Nicaragua: Trahison des clercs
Toni Solo
Entre 1981 y 1984 en Honduras, el General Álvarez Martínez dirigía una guerra sucia contra la oposición hondureña bajo las órdenes del procónsul estadounidense, el embajador John Negroponte, quien actualmente es secretario adjunto de la Secretaria de Estado Condoleezza Rice.
Uno de los objetivos de esa guerra sucia fue de poder promover libremente en territorio hondureño la guerra abierta dirigido por la CIA contra el gobierno Sandinista en Nicaragua. Otro propósito fue impedir el traspaso de armas, material y fondos a las fuerzas revolucionarias en El Salvador y en Guatemala.
Para lograrlo se propuso destruir el movimiento popular en Honduras por medio de asesinatos, desapariciones forzadas, torturas y hostigamiento constante al movimiento popular en todas sus manifestaciones. Cientos de personas fueron desaparecidas o asesinadas. Miles fueron torturadas.
James Carney, un sacerdote norteamericano, había dedicado su vida a trabajar con los campesinos del norte de Honduras. Había adoptado la nacionalidad hondureña. El gobierno de Honduras lo expulsó. Se fue al exilio en Nicaragua. Allí trabajó como sacerdote por un tiempo en San Juan de Limay. En 1983 volvió con más de 70 compañeros bajo el mando de Jose Maria Reyes Mata a Honduras para luchar por la liberación de este país.
Algunos incluso se burlan de ese gesto. Lo llaman tonto, imprudente, loco. Esto es fácil de decir estando vivo y mirando al pasado. Esos guerrilleros, su capellán Carney también, se fajaron en su enfrentamiento al monstruo del imperialismo y lo pagaron con la muerte. Se les debe honor y agradecimiento imperecederos por ello. Honor por siempre a James Carney por su ejemplo inolvidable e imborrable de solidaridad.
Es imposible creer que John Negroponte y sus colegas no fueron cómplices en la tortura y asesinato de James Carney, Padre Guadalupe, a manos del ejército de Honduras. Un ex-sargento del ejército hondureño, Florencio Caballero, ha reconocido su papel en el interrogatorio de Carney. En su testimonio alegó que fue el General Álvarez Martínez quien dio la orden de asesinar a Carney y hacer desaparecer su cuerpo posteriormente. Se especula que se lanzó el cadáver desde un helicóptero en alguna zona selvática del este de Honduras.
Álvarez Martínez trabajaba estrechamente, a diario, con la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa. Él no habría ordenado el asesinato de Carney, un ciudadano estadounidense, sin contar con la aprobación de Negroponte y su equipo en la embajada.
Ahora viene a la región, de nuevo, uno de los verdugos del pueblo hondureño de aquel tiempo. Viene como embajador de Estados Unidos a Nicaragua el verdugo burócrata, Robert J. Callahan. Callahan fue asistente de John Negroponte en Honduras durante el tiempo de Álvarez Martinez, al servicio del gobierno de Ronald Reagan lo cuál terminó traficando ilegalmente con drogas y armas en el istmo centroamericano a espaldas del pueblo estadounidense.
Callahan también fue asistente de Negroponte en Bagdad. Allí ambos supervisaron otra guerra sucia contra el pueblo de Irak, esta vez en nombre del régimen criminal de George W. Bush.
Callahan acaba de entregar sus credenciales al gobierno de Nicaragua ¿Han comentado algo al respecto todos esos defensores de la democracia, la justicia y los derechos humanos? ¿Ha dicho algo toda esa "sociedad civil" de las ONGs? No. Nadie ha dicho absolutamente nada.
En cambio, han montado una campaña nacional e internacional para defender a alguien de su misma clase político-gerencial. Lo hacen con el hiperbólico pretexto de defender la democracia en Nicaragua en protesta por una multa de 1.000 dólares que un juez ha impuesto a Ernesto Cardenal. Se trata de un conflicto sobre una propiedad que ha estado en disputa desde 1997. El poeta finge ser víctima en ese sórdido conflicto y ahora lo aprovecha para hacer capital político al estilo venenoso acostumbrado de la oposición en Nicaragua Ya se ha demostrado que muchas de las ONGs que forman la base de la clase político-gerencial que apoya a Ernesto Cardenal en su bochinche legal reciben fondos directa e indirectamente del gobierno estadounidense. Unos y otros aceptan el patrocinio del gobierno imperialista de George W. Bush representado por Robert J Callahan, cómplice del asesinato de James Carney y tantos otros más.
Lo hacen para apoyar su campaña contra el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional y los demás gobiernos de los países del ALBA.
Ahí está la crème de la crème de las y los intelectuales de América Latina, quienes se ufanan de su cultura y de su supuesta autoridad moral, en solidaridad con Cardenal al respecto de 1.000 dólares y su conflicto sobre un hotel.
Se trata de un asunto absolutamente absurdo en el sentido que dio Sartre a esa palabra, la trampa de la mala fe.
Uno pregunta cuántos de los individuos que apoyan con tanta publicidad a Ernesto Cardenal han levantado un dedo por casos que verdaderamente merecen ese tipo de campaña, por ejemplo la desaparición de Lovinsky Pierre Antoine, destacado defensor de los derechos humanos, desaparecido hace más de un año en Haiti, otro víctima más del imperio estadounidense y sus aliados.