Mujeres: ¿Por qué nos matan? III

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El espectáculo patriarcal

Hasta hace unos años, en el organigrama del narcotráfico, Juárez era un punto de tránsito de los cargamentos de droga que se dirigían a Estados Unidos. Los señores del poder en connivencia con forajidos de turno y políticos, convirtieron a la ciudad en una de las plazas más importantes del crimen organizado de México y de América Latina. En la actualidad, además, ostenta el segundo lugar del país en el consumo de cocaína y heroína.

El afamado y temido Cártel de Juárez, junto a otros, se disputan la ciudad y las rutas de tránsito de la droga. El narcomenudeo -venta en pequeña escala- le ha usurpado una parte del negocio al tráfico. Entre las postales cotidianas ves cómo, por precios irrisorios, en silencio asesinan varias generaciones de jóvenes: niños y adolescentes deambulan en calles aledañas al centro o de colonias marginadas; por dos dólares, a las 10 u 11 de la mañana desayunan jeringas de heroína que les venden escondidas en latas de gaseosa. Las cifras censuradas hablan de 1000, 1200 picaderos (lugares donde se expende la droga).

Según datos extraoficiales de la policía municipal, 600 pandillas pululan en la ciudad; 80 o 90 son violentas y en algunas sus integrantes roban, violan y matan mujeres, venden drogas; alimentan su poder temporal con trifulcas, peleas y asesinato de los adversarios de otras pandillas. Las más adaptadas a las leyes antropofágicas dan apoyo logístico a lugartenientes de grandes cargamentos de contrabando o de drogas, encubren el reclutamiento de sicarios ‘estrellas’ que ofician como guardaespaldas o asistentes personales de narcotraficantes y empresarios.

La guerra de narcos provoca balaceras en lugares públicos y a plena luz del día, ejecuciones por doquier, secuestros, vendettas y desapariciones de implicados en la mafia. El ‘ajuste de cuentas’ se cobra siempre con una venganza. Y la venganza se aquieta con una venganza mayor. Los códigos rígidos de la barbarie se repiten una y otra vez. Los rituales sangrientos que tienen como únicos protagonistas a varones se perfeccionan y sofistican. Ellos ofrecen a la sociedad el espectáculo patriarcal con un gran despliegue de fuerzas, de energía letal, de sadismo autorreconfortante. Se impone la normativa de la virilidad irracional y hueca: «A ver quién es más macho». «A ver quién es el más ‘chingón’, el más cabrón».

La guerra de ellos es contra la vida. La nuestra es sobrevivir a sus guerras.

Los cínicos minimizan el femicidio argumentando que existe un patrón de criminalidad generalizado que afecta a diferentes sectores de la sociedad. Anteponen las cifras de cientos de varones ejecutados y otros cientos desaparecidos -implicados directos en el crimen organizado- en los últimos 11 años, que por supuesto son más elevadas a las de las mujeres asesinadas.

De los 4.200 presos que habitan -hacinados- el Centro de Readaptación Social para Adultos (CERESO) -cárcel- de Juárez, menos del cinco por ciento son mujeres. ¿Por qué nosotras reaccionamos de manera distinta a la opresión, la marginalidad, la exclusión, la pobreza? Y no es por sumisión porque en todo caso la sumisión es una exclusión más. ¿Cuándo empezaremos a reivindicar socialmente nuestra entereza y estoicismo ante las desgracias, las injusticias, la desigualdad?

Los opinólogos piden que se inunde la ciudad de policías y se manden a construir más cárceles para combatir el delito. Creen que copiando el modelo de la ‘criminalización de la miseria’, exportado por Estados Unidos, que ha hecho de sus cárceles una industria de importantes divisas y ha conseguido la estigmatización de los pobres (el 15 por ciento de la población estadounidense es negra pero los afroamericanos ocupan más del 50 por ciento de las cárceles), se solucionará el problema de la inseguridad.

Una sociedad que pretende madurar en sus niveles de tolerancia no puede aspirar a dejar en manos de la policía sus reglas de convivencia. Una comunidad que confía su porvenir en las llamadas ‘fuerzas del orden’ está destinada a ser una sociedad totalitaria.

El estado de Chihuahua -al que pertenece Ciudad Juárez- el año pasado hizo una reforma al código penal y se aumentaron los años de condena a los delincuentes. Honoré de Balzac, en alguna historia de La comedia humana, decía que «detrás de una gran fortuna hay un crimen». Los delincuentes mayores, los creadores y regeneradores de la desigualdad social ¿cuándo pisarán una cárcel por sus crímenes masivos?

La farsa de esta democracia se consolida en un escenario global virtual, el estado de derecho se ha fugado, en el planeta nos gobierna una camarilla de serpientes estúpidas, feroces y desagradables. No hay más que ver las fotos de los candidatos a las próximas elecciones de Juárez y el estado de Chihuahua… o las de George Bush y Ariel Sharon celebrando holocaustos de su autoría.

Las desechables de la maquila

El capital transnacional opera a través de centenares de subsidiarias de corporaciones de Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia y países de Europa que encuentran en países como México paraísos fiscales y mano de obra barata. En Juárez, la industria maquiladora en la actualidad da trabajo a por lo menos 130.000 obreras. Desde que los crímenes contra mujeres empezaron a producirse con un patrón, en 1993, esas multinacionales nunca tomaron acciones para ofrecer mayor seguridad a sus empleadas ni han presionado a las autoridades para que pusieran vigilancia en las líneas de autobuses que las transporta, o se crearan vehículos especiales para trasladar a aquellas que viven en zonas de alto riesgo. Las que son madres no cuentan con guarderías para sus hijas e hijos y muchas de ellas se ven obligadas a dejarlos solos o en la calle.

No existen leyes eficaces en el estado de Chihuahua, ni en México, que las proteja del acoso sexual en el ámbito laboral, de la discriminación por sexo o maternidad, que las ampare de despidos arbitrarios, indemnizaciones injustas por incapacidad física o psíquica, bajos salarios, dobles y triples jornadas, condiciones insalubres de trabajo… la lista resulta interminable.

Ellas representan al 60 por ciento de la fuerza laboral pero dicho en palabras de la socióloga juarense, también investigadora del COLEF, Julia Monárrez Fragoso: «Tanto mujeres como hombres somos capital, somos mercancía: ¿qué valor tiene esa mercancía que se paga con un salario tan bajo? Y un salario cruzado por el género, porque las mujeres son las que ocupan los puestos más bajos en la industria maquiladora. Son las que quedan excluidas de los puestos de remuneraciones más altas y las que no se capacitan. ¿Para qué invertir en ellas si valen tan poco?».

Minerva C., con experiencia en recursos humanos en varias compañías, guarda un largo anecdotario en torno a la situación de las mujeres en las maquilas: «Nadie quiere hablar del alto consumo de drogas que hay dentro de las naves industriales ni del negocio del narcomenudeo. Los mismos empleados venden cocaína a sus compañeros para poder soportar la presión laboral o las dobles jornadas de trabajo. Las empleadas sufren, además, abusos de otro tipo.

«Me tocó ver a hombres con altos cargos jerárquicos que se ‘rifaban’ a las jovencitas más guapas. Desde los vidrios polarizados de las oficinas que daban a la planta general las escogían y luego, en el mejor de los casos, las acosaban sexualmente».

Una colega periodista de Norte, diario de Ciudad Juárez, comentaba que en alguna ocasión le hablaron de «la prueba del espejito (un chiste de humor negro)»: si una joven se acerca a pedir trabajo a la maquila, como único requisito, le piden que impregne su aliento sobre un espejo de mano y si el espejo se empaña, es admitida. Sólo basta que respire…

¿Y qué del reguero de sangre que dejan las corporaciones, con sus fabricaciones en serie de objetos destinados al consumo de los países del primer mundo? Con las reglas del libre mercado, la vida vale más en los países desarrollados que en los otros. ¿Cómo justificar que una operaria u operario calificado de la Chrysler, gane de 15 a 20 dólares la hora en Estados Unidos, mientras que por el mismo puesto en Ciudad Juárez se percibe un dólar con cincuenta? O que las vacas de Europa reciban un subsidio diario de alrededor de dos euros por cabeza, mientras que en México más de la mitad de la población (al menos 50 millones de habitantes) se alimenta con el equivalente de menos de un euro diario. Las vacas criadas en los países ricos consumen la mitad de la producción mundial de granos, al mismo tiempo que más de 800 millones de personas del planeta pasan hambre.

Si el cáncer tuviera una ideología, se basaría en un principio: «Crecer por crecer». El consumo también se fundamenta en crecer por crecer. Construido como uno de los pilares del capitalismo en su fase terminal, se resguarda en la bandera del desarrollo. En los últimos 30 años, el crecer por crecer del consumo nos ha llevado a destruir casi un tercio del total de los recursos naturales, según organismos internacionales, entre ellos el World Conservation Monitoring Center (www.unep-wcmc.org ) . ¿Eso no es un exterminio premeditado de otros seres vivos?

La ética de los civilizados

La opulencia colectiva enceguece. Adormece los sentidos y amputa la expresión de las emociones. Los habitantes de Estados Unidos representan al cuatro por ciento de la población mundial, sin embargo consumen el 25 por ciento de lo que se produce en el planeta.

Otro gran negocio deja ganancias de cientos de millones de dólares al año: el tráfico de humanos. La mafia de los ‘coyotes, polleros o enganchadores’ enriquece a policías, funcionarios y autoridades migratorias de ambas fronteras. De manera ilegal cruzan a cientos de mujeres, hombres y niños a los Estados Unidos. Algunos olvidados del sistema pierden su vida en el intento. Pero no les importa correr el riesgo. No ‘buscan el sueño americano’, tratan de huir de la pobreza extrema, un apartheid que sólo les ofrecerá miseria, hambre, maltrato, vejaciones. Coinciden en una voz: «Prefiero morirme cruzando la frontera que seguir así».

Los que estamos a salvo de esa pobreza no alcanzamos a comprender que ellas y ellos ni siquiera pueden elegir la vida sino ciertas formas de supervivencia.

Ciudad Juárez versus El Paso. Un alambrado, un puente, un río, una valla, un muro, separan a dos sociedades que aunque no se diferencian en nada por su DNA, la dicotomía superficial que ve sólo por encima aquello que se materializa sin ser desgajado, las clasifica por opuestos: bienestar/miseria, civilización/barbarie, imperio/periferia, orden/desorden, pulcritud/suciedad. Basta cruzar la frontera por cualquiera de los puentes internacionales que comunican a Ciudad Juárez, con Estados Unidos por El Paso, Texas, para olfatear en los agentes migratorios del país del norte, la discriminación, el desprecio, el autoritarismo de aquellos que se consideran superiores al resto de los mortales.

Probablemente si hiciéramos una encuesta entre las y los habitantes de El Paso, los resultados arrojarían que la mayoría no encuentra una directa relación entre su bienestar, confort y acceso a comprar objetos en forma frenética, con que haya otras y otros que los fabrican para ellos, trabajando como esclavos a pocos kilómetros de sus casas. Tampoco relacionan el consumo excesivo con la contaminación. Juárez cumple las funciones de un basurero gigantesco de los Estados Unidos. Cada día de manera legal o clandestina ingresan automóviles, llantas y todo tipo de chatarra que depositan y entierran allí.

Los paseños resultan los más entusiastas en convertir a Juárez en un centro de transgresión a su larga lista de prohibiciones. Los fines de semana, adolescentes ‘gringos’ de 15 a 20 años van a la ciudad mexicana, entre otras cosas, para beber alcohol. En el país de las libertades no les está permitido hacerlo antes de los 21 años, aunque a los 18 los estimulan a enrolarse en el ejército, donde les enseñan a usar un arma y a matar.

¿Cómo no va a necesitar Estados Unidos proveedores de sus vicios, cuando registra los mayores índices en consumo de drogas, pornografía, prostitución de mujeres, niñas y niños? México limita con el imperio y sufre el impacto de la opulencia y sus excesos.

¿Se puede esperar del gobierno de los Estados Unidos colaboración y solidaridad en la resolución del femicidio de Ciudad Juárez? Investigaciones del FBI dieron indicios de que algunos de los asesinos tienen ciudadanía estadounidense, son residentes o están al mando de empresas con sede en aquel país ¿En qué beneficia económicamente al imperio que atrapen a unos señores, que no sólo controlan el gran tráfico de drogas que se introduce por la frontera de Ciudad Juárez, sino que también resguardan su patrimonio y lavan decenas de millones de dólares anualmente en los Estados Unidos, que provienen de la venta de drogas y de sus monopolios?

Es iluso creer que las autoridades norteamericanas de primer nivel vayan a meter mano en ese asunto. Con un impresionante despliegue digno del presupuesto militar más elevado del mundo (equivalente a los 25 presupuestos militares juntos de los países que le siguen en importancia en el tablero internacional), podrá invadir Irak en busca de petróleo, pero no va a intervenir en su propia frontera por un tema que desde el discurso imperialista considera sin importancia. El sistema económico y político de Estados Unidos protege subrepticiamente a los autores y cómplices de los asesinatos de mujeres.

Deberíamos eliminar la palabra ética de los diccionarios de todas las lenguas hasta no trocar una ética fragmentaria, falsa, canalla por una verdaderamente universal.
Los mixes, un pueblo indígena de Oaxaca, México, consideran que hay dos maneras de ser rico: por la acumulación de bienes o por la reducción drástica de la necesidad. Nos resistimos desde los márgenes de la exclusión impuesta por el centro del poder. ¿Hay alguna otra alternativa a la vista?

El femicidio de Ciudad Juárez ha contagiado a otras ciudades mexicanas: Chihuahua capital, Nogales, Tijuana, León, Torreón, Guadalajara… No es casual que en dichas ciudades se cobije al crimen organizado. ¿Estarán también señores del poder detrás de esos crímenes? ¿Los mismos? ¿Se les habrá ocurrido a los megalópatas transformar esos rituales en una fiesta nacional? El narcofascismo en México ha tomado la forma de todo lo corruptible y se ha mimetizado con la codicia, cultivada por aquellos que creen en el precepto: «A quien tiene le será dado y a quien no tiene le será quitado».

Desde que organismos de derechos humanos y la opinión pública nacional e internacional pusieron sus ojos sobre Ciudad Juárez, los asesinos están alertas. Sus nombren han circulado públicamente en México y en muchísimos otros países. Ya no hay manera de borrar el manto de duda que envuelve sus vidas. No tienen miedo, saben que nunca irán a la cárcel. Pero, enojados porque invadieron lo que ellos consideran sus comarcas, sus feudos, han arremetido, por un lado, con una campaña mediática en los medios locales y nacionales a través de desplegados publicitarios que atesoran no su inocencia, sino su poder económico y por ende político. Por otro, desde la maquinaria concentracionaria, han ordenado una nueva ola de amenazas a defensoras y defensores de derechos humanos, a familiares de las víctimas y a periodistas que han seguido la línea de investigación que los involucra en los crímenes. ¿Por qué no aceptan declarar ante las autoridades lo que saben? ¿Por qué los ha puesto tan nerviosos el señalamiento que los acusa de partícipes y autores de los asesinatos en el marco de los mentados rituales?

En pocos días el gobierno mexicano hará anuncios «espectaculares», según lo adelantado por la propia Procuraduría General de la República, en torno a los autores de lo crímenes de mujeres. ¿Pasará lo de siempre? ¿Atraparán a unos policías y narcos de la base de la pirámide o a ‘imitadores’, que copian el modus operandi de los crímenes en serie y les endilgarán asesinatos que no cometieron?

Después de la ejecución de la defensora de derechos humanos Digna Ochoa, ocurrida el 19 de octubre de 2001, que el gobierno maquilló con un suicidio, ¿con cuál absurdo volverá a poner en evidencia su burla a la democracia y el avasallamiento de los derechos humanos?

Nosotras en movimiento

¿Por qué no llegar a la verdad a través de un proceso conjetural y creativo? ¿Por qué no refugiarse en la intuición en estado puro en lugar de la lógica chata que sólo nos deja hablar de aquello que conocemos? La realidad no es objetiva por quien la imponga ni subjetiva por quien la interpreta de acuerdo a su observación y su reflexión conciente. La realidad está aquí y ahora para ser explorada, analizada, desconstruida. ¿Si no cómo nos defendemos del poder y de aquello que se quiere implantar a fuerza de dogmas, falacias y ficciones psicopáticas? ¿Por qué no apelar a una verdad reconstruida no por lo que vemos delante de nosotros, sino por lo que hay detrás de lo que vemos?

El eclipse entre la razón y la irracionalidad no dará respuestas pero nos obliga a replantear las preguntas. No cobijemos la linealidad de acontecimientos. Entendamos la realidad no por lo que percibimos del contexto próximo, sino por esos hilos invisibles e imperceptibles que sostienen y retroalimentan nuestros actos armonizados con el entorno más amplio. La realidad tiene grietas y en esas grietas se cuela la escisión entre el cuerpo y el espíritu, la necesidad de establecer una jerarquía entre un dominador-dominado, dominada (el meollo epistemológico no está en obedecer sino en aceptar la obediencia como una orden). ¿Por qué no atrevernos a leer la realidad al revés o a trastocar su interpretación para rescatarnos de las certezas? La realidad tiembla y en esa incertidumbre constante que nos depara a cada paso, nos alerta, nos susurra metáforas. Nos obliga a asumir nuestra propia condición humana.

También se trata de reducir el miedo, de convertirlo en un objeto de inspiración si es que intentamos sobrevivir al terrorismo sexual.

Congelan sus destinos en el momento del secuestro. Intentan extirparlas de la realidad. Les roban sus sueños, les arrebatan sus pequeñas alegrías cotidianas de gente sin ambición por el poder, sin codicia, sin ansias de demostrar la virtud competitiva exigida por el individualismo. Ellas quieren vivir su vida: trabajar, estudiar, enamorarse, criar hijas e hijos, transcurrir en el tiempo, envejecer.

Pero les toca conocer la atrocidad como última experiencia vital. Y les seguirá tocando a muchas mientras no confluyamos en una solidaridad expandida desde una red social internacional, organizada por mujeres que queramos ayudarlas para ayudarnos a nosotras mismas.

Otro mundo es posible, con nosotras en movimiento, en acción. ¿Tan desgarrador es asimilar el paradigma de que nos matan por ser mujeres? No podemos seguir viviendo en un duelo histórico permanente. ¿Qué nos pasa? ¿Dónde estamos? Abandonemos la cárcel de la apatía. Salgamos de las academias, las fábricas, los laboratorios, las casas, las oficinas, los campos. Unámonos. Atrevámonos a construir un nuevo movimiento social.

La sombra de las asesinadas nos persiguen. Sus voces son filosos aullidos en el panóptico de la desesperación. Desesperar para comprender. Para modificar la actitud del cuerpo. Respetar a las víctimas. Hallar los resquicios de la belleza en el dolor de la pérdida. Imaginar su entereza en ese momento que precede a la muerte: ¿Sabes lo fuerte que es una mujer para resistir la agresión hasta los últimos instantes de su existencia, arrancándole vida a la sangre, respiración a la asfixia, cicatriz a la mutilación, dignidad a la violación? ¿Cómo se atreven a considerarnos débiles?

Desde esa supuesta debilidad, hoy más que nunca hemos levantado nuestra voz para reclamar el espacio que no nos han dejado ocupar. Desde esa resistencia mortal estamos denunciando en todos los países del planeta que la violencia machista y misógina nos mata.

Nos matan por ser mujeres pero no tienen el poder de quitarnos nuestra identidad, nuestra condición femenina, nuestra elección por la vida.
Tal vez haya llegado la hora de rebelarnos a los postulados del exterminio, de la negación del otro-otra. Tal vez haya que tirar abajo las bases del paradigma cartesiano.

Cerremos filas en contra de la agresión institucionalizada con una acción planetaria conjunta. Paralicemos la tierra con una resistencia pasiva en contra del terrorismo sexual, de los ejércitos, de la fabricación de armas de destrucción masiva, de las mafias, de las naciones imperialistas, de la concentración de la riqueza, de los fanatismos supuestamente liberadores…

Dejen de matarnos. Desde los extremos y desde los matices. En Ciudad Juárez y en todos los confines del universo.

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* Apuntes conjeturales y periodísticos para una novela, abril de 2004. Escrito en solidaridad con madres de víctimas, familiares de inocentes encarcelados -los chivos expiatorios-, activistas, defensoras y defensores de derechos humanos, y periodistas -y amigos-, que han sido hostigados, torturados, amenazados de muerte, perseguidos o vigilados en Ciudad Juárez, Chihuahua Capital, Distrito Federal, El Paso (Texas) y San Francisco (California).
En agradecimiento a esos miles de mujeres y hombres que también manifestaron su solidaridad con las víctimas y los reclamos de justicia, convocados en España, desde las siguientes instituciones, ONGs y asociaciones civiles:
Red de Organizaciones Feministas contra la violencia de género
Mujeres en Red
Plataforma de mujeres artistas contra la violencia de género

Plataforma por los Derechos Humanos de las mujeres
Consejo de las mujeres del Municipio de Madrid

Foro de Madrid contra la violencia a las Mujeres

Área de la mujer de Radio Vallekas

Mujeres vecinales de Madrid

Grupo de mujeres de Carabanchel

Centro Municipal de la mujer del Ayuntamiento De Getafe

Bae (Bidasoaldeko Emakumeak)

Kabigorri Elkartea

Amalatz (Oreretako Talde Feminista)

Gipuzkoako Emakume Feministen Koordinadora,

Ondarroako Udal Emakume Batzordea

Ayuntamiento de Mondragon

Asamblea Mujeres de Bizkaia

Colectivo de solidaridad con la rebelión zapatista de Barcelona

Ayuntamiento de Morón de la Frontera

Mujeres de negro Sevilla
Mujeres Preokupando de Zaragoza
Instituto Canario de la Mujer

Foro contra la violencia de género de Tenerife

Colectivo Trótula Feminista

Instituto de la mujer de Extremadura

IPES (Instituto Promoción Estudios Sociales)

Sodepaz La Rioja

IDSE (Inquietud Europea)

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Publicado en www.rebelion.org

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