Nudo histórico y eslabón débil: Argentina 2021-2001
Héctor L. Santella y Matías O. Feito
El movimiento de diciembre de 2001 en Argentina fue uno de esos puntos de inflexión de aperturas y clausuras desde las luchas de la clase obrera. Podríamos sintetizarlo como concatenación de crisis política, representativa y económica, que conduce a una crisis de hegemonía.
Masas en lucha: un aspecto disruptivo
El ciclo de ascenso más general que lo contiene, inicia en 1999-2000 en los hechos de Salta-Corrientes-Salta donde visualizamos el antecedente de formas de lucha y organización que se desarrollan durante el movimiento de diciembre de 2001. Las elecciones legislativas (octubre-2001) aceleran la crisis política. El triunfo del Partido Justicialista (PJ) sobre la coalición en el gobierno de la Alianza (Frepaso-UCR), sucede con un alto nivel de abstención electoral que se expresa en la pérdida de votos para las dos fuerzas políticas mayoritarias.
¿A qué nos referimos con “movimiento de diciembre”? Si bien todo el movimiento empieza el 2 de diciembre con la implementación del “corralito” -incautación de los salarios por los bancos- nos referimos al tiempo-espacio de luchas y protestas del campo del pueblo que tiene su punto de inicio el 12-13 de diciembre con un plan de lucha que expresa unidad en la clase obrera. Y culmina con la movilización de masas (insurrección) a escala nacional del 19/20 de diciembre que fuerza la renuncia del gobierno mediante la lucha de calles.
La zona desencadenante del movimiento fue el plan sistemático de cortes de ruta a nivel nacional el día 12 de diciembre, en manos de los “piqueteros” (desocupados, asalariados rurales, camioneros, etc.); y la huelga general nacional del 13 de diciembre convocada por las tres centrales obreras contra la política de gobierno, el “corralito” y renuncia de Domingo Cavallo como ministro de Economía.
A partir de allí se suceden diferentes formas de lucha que aportan información sobre las distintas fracciones sociales que intervienen: productores rurales, industriales y comerciales, asalariados privados y estatales, entre otros.
Las otras personificaciones sociales del movimiento son fracciones de pequeña burguesía atrapadas en el “corralito”, y aquellas capas más pobres del proletariado atrapadas en la cárcel de la miseria (hasta el extremo detonante del hambre). Unos salieron en busca de alimentos, y otros entraron en acción callejera (rotura de bancos, etc.) en defensa de la “propiedad privada”.
El desempeño de la pequeña burguesía tiene un movimiento cíclico que estaría explicado por los intereses ambivalentes de sus fracciones y capas (acomodadas, proletarizadas, pauperizadas) en estado de crisis de su conciencia burguesa.
Los asalariados también muestran un comportamiento vacilante, y esto verifica la falta de un movimiento concurrente de la fuerza proletaria que si bien, para el paro del día 13 muestra iniciativa dirigiendo al conjunto del movimiento de oposición político y social, para el 19 y 20 pierde fuerza. Lo que lleva a que el ciclo cambie de manos y sea completado desde la masa fluctuante que desplegó su mayor fuerza ofensiva en esos días.
Masa fluctuante: coyuntura estratégica
Retomamos una de las conceptualizaciones más originales de Lenin como lo es masa “fluctuante”, “inestable” o “amorfa”. Cuando él estudia en 1917 el desarrollo de una situación de dualidad de poder y busca articularla con el proceso de lucha de clases, ahí localiza a este movimiento que la revolución incorpora súbitamente y tiene un carácter social determinado.
Aunque lo estudia en un momento de guerra civil creemos que la figura se ajusta a la situación del 2001. Un momento de crisis donde una masa inestable oscila llegando a enfrentar a las mismas conducciones a las que antes adherían. La forma que asumen son manifestaciones que podemos sintetizarla en dos fases: a) “oleadas que suben velozmente y descienden de un modo súbito”, y b) “exacerban la revolución y la contrarrevolución”, que “barren” los elementos moderados.
Para despejar cualquier duda, no sostenemos la existencia de una situación de dualidad de poder en 2001-2002. Incluso adelantamos que la presencia de aporías entre fracciones burguesas y una movilización de masas que toma la forma de insurrección no necesariamente revirtió lo que caracterizamos el periodo contrarrevolucionario que situamos en 1983 desde la percepción de la lucha de la clase obrera.
Al enfocarnos en las oleadas ascendentes y descendentes del período, nos parece nodal hacer observable la relación del proletariado con la masa fluctuante, compuesta por pequeña burguesía, “sectores medios”, y fracciones sociales desalojadas del sistema productivo. Esto conduce a problemas de orden táctico, dentro de una estrategia en el análisis de los procesos de formación de fuerza social observado desde los enfrentamientos sociales.
La noción “tiempo social” se vuelve inteligible en los momentos en que se produce un “destiempo” en relación a los grados de unidad (consigo misma) y grados de alianzas (con otras fracciones de clase) en el comportamiento de la clase obrera. Así nos aproximamos a cuál es la fracción social que tiene la iniciativa y conduce.
En la insurrección, la relación estado-masas se establece en forma directa, por ruptura con la mediación política. En el movimiento insurreccional de diciembre de 2001, las masas luchan en contra de las condiciones de opresión social y política donde visualizan como responsable de su situación a los aparatos burocráticos del estado y establecimientos comerciales-financieros.
La conciencia desventurada de la clase obrera: ¿a dónde conducen las confrontaciones?
La pérdida de la iniciativa por parte de la clase obrera se explica porque delegan la lucha de sus reclamos en los cuadros políticos del partido de la alianza en que participan (PJ). Reafirman su conciencia reformista y renuncian a la lucha teórica (conducción de las masas y el periodo).
Vale observar la oscilación ascendente de la masa fluctuante y la vacilación de las conducciones sindicales. Difícilmente logremos discernir en los hechos un interés social que intente abarcar la conducción del movimiento de oposición político y social. La conciencia desventurada de la clase obrera podemos encontrarla en no-asumir las propias situaciones que desencadenaron.
Pensar el fracaso como problema de hegemonía remite a la relación con los grupos dirigentes de un proyecto político. La cuestión es: ¿por qué insistir en ser “columna vertebral” renunciando a ser “cerebro”? ¿Puede irrumpir el cuerpo en lucha y continuar dependiente históricamente en la conciencia?
Las contradicciones internas se vuelven difíciles de resolver al mantenerse en lo inoperante de la conducción de la conciencia burguesa que acaba de fracasar, esa capacidad de reinstalarse tras la desatadura de un nudo histórico que se convierte en eslabón débil que la aprisiona.
Nudos históricos y eslabones débiles: crisis + descomposición
El fantasma que hegemoniza el sentido común sobre el 2001 habitualmente se basa en el “caos organizado” por el capital financiero en medio de la distribución de ganancias y pérdidas entre “pelotones” de la aristocracia financiera.
¿Qué abrió el movimiento de diciembre de 2001? Por un lado, una fuerza social dirigida políticamente mediante cuadros del peronismo (junto a cuadros de otras fuerzas), que contiene a fracciones de la producción industrial, agropecuaria y de exportación, con apoyo de fracciones de pequeña burguesía, asalariados y desocupados.
Esta alianza social marcó una torsión en las relaciones de fuerza al interior del Estado con respecto al capital financiero internacional, pero su desempeño posterior continúa marcado en un equilibrio inestable.
Por otro lado, una alianza política nueva con origen en la Ciudad de Buenos Aires que se monta sobre la imagen fetichizada de las “asambleas vecinales” en la figura del vecino-propietario, que mayoritariamente se sintetiza alrededor de Mauricio Macri (PRO-Juntos).
Estos dos agrupamientos políticos van delimitando distintos alineamientos en las confrontaciones sociales hasta 2021. Desde una perspectiva catastrófica entre fracciones burguesas que compiten electoralmente entre un capitalismo de “exclusión” o “inclusión” conformando un bloque histórico en las últimas dos décadas.
¿Cuáles formas de poder se expresaron desde el campo del régimen y el campo del pueblo en el movimiento de diciembre? Tres formas de poder: insurrección, golpe de estado y guerra. Aunque no todas realizadas, quedaron esbozadas como tendencias donde los organizadores y los capitalizadores de los procesos políticos son una incógnita cuando “no cierran” los problemas del poder y el estado actualmente.
La guerra de carácter social que libra la aristocracia financiera desde el régimen de dominio constituye el verdadero saqueo a la mayoría de la población. Promueve la imagen de un “todos contra todos”, mistifica las luchas políticas y sociales bajo la indiferencia y la indefensión. Fomenta una ingeniería fragmentaria al campo del pueblo, así como refuerza y propone al ciudadano-propietario como protector del orden social desde lo más singular de la vida cotidiana.
Mientras que disponen de la relación golpe de mano-golpe de estado, como tecnología política para resolver las luchas interburguesas e intercapitalistas, teatralizando en el Parlamento desalojos y sustituciones de cuadros que expresen ciertos intereses de una u otra fracción burguesa.
Y la insurrección de carácter popular que tomó diferentes formas según la zona donde se realizaron durante 2001 y 2002: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, o las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Río Negro, Tucumán, entre otras. El papel estratégico de la lucha (de clases) en las calles por medio de acciones directas, creó las condiciones de una insurrección popular a escala nacional produciendo enfrentamientos sociales entre masas y Fuerzas Armadas del gobierno (policía, infantería, gendarmería).
Lo que abre el movimiento de diciembre, no se resolvió en la transición de la crisis de hegemonía, porque no sólo es crisis sino también descomposición del mismo sistema capitalista. De allí la radicalidad de las tres formas de poder.
¿Atrapados sin salida? La fuerza de apertura que desencadenó el movimiento de diciembre de 2001 fue una larga metamorfosis que afecta al movimiento de lo social. Nadie es el mismo después de la crisis y transición de estos 20 años. La incógnita está desencadenada y consiste en asumir las confrontaciones concretas en situaciones de transformación, huida o destrucción.
* Investigadores del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO, www.cicso.org), Argentina, invitados por el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE www.estrategia.la).