Nicaragua: zona de maquilas, el otro volcán
La investigadora de la Universidad Centroamericana Yanina Turcio Gómez trabajó, como una más, entre las obreras de una maquila nicaragüense. Su relato es acucioso: «Me pareció -dice al relatar su impresión del edificio de la maquila el primer día- la estructura de un campo de concentración, como los que he visto en las películas».
Son más de 10.000 metros cuadrados donde trabajan más de 1.300 trabajadores de ambos sexos.
Las instrucciones son rigurosas y el horario brutal: 7:00 am a 5 :15 pm. Cada trabajador recibirá una tarjeta de control. Dice Turcio Gómez : «Si la tarjeta se pierde, no es responsabilidad de la empresa, sino del trabajador. Si viene a trabajar y no marca la tarjeta, porque la perdió o no la encontró, el día le será descontado, porque no hay ningún registro de si vino o no al trabajo, sólo la tarjeta».
Y para las tarjetas no hay reposiciones.
En su mayoría, las muchachas son adolescentes de 17 / 18 años. «Las mayores tienen 25 y llegaron a la fábrica hace seis o siete años. La mayoría, por no decir todas, ya tiene responsabilidades familiares. Hay muchachas de 22 años con tres y cuatro hijos…».
Esclavitud al estilo actual
A las 6:30 am comienzan a llegar las obreras que pretenden el incentivo que se paga por llegar diez minutos antes que toque el timbre de entrada. Para ello se levantan a las 4 am, preparar el alimento que llevan para el día -y muchas veces el que dejan listo en la casa-. «Entre las 9 y 10 am, todo el mundo ya está loco del hambre, porque desde que uno llega no hay ningún receso hasta las 12 am, hora del almuerzo».
Así que se rompen las reglas estrictas y comen a escondidas, agachadas debajo de los mesones de trabajo, en los baños inmundos -se asean sólo cuando vienen visitas: otros empresarios, delegados del gobierno, jefes de la casa matriz de Taiwán-.
Prima el maltrato: «Un patrón impuesto por el círculo de dirigentes taiwaneses con más tiempo de residir en el país. Una de las muchachas me contó que cuando llega un taiwanés nuevo no maltrata así. Te tratan con respeto, hasta te abren la puerta para que entres, son gentiles». Después, claro, aprenden…
Lo peor es el dolor. Dice la investigadora de la Universidad Centroamericana de Nicaragua: «Al caer la noche los dolores se agudizan más y brotan todo tipo de lamentos. Los dolores de cabeza son masivos, también los pies hinchados que no resisten el peso del propio cuerpo. Abundan los dolores de espalda. Quienes tienen problemas de várices las muestran a punto de reventar».
«Sobran dolores para todos, sin que importen edades o sexo. Y en el botiquín de nuestra área, lo único que había era alka-seltzer y algodón…».
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El informe completo de Yanina Turcio Gómez puede leerse en:www.wordtheque.com/pls/wordtc/new_wordtheque.w6_start.doc?code=70171&lang=es