NO LLORAR POR LOS IDIOMAS MUERTOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Nadie volverá a pronunciar la palabra demexch, que se refiere a un hueco hecho en el hielo para la buena pesca. Nunca más alguien oirá la palabra que designa una rama siempre verde, la que –si es pronunciada correctamente– incluye el sonido del viento en esa rama. Y ningún niño aprenderá que la ardilla, cuando se mueve en un sembradío y junta los granos de maíz tiene un nombre especial, algo divertido de decir cuando la letra final, una k, se pronuncia con el sonido del maíz tostado que se rompe.

fotoTodas esas palabras pertenecieron a la lengua eyak del sur de Alaska. Eyak era una de las centenares de lenguas habladas por los pueblos nativos de América antes de que los europeos llegaran al continente, y su última hablante, Marie Smith Jones, (izq) murió este año a los 89.

Suele equipararse la muerte de un idioma a la extinción de una especies animal; el asunto es que la desaparición de lenguas es un hecho que ocurre con mayor velocidad; en unos 100 años más, de los 6.000 idiomas que existen hoy se hablarán no más de 600.

No es esto necesariamente algo negativo.

Para ser sincero y claro, como alguien que se ha enseñado a sí mismo, por gusto, como entretenimiento idiomas desde niño, no me regocijo cuando una se extingue. Los idiomas pueden armar conceptos de maneras mucho más fascinantes que el inglés –mi lengua nativa– de lo que la mayor parte de quienes hablamos inglés sospechamos.

En berik, un idioma de Nueva Guinea, por ejemplo, el verbo debe definir el sexo de la persona a la que nos referimos, indicar el tamaño del objeto que nos preocupa y si está o no bajo la luz. Así, kitobana significa: «le da tres objetos grandes a un varón bajo la luz del sol».

La lengua berik no corre riesgo inmediato, pero puede que ya no exista hacia 2018. Suponer que podemos conservar las 6.000 lenguas vivas que hoy existen es suponer que pudiéramos evitar que se derrita el hielo por el calor del sol.

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Según emigran a las ciudades quienes hablan lenguas indígenas, inevitablemente aprenden los idiomas dominantes, y los usarán para hablar entre ellos; sus hijos podrán utilizar el idioma nativo en sus casas, pero ya no conocerán la forma de vida que ese idioma expresaba, y se sentirán más cómodos con la lengua dominante en el mundo en que crecen. A sus propios hijos les hablarán en aquella, y es así como mueren los idiomas.

No faltan quienes mantienen la esperanza de que se podrá detener la marea con programas que rescaten y revivan las lenguas originarias, pero el hecho triste es que semejante tarea no será de veras efectiva. Para un ingléshablante educado, aprender francés o castellano no es una dificultad insalvable, pero aprender un idioma en peligro, que conocen pocas personas es algo mucho más serio porque, además, suelen ser tan diferentes de las lenguas europeas como el berik.

Enseñé una vez, en una escuela de verano, a un pueblo originario de América del Norte su lenguaje ancestral. Lo positivo fue que les ayudó a sentirse en contacto con sus antecesores, pero no había ninguna posibilidad de que usaran esa lengua entre ellos. Los idioma de los pueblos originarios norteamericanos parecen haber sido diseñadas para frustrar a quienes crecieron utilizando el inglés.

Hay sonidos que no se pueden emitir a menos que uno haya crecido escuchándolos. En el idioma pomo en California «tomar asiento» puede ser traducido como «prepararse» y el apóstrofe al comienzo signfiica, además, tener un resfriado en la garganta. Los verbos van al final de la frase, como en el japonés, y tomar asiento tienen muchas traducciones, dependiendo de quién o qué se sienta.

Quienes bregan por los idiomas que desaparecen suelen referirse al hebreo como un éxito en ese intento. Pero el hebreo se mantuvo y recuperó por la feliz confluencia de la religión, el nacimiento de un Estado y la obsesiva devoción de un hombre, Eliezer Ben-Yehuda, que se estabñleció en Palestina y se negó a hablar a sus compatriotas en otro idioma que no fuera el hebreo. Esto al extremo de hacer llorar a su cónyuge cuando la sorprendía cantando canciones de cuna a sus hijos en el ruso materno

Pocos llegarían a semejante extremo para hablar un nuevo idioma. Los judío-estadounidenses logran dominar el hebreo sólo cuando lo aprenden en colegiuos que se los enseñana en jornada completa. Hacer esto para miles de lenguas alrededor del mundo sería prohibitivamente oneroso. Además el hebreo tiene una ventaja: una larga tradición con materiales escritos, la mayor parte de las lenguas sólo son habladas.

De cualquier modo, la muerte de los idiomas conforma en la actualidad una demostración de diversidad. Si las personas que hablan diferentes lenguas de verdad logran agruparse, como nos urgían Los Beatles, necesitarán una lengua común. Y el proceso de las edades comenzará: la primera generación se sentirá mejor utilizando el viejo idioma, la segunda lo usará en casa y la tercera sólo conocerá unas cuantas palabras y frases. Aunque la diversidad cultural persista a despecho de una lingua franca común.

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Cuando las personas usan un lenguaje distintivo a lo largo de las generaciones, es normalmente un hecho negativo, indica discriminación o segregación –es decir: lo contrario de lo que persiguen los partidarios de la diversidad–. Los judíos usaron el yidish en casa y otros idiomas en su vida laboral y social porque vivían en guetos, no porque les gustara ser bilingües; los amish todavía hablan alemán, pero porque viven aislados, separados de la vida moderna.

Ojalá que las lenguas en peligro puedan ser grabadas y descritas, pero sus muertes no son algo para llevar luto por ello. Lo cierto es que un solo idioma mundial no sería en sí mismo una catástrofe.

La idea de que ese idioma pudiere ser el inglés, hace que muchos se pongan incómodos. Ciertamemte no podemos borrar de nuestras mentes su historia imperial, pero imaginemos que el idioma mundial fuera, por ejemplo, eyak. De repente la idea de un idioma en vez de 6.000 deja de ser opresiva.

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* Profesor universitario. Autor de El poder de babel, una historia natural del lenguaje, entre otras obras

En la revista Forbes(www.forbes.com). Versión en castellano para Piel de Leopardo: Alejandro Tesa.

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1 comentario
  1. madelyn dice

    oww ke pena perder idiomas tan antiguos como LA EUSKERA, o idioma vasco , que desgracia pero inveitable ,,,,, 🙁

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