Neocolonización en el Tercer Mundo: Las penas son de nosotros, las tierras son ajenas

Pablo Ramos*

Madagascar es una película animada por computadora del género ficción producida por los estudios Dreamworks y lanzada en cines el 27 de mayo de 2005. El filme trata sobre cuatro animales del zoológico Central Park de Nueva York, quienes han pasado toda su vida en cautiverio, e inesperadamente se encuentran en un barco que los lleva a la isla de Madagascar donde vuelven al estado salvaje.

República de Madagascar es una nación insular situada en el Océano Indico frente la costa sudeste del continente africano, cuyo 40 por ciento del territorio fue arrendada a la empresa Daewoo Logistics, una división del conglomerado o chae-bol Daewoo con sede en Seúl, capital de Corea del Sur. Esta descripción no es una ficción.

El caso fue difundido en diciembre por el diario británico Financial Times y retomado por la prensa internacional. La información fue luego detallada por las agencias de noticias Bloomberg y Reuters y el diario español El País. Se trata de un acuerdo impulsado por el gobierno de Seúl para garantizarse el acceso a tierras cultivables, un bien muy preciado en la península coreana que, con una densidad de población de 491 habitantes por kilómetro cuadrado, deja muy poco espacio para la agricultura.

El acuerdo con Antananarivo prevé un arrendamiento de 1.300.000 hectáreas cultivables por 99 años para la siembra de alimentos y de especies para la producción de agrocombustibles. A cambio, Daewoo Logistics se compromete a invertir 6.700 millones de dólares durante 20 años para levantar un puerto para exportar a Corea -indispensable para la viabilidad del negocio- y “algunos beneficios para la población local” como puestos de trabajo y… ¡una escuela!

Madagascar es un país de Indice de Desarrollo Humano (IDH) medio, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, ubicándose en el puesto 143 de un total de 179 naciones medidas. Su población tiene un ingreso promedio de 559 dólares anuales nominales, para un Producto Bruto Interno (PBI) nominal de 10.000 millones de dólares.

Corea del Sur, por su parte, es una nación con un IDH alto (puesto número 25), una renta per capita de 22.054 dólares anuales y un PBI de un billón 72.975 dólares.

No sólo en la comparación entre naciones sale marcadamente desfavorecida la nación insular, sino en el paralelo con la propia Daewoo International Corporation. La compañía surcoreana es un ejemplo de empresa gigante crecida gracias al apoyo estatal y de diversificación artificial. Tiene diez divisiones de ventas: Acero, Metal1, Metal2, química, automotores y componentes, maquinaria, medios de comunicación y electrónica, textiles, commodities y energía. Todos rubros que no existen en Madagascar.

Un ejecutivo de la compañía, Hong Jong-wan, admitió: "Queremos plantar granos allí (en Madagascar) para garantizar nuestra seguridad alimenticia. El alimento puede ser un arma en este mundo (…)".

 
Autonomía alimentaria
Se trata del mayor acuerdo entre una empresa y un Estado de este tipo. Pero no es el único. Las firmas Morgan Stanley (Estados Unidos), Renaissance Capital (Rusia), Landkom (Gran Bretaña), Black Earth Farming y Alpcot Agro (Suecia), Mitsui (Japón), Louis Dreyfus (Holanda), Binladin Group (Arabia Saudita), Fondo de Abu Dhabi para el Desarrollo (Emiratos Arabes Unidos), además de Daewoo, entre otras, son la punta de iceberg de un negocio que recién se inicia: la compra de tierras fértiles en el extranjero para asegurarse la soberanía alimentaria.

El listado de países donde estos grupos de carácter eminentemente financiero hicieron pie incluye a Madagascar, Indonesia, Ucrania, Rusia, Brasil, Sudán, Argentina, Estados Unidos, Pakistán, Laos, Camboya, Etiopía y Ghana.

Como puede observarse, la mayoría de estos países integran el Tercer Mundo, pero también figura la primera potencia mundial, y naciones de creciente peso internacional como la Federación Rusa y Brasil. Es evidente que las condiciones contractuales que las corporaciones de la tierra van a enfrentarse serán distintas diferentes según el tipo de nación donde se establezcan.

Durante años, las potencias han tratado de garantizarse el acceso a los recursos naturales más allá de sus fronteras. Durante gran parte del Siglo XX los hidrocarburos marcaron el rumbo, pero en un mundo que ya superó las 6.000 millones de almas, una cantidad idéntica de estómagos debe ser satisfecha. Si antes fue la autonomía energética, ahora se trata de la autonomía alimentaria.

Energía y alimentos, alimentos y energía. Gracias a los agrocombustibles, estos términos cada vez se encuentran más relacionados. Daewoo por ejemplo va a dedicar las tierras de Madagascar para sembrar maíz y palma, ambos cultivos industriales que pueden generar etanol y biodiesel, respectivamente.

 
La extranjerización en su quintaesencia
El debate sobre las inversiones extranjeras es tan antiguo como las mismas inversiones. Si uno lee literatura económica de la posguerra hasta los setentas, se va a encontrar con una fuerte querella sobre la conveniencia o no del arribo de capitales extranjeros a la economía. Esta discusión prácticamente ha desaparecido, y podemos observar sin demasiado esfuerzo cómo los gobiernos de la mayoría de los países estimulan la llegada del capital extranjero.

Por ejemplo, las discusiones en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) de la Ronda de Doha se encuentran empantanadas por la negativa de las potencias a eliminar los subsidios a la producción y exportación agrícola. Pero en esta rueda iniciada en 2001 en la capital de Qatar se incluyó como bienes comerciales el acceso a las compras gubernamentales, las inversiones y los servicios. Se discute la liberalización de todos los factores productivos a excepción del trabajo, es decir, la inmigración.

En el caso de las tierras para cultivos, hay una relación directamente proporcional entre el avance de la frontera agrícola y el desmonte o retroceso de las selvas. Porque no se trata de terrenos desérticos que se incorporan a la actividad -lo cual sería loable- sino del aprovechamiento en muchos casos de zonas vírgenes, con la consiguiente desaparición de la biodiversidad. En la isla malgache (gentilicio de Madagascar) le vemos poco futuro al baobab y a los lemúridos, y larga vida al bioetanol y al biodiesel.

En la película Madagascar, el león Alex, la cebra Marty, la jirafa Melman y la hipopótama Gloria, arriban a la isla al caer por la borda las cajas en las que eran transportados. Ya allí, se encuentran con los lémures, quienes convencen Alex de defenderlos de los fossa –un depredador local, aunque en el filme sólo se limitan a frustrarles las fiestas a los lemúridos. El león asusta a los fossa y los lémures pueden dedicarse a bailar y cantar, en su paraíso isleño.

Esta película tiene una segunda parte llamada “Escape de Africa”, pero de continuarse la saga, Alex va a tener que hacerse con más fuertes y poderosos aliados para expulsar al “peligro Daewoo” de esta isla.

*Periodista de la Agencia de Prensa del Mercosur

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