Niños índigo: creer que una raza de superniños vino a salvar a la Humanidad

1.709

Alejandro Agostinelli*

Hace treinta años, un preadolescente con capacidades diferentes era confundido con un niño prodigio. Nuestras madres lo proponían como ejemplo a imitar y nosotros, sus contemporáneos, mentábamos a la suya en silencio. Aquel niño ahora es mayor de edad. Se llama Claudio María Domínguez y es un ejemplo vivo de que la buena memoria no cotiza en el mercado de valores intelectuales. O, por lo menos, que no es condición suficiente para desarrollar cierta inteligencia.

Aquel niño, cuando creció, tampoco zafó de afirmar solemnes tonterías. Pero ¡a no desesperar! Algo se ha avanzado. Hoy, para nuestros hijos, el modelo de chicos talentosos son Dexter o Phineas y Ferb. Niños geniales de verdad. Otra cosa parece ser la percepción que tienen algunos padres de los niños que parecen poseer talentos maravillosos.

Los llaman niños índigo, o niños índigo-cristal, y para ellos no son –no pueden ser– de la Tierra. Lecturas, amistades o programas de televisión les han enseñado que sus hijos son telépatas, que cierta alquimia genética los ha vuelto inmunes a ciertas enfermedades y están entre nosotros para cumplir con un programa extraterrestre. Que se supone mejor que el de la Tierra, que ni siquiera lo tiene.

Orígenes del fenómeno

Hace diez años, Lee Carroll, un empresario yanqui que asegura canalizar a un ángel llamado Kyron, publicó Los niños índigo: los nuevos chicos han llegado, primer libro de un aluvión dedicado a promover el advenimiento de una generación de niños sobrenaturales, encarnados o descendidos de otro plano, planeta o dimensión espiritual.

Carroll y su compañera, Jan Tober, iniciaron el movimiento Grupos de Luz de Kryon. La pareja afirma que los niños índigo “traen un nuevo código genético, monitoreados telepáticamente por extraterrestres”. Y que las “viejas almas” serán reemplazadas por “estos nuevos líderes que muy pronto nos guiarán y traerán la paz a La Tierra”.

Yahoo argentina, 10 y 11 de enero de 2009

A fines del siglo XX, el tema de los niños índigo parecía una moda en retirada. Sin embargo, sigue presente en la agenda de los medios. El fin de semana pasado, el portal Yahoo!, entre los cables de noticias, aseguraba: “Niños índigo y cristal: Descubrí sus patrones de conducta y cómo tratarlos”.

Tras cliquear el vínculo no hay un informe ni una noticia, somos arrojados al catálogo del buscador de Yahoo! La mayoría de los enlaces son textos de prestadores de servicios esotéricos, fundaciones o clubes que promocionan la existencia de esta nueva raza de infantes que despliegan una fabulosa serie de virtudes que los científicos no comprenden y, por lo tanto, no aceptan.

Hay que avanzar treinta entradas antes de encontrar el primer acceso a un enfoque crítico sobre la cuestión. Los editores de Yahoo! agregaban otros dos enlaces: uno va a “Deficit de Atención”, acaso para equilibrar, y otro a “Reiki para niños”. Este último, se supone, tratamiento opuesto al psiquiátrico.

New Age contra ¿ciencia?

El fenómeno de los Niños Índigo comenzó a gestarse en la década de los ochentas. Pero alcanzó su apogeo en 2004. Todo lo que usted debe saber y nunca se atrevió a preguntar sobre los niños índigo colmó librerías y revistas dominicales o femeninas. Luego trepó a documentales y copó noticieros y "talkshows".

Por entonces, asistí a conferencias de escritores especializados, compré media docena de libros, visité un local donde te miden el aura para saber si tus hijos son índigo, me dejé buenamente aconsejar por expertos y entrevisté a psicólogos, neurólogos infantiles y psicopedagogos.

Cuando el tema ya me había empalagado, escribí un largo artículo para la revista Pensar. Más tarde, con ese bagaje, defendí en una lista de correos la idea según la cual el perfil de los llamados niños índigo coincide con el comportamiento de niños a los que se les endosa el diagnóstico TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad).

Pero en el foro participaban dos psicólogos que no sólo sostenían que el diagnóstico de TDAH era una etiqueta controvertida sino que el propio Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) que cada tanto actualiza la American Psychiatric Association “es una forma institucionalizada de pseudociencia”. El diagnóstico de TDAH, para los psicólogos comportamentales o congnitivo-conductuales, tenía la misma seriedad que la Doctrina Índigo.

En un caso, los padres encuentran una categoría espiritual donde sus hijos revoltosos pasan a ser enviados celestiales con una misión redentora; en el otro, los niños sufren un trastorno susceptible de un “diagnóstico revelado” por un bestiario seudopsicológico que –monstruosamente– habilita a los psiquiatras a recetar Ritalina (metilfenidato), el psicofármaco indicado para casos de “hiperactividad comprobada”. ¡Menudo contratiempo!

Reiki contra pastillas

Terminé aquella investigación convencido de que el movimiento de los niños índigo-cristal había crecido a expensas de la incertidumbre de padres permeables a la propaganda contra el uso del metilfenidato. ¿Existe algún padre feliz de que su hijo reciba una pastillita porque se porta mal? No, entonces la contrapartida es Tierra de promisión: el teórico índigo transforma el “déficit” en “proeza”. Convierte al problema en una “solución trascendente”.

El diagnóstico índigo supone un sentido de misión: para éste, el pequeño es parte de una coalición de niños predestinados a salvar a la Humanidad. Su rebeldía, su rechazo por la autoridad o las normas sociales y acaso su endiablada inteligencia, no son parte de una sintomatología sino un don que estos chicos han traído de otro mundo.

Diego Sakr, neurólogo infantil del Hospital Garrahan (Buenos Aires), lo explicó así: “El entorno sociocultural es determinante a la hora de detectar y abordar a un chico con TDAH”.

Sakr comparó a un niño hiperkinético que vive en un departamento, concurre a una escuela pública en un centro urbano y comparte la clase con treinta compañeros con otro niño de su misma edad y la misma problemática, pero que va a una escuela rural de La Tigra, provincia del Chaco. “En el segundo caso –asegura– el chico dispone de un espacio físico que diluye su hiperkinesia”.

Y sigue: “Después de las vacaciones, cuando no están medicados, las mamás dicen: ‘Yo no entiendo, en la colonia se portó bárbaro’. Hábitat, nivel educativo y nivel socioeconómico son algunas de las muchas variables de las cuales depende el comportamiento de estos chicos”.

El termostato disparatado

No sé si hay una generación de “niños genios del bien”, estilo Flavio Cabobianco, famoso en los noventas cuando, a los ocho años, escribió Vengo del Sol, un libro donde le confiaba al mundo su condición de extraterrestre. Tampoco sé si hay otra de “genios del mal”, como los que preanunciaba El Pueblo de los Malditos. Sé que hay, como hubo siempre, chicos con una variable capacidad para adaptarse al entorno. Y otros con problemas neurológicos más o menos graves.

También sé que los psicólogos científicos –los rivales mejor preparados de la psiquiatría– no tienen una influencia poderosa y todavía tienen que ganar en muchos frentes –léase el psicoanálisis en sus muchas variantes– para hacer oír su voz.

Pero eso tampoco es lo más urgente. Todo padre debe anteponer las recomendaciones que surgen del conocimiento científico a sus propios sistemas de creencias para no poner en peligro la salud de sus hijos.

De todos modos me pregunto:

– ¿Es la teoría índigo un disparate que posterga el diagnóstico que luego permitirá un tratamiento eficaz?

– ¿Es acaso un mal menor, un termostato social que sirve de “colchón” para atenuar el impacto de la medicación compulsiva?

– ¿Qué modelo propone la psicología científica para tratar los presuntos casos de TDAH?

No son, me parece, preguntas triviales. El asunto tampoco lo es, y espero regresar a él cuantas veces sea necesario. Por lo pronto, en mi agenda me faltan científicos de diferentes colores que se tomen el esclarecimiento de estas dudas con un sentido de misión. Ojalá alguno de ellos esté entre los lectores de Magia Crítica.

* Periodista.
http://criticadigital.com/magiacritica

Addenda 

Alejandro Agostinelli (Buenos Aires, 1963), periodista, productor de televisión y ensayista especializado en la investigación de seudociencias y una gran diversidad de cultos y creencias en boga; coordina y dirige el portal Dios! (www.dios.com.ar) y un foro virtual que agrupa a periodistas y otros comunicadores. Su "blog" Magia Crítica se ha integrado al periódico argentino Crítica.

Trabaja en una Enciclopedia multimedia de cultos, mitos y misterios. Escribe para distintas publicaciones en Europa, América del Norte y Latinoamérica. Más información aquí

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.