cerrado con poca presencia policial.
Las menores habían sido encerradas en una habitación tras haber escapado por malos tratos y prendieron fuego a colchonetas con fósforos que llevaba una de ellas. Sin embargo, la investigación del hecho no ha tenido avances debido a los recursos presentados por exfuncionarios investigados.
Por otra parte, decenas de miles de mujeres desfilaron por el centro de Montevideo, Uruguay, reclamando igualdad ante los hombres y no más violencia de género, entre otras consignas. Muchos hombres también participaron de la manifestación. Otras marchas con reclamos similares se celebraron en las ciudades del interior del país.
La central sindical uruguaya decretó un paro general entre las 16 y las 22 horas como adhesión a la jornada internacional de la Mujer y para facilitar la participación en la marcha.
En Bolivia, que figura entre los países con más casos de violencia de género en la región, activistas irrumpieron en un evento de Naciones Unidas el miércoles y colgaron en el cuello de los asistentes, entre ellos el alcalde de La Paz, guirnaldas con papeles que contenían los nombres de mujeres víctimas de feminicidio.
Hasta el 6 de marzo, la Fiscalía de ese país contabilizó 28 feminicidios y 4.674 denuncias de violencia familiar. En 2017 se registraron 109 feminicidios.
En Ecuador, unas 600 mujeres que trabajan en la Asamblea Nacional, muchas de ellas legisladoras, suspendieron sus actividades para exigir mejoras salariales y equidad laboral. “Hoy estamos de brazos caídos y piernas cerradas”, dijo Mónica Alemán, presidenta del grupo parlamentario por los derechos de las mujeres.
En Quito, Guayaquil y Cuenca se registraron marchas con carteles alusivos a la fecha en medio de gritos por la igualdad y en contra del maltrato.
Una jornada histórica recupera la radicalidad feminista
Magdalena León T.-ALAI
La jornada del 8M 2018 marca un antes y un después en la trayectoria contemporánea de la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres en buena parte del mundo. La convocatoria a una huelga de mujeres, con un claro mensaje anticapitalista y antipatriarcal, contribuyó a recuperar el sentido histórico y la radicalidad de esta fecha, tras un período en que la banalización
mercantil había avanzado ya demasiado y amenazaba con imponerse. La movilización feminista, no obstante su vitalidad, no lograba hacerse oír con la fuerza suficiente como para neutralizar el despliegue de flores, ofertas y frases asociadas con la celebración de un ‘feliz día’.
La propuesta de una huelga o paro de mujeres aglutinó causas y alcanzó una respuesta inédita en no menos de 70 países. España sin duda tomó la delantera en extensión y masividad: cinco millones de personas participaron en las movilizaciones y centenares de iniciativas, a cual más creativa, se desplegaron en su territorio. A la convocatoria de las organizaciones de mujeres se sumó la CGT, reforzando el tema del trabajo como eje en un país asolado por el neoliberalismo. Las mujeres de los medios, y algunos medios, pusieron también lo suyo para el éxito de la jornada.
En América Latina destacaron las movilizaciones en Argentina, cuyo potente movimiento de mujeres fue precursor de esta convocatoria en 2017, y en Brasil, donde la activación feminista ha sido crucial e incansable en la resistencia al gobierno golpista de Temer y su agenda ultra neoliberal. En México, sumido en una grave y compleja crisis, las voces se alzaron con igual fuerza contra el feminicidio, la precarización laboral, la represión y las privatizaciones. Mientras tanto, en Venezuela las ‘feministas, chavistas, bolivarianas, revolucionarias… hermanadas en en mismo clamor’, como dice su manifiesto, denunciaron ‘la guerra económica, el bloqueo financiero y la embestida política internacional dirigida desde el imperialismo norteamericano… que ataca fundamentalmente a las mujeres…’, pues supone más esfuerzos y trabajo para reproducir la vida cotidiana.
Si bien hay factores de la coyuntura que dinamizan o aceleran procesos, no se trata de una expresión espontánea o episódica. El pensamiento y la acción feministas han acumulado en lo que va del siglo experiencias novedosas, búsquedas, tejido organizativo, maneras de interpretar la realidad, resistencias, propuestas integrales para ‘cambiar el mundo’.
En América Latina el feminismo se ha expandido y consolidado, con matices propios, al calor de intensas décadas en que se han conjugado resistencias al neoliberalismo, búsqueda de alternativas sistémicas, experiencias progresistas. La posibilidad misma de aludir al feminismo en positivo y no como estigma se logra en medio de estos procesos, en los que la presencia de las mujeres crece y se diversifica, lo mismo que sus agendas que desbordan lo sectorial para plantear transformaciones de fondo, que se resumen pero no se agotan en las divisas anticapitalista y antipatriarcal.
Desde otro espacio y tiempo, el fenómeno mediático desatado con la campaña Me too, la ineludible atención noticiosa de los medios convencionales hacia las protagonistas de los espacios comerciales que comparten, contribuyó a instalar un clima distinto en los medios. Sea por ‘sensibilidad’ o sea por interés, el enfoque predominante fue de denuncia.
Algunos medios fueron más allá de este desplazamiento de foco de la banalización hacia la denuncia. En unos casos optaron por feminizar portadas, titulares y voces. En otros, por dispensar a las mujeres de su jornada laboral para que se sumen al paro. En algunos las mujeres tomaron posición y se sumaron a las movilizaciones con agenda propia.
En los más distintos lugares y contextos las razones para adherir al paro fueron múltiples: manifiestos y consignas aluden a discriminaciones y brechas, violencias, reclamo de igualdad y autodeterminación, en términos más amplios cuestionamiento a un sistema injusto, explotador y depredador, pero por sobre todo se expresó la necesidad de colocar el trabajo en el centro. El trabajo en su diversidad de formas, funciones y sentidos, el trabajo como motor del mundo y de la vida; el trabajo como campo de injusticias y desigualdades pero también como eje de las transformaciones para otro orden económico, social y cultural.
Desde esta perspectiva, queda en evidencia el sentido pro sistema de discursos y posturas que proponen ‘incluir’ mujeres sin alterar condiciones estructurales, incluso como garantía de continuidad o blindaje del sistema -en el sentido, por ejemplo, de lo que postula el FMI-.
Una celebración que crece en alcance y complejidad, que no deja de estar en disputa, pero ahora con una clara hegemonía del feminismo anticapitalista y antipatriarcal.
*Economista ecuatoriana, integrante de la Red de Mujeres Transformando la Economía, REMTE.