Nuevo orden: Europa frenó a Bush en Turquía

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En la reunión de la OTAN en Turquía, consignó el Washington Post, en su edición del 29 de junio, cerró su discurso el presidente de EEUU haciendo gala de sus conocimietos bíblicos: «Sin importar cuáles puedan ser nuestras diferencias culturales, debería existir respeto y paz en la casa de Abraham», (www.washingtonpost.com). La referencia a Palestina era obvia, aunque Palestina no figuraba entre los temas militares a tratar.

El encuentro se realizó con dos objetivos visibles, aunque ninguno de ellos se cumplirá, por lo menos en lo inmediato. El primero, pregonado por todas las partes, era recobrar la amistad en la alianza militar estratégica de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) -constituida en tiempo de la «guerra fría» como un cerco sobre la Unión Soviética y sobreviviente al desmoronamiento de aquella- resquebrajada seriamente desde la invasión anglo-estadounidense a Iraq, aunque cuestionada desde antes por su actuación en el nuevo escenario mundial cuando la agresión a Serbia en la trágica «cuestión Kosovo».

El segundo objetivo evidente se refería a la necesidad estadounidense de involucrar la responsabilidad europea en el asunto militar iraquí -y consecuencialmente desdibujar las propias, ocultando de paso el acoso que padecen de sus tropas y corporaciones encargadas de la reconstrucción del país invadido-, tanto como mejorar su imagen irremediablemente dañada por los bombardeos y represión indiscriminados sobre la población no combatiente y las violaciones a los derechos humanos en las cárceles que administra en Iraq.

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Por debajo de los buenos modales y del manejo bíblico de Bush -árabes y judíos resultan algo así como primos, al proclamarse ambas naciones descendientes del patriarca Abraham: los primeros hijos de una hermosa criada, posteriormente expulsada del hogar, los segundos de la mujer legítima del pícaro Abraham, a la cual el dios de los judíos otorgó el privilegio de fornicar para concebir a muy tardía edad-, lo que estaba en juego era la capacidad de convocatoria y convencimiento estadounidense sobre sus aliados europeos.

Pobres resultados

Podría decirse que la última vez que un gobernante estadounidense fue mirado con -relativa- simpatía por el resto del mundo fue cuando se descubrieron los juegos eróticos de Mr. Clinton en el «salón oval» de la Casa Blanca; simpatía, fuer es decirlo, que se derritió como nieve de primavera cuando el entonces presidente de EEUU negó y perjuró: «no he tenido sexo con esa mujer». Esa mujer, una estudiante que hacía su práctica en dependencias gubernamentales, tenía -y tiene- edad como para ser hija del marido desleal.

Bush llegó a la cita de la OTAN en Turquía dispuesto a conseguir una victoria. Llevó incluso al presidente títere de Afganistán, Hamid Karzai, quien, tras agradecer la protección que brindan los 6.500 soldados de la alianza desplegados allí, instó a los delegados a aumentar el poder de fuego para mantener bajo control el territorio y garantizar, con los comicios de setiempre próximo, la instauracion de la democracia «a la americana» en el país.

El dirigente afgano evitó cualquier referencia al notorio y preocupante aumento de la producción de opio desde la caída de los talibanes y su comercialización en Europa y, desde hace unos meses, crecientes exportaciones a EEUU.
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El opio es la materia prima de la heroína.

En el ajedrez de Bush, Rumsfeld, Cheney y Cia., el despliegue de la OTAN en Asia Central no sólo asegura el estatus de país sometido -o de prefectura imperial- de Afganistán, sino que además constituye una bofetada, otra más, a la ex Unión Sovietica, para cuyos gobernantes esa región es secularmente el equivalente de América Latina para EEUU: un patio trasero. Y, last but not least, las fronteras chinas no están muy lejos. Sin olvidar, naturalmente, la riqueza gasífera y petrolera del área.

Sólo que a los intelectuales y politólogos estadounidenses no les resultó la jugada.

Al frío encuentro entre Rodríguez Zapatero -jefe de gobiero español que ordenó el retiro de sus soldados de Iraq- y Bush se sumó la elegante, irónica frialdad de Francia. M. Chirac fue claro: «Soy completamente hostil a la idea de que la OTAN se establezca en Irak», dijo a la prensa. «Sería peligroso, contraproducente y mal entendido por los iraquíes, que -después de todo- merecen un poco de respeto». Dejó claro el presidente francés que de EEUU son «aliados» y no «siervos».

Si bien -cortesía obliga, y la cortesía es necesaria ante un «amigo» tan poderoso (y un poquitín irresponsable a veces)- la UE prestará hombres para ayudar a entrenar a las fuerzas armadas iraquíes, no se involucrará en el conflicto. Los italianos de Berlusconi, polacos y otros anuncian que no se retiran, son fieles a la Casa Blanca, pero difícilmente llegarán soldados de otros países. El pantano iraquí les pertenece por completo.

El polvorín turco

Estambul tuvo más problemas que beneficios de la cumbre de la OTAN. Sí: hubo, como siempre que se reúnen grandes delegaciones, niñas de buen ver merodeando los hoteles y algunos comerciantes hicieron buenos negocios; pero Turquía se alzó para protestar en contra de Mr. Bush, en particular, y de la OTAN en general. Los disturbios se sucedieron en casi todas las ciudades importantes.

El periodista chileno Ruperto Concha en la emisora Bío Bío (www.radiobiobio.cl) describe así la situación planteada: «Es una tentación analizar en qué consiste la soberanía que le prestaron a Irak, dirigida por un primer ministro que era agente de la CIA. Pero aquello palidece ante la importancia de lo que estaba ocurriendo simultáneamente en Estambul, durante la cumbre de la OTAN.

«El domingo (27 de junio), el presidente de Estados Unidos, George Bush, se volvió a equivocar. Y, llevado por su entusiasta equivocación, se permitió indicarle a la Unión Europea que ya es tiempo de que acepten la incorporación de Turquía, y que deben darle de una vez por todas una fecha de ingreso. Las palabras de Bush provocaron casi un minuto de silencio, que se rompió cuando tomó la palabra el presidente de Francia, Jacques Chirac, quien con un tono más que seco, le respondió que no se metiera en asuntos que no le incumben».

Como lo indica Immanuel Wallerstein en su artículo ¿Turquía en Europa?, en Radio TVContinente: «Para Europa, el punto es si basará su futuro en seguir siendo una cultura cristiana o en asumirse secular. Debemos recordar que actualmente los europeos debaten fieramente si en la nueva Constitución debe existir una referencia explícita a la herencia cristiana del continente, algo que se impulsa con fuerza desde el Vaticano.

«El estallamiento de esta agitación interna, que crece, depende de que Europa pueda (o no) hallar maneras de abrirle espacio cultural a la población musulmana que inevitablemente se expande. Para algunos, integrar Turquía conducirá a mayores agitaciones. Otros piensan que es la mejor manera de desactivar cualquier estallido».

(Artículo completo en: www.continente.nu/castellano/artiklar/artikelpost.cfm?show=1210&sammaKategori=;).

Querer «apurar» a los socios menores de la OTAN para el pronto ingreso de los 70 millones de habitantes de Turquía a la Unión Europea puede leerse, pues, de muchas maneras; y no es la más frívola pensar en un intento para que las froteras surorientales turcas permanezcan cerradas a lo que bulle en el -por los estrategas de la Casa Blanca denominado- «Oriente Medio Ampliado». La referencia de Bush al «respeto y paz» entre judíos y musulmanes no es mera retórica.

Fe y energía

Las aventuras neocolonialistas y protoimperiales de los gobiernos estadounidenses han terminado mal. En Viet Nam como antes en Corea y después en Cuba, y la emprendida en actualidad en Colombia (con el pretexto de frenar la narcoindustria se tiende una cinta aisladora-sanitaria sobre Brasil y Venezuela que mira asimismo hacia Ecuador, Perú y la Argentina -con el probable ánimo cómplice del Palacio La Moneda de Santiago-) no tiene mejor aspecto.

Sólo que, por ahora, América Latina no es urgente. La angustia de Wáshington, el vuelo del águila de cabeza calva, transcurre sobre los meandros de la «guerra de civilizaciones» de que habla el profesor de Harvard Samuel Huntington.

«La tesis apocalíptica de Huntington sobre el choque de civilizaciones puede estar en proceso de ejecución (…) El paradigma de Vietnam podría encontrar, a corto plazo, una réplica en el paradigma de Al Quaeda. La hipótesis sería que, tras un ‘ablandamiento’ norteamericano infructuoso en Afganistán e Irak, el horror de la violencia terrorista se hace crónico en Arabia Saudita. Y con el conflicto político-religioso instalado en el corazón del Islam, tal como lo está en el corazón israelí de la cultura judeocristiana, ya no habría posibilidad de retroceso», escribió en el diario La Nación de Santiago en febrero de 2004 el analista José Rodríguez Elizondo.

La fe, sabemos, mueve montañas, pero lo hace mejor montada en un bulldozer, que precisa combustible. Antes -cerca de su dios y lejos de Estados Unidos- los musulmanes, que viven sobre lagos y mares de gas y petróleo, no pasaban de ser relativamente pintorescos; tras la II Guerra Mundial y el desaforado consumismo que aceleró la mundialización de la economía, las distancias se acortaron. Al pintoresquismo siguió el interés, no por su cultura sino por su subsuelo.

Hubo que utilizar las diferentes sectas y nacionalidades para hacer caer al demonio soviético, pero ayudarlos después a entender que quieren vivir en democracia. Si no se dan cuenta, bueno… ahí está Iraq.

Al lado de Iraq se cocina en su sol Arabia Saudita. «Los jefes del imperio comienzan a cansarse de los wahabitas que gobiernan la superficie de lo que es importante en ese desierto: petróleo. Al Qaeda, así, parece un pretexto, otro más. Y no está de más recordar, por cierto, quienes y por qué alentaron el comienzo de la organización», escribe Lagos Nilsson en «Arabia… Y lloverá sobre el desierto» (http://noticias.arcoiris.tv/modules.php?name=News&file=article&sid=163.

Esta guerra «civilizatoria» y santa que libra EEUU a partir de la presidencia de Reagan es una guerra por esencia de bandos supranacionales para instaurar -como quería Hitler con métodos que no son tan diferentes, es distinta la tecnología- un orden duradero. Las atrocidades cometidas en la cárcel iraquí Abu Jraib contra los prisioneros musulmanes no son en absoluto peores que las cometidas por las dictaduras latinoamericanas del Cono Sur entre 1971/1990, pero en Iraq «trabajaron» equipos internacionales de torturadores.

A los civiles y militares que torturaron en América Latina los entrenó, cierto, la CIA y fuerzas especiales estadounidenses -probablemente con ayuda de similares israelíes-, pero salvo excepcionalmente no participaron muchos extranjeros en semejantes prácticas.

En Iraq fue distinto. Israelitas, sudafricanos, australianos y tal vez algunos croatas «demostraron» sus conocimientos al lado de los estadaounidenses. Se habla -Robert Frisk dixit- de que «los verdaderos interrogadores acusados de animar a los soldados estadunidenses a abusar de los prisioneros iraquíes trabajaban al menos para una compañía que tiene extensos lazos militares y comerciales con Israel. Hoy se sabe que el jefe de una empresa estadunidense cuyo personal estuvo implicado en las torturas en Irak asistió a un campo de adiestramiento «antiterrorista» en Israel, y que a principios de este año recibió un premio de manos de Shaul Mofaz, derechista ministro de Defensa de Tel Aviv».

Informa el Washington Post en su edición del 29 de junio que el presidente Bush criticó a «algunos aliados en Oriente Medio», sin nombrarlos, por estar relacionados con extremistas e impedir el disenso político interno, llamándolos a compomererse con la democracia. ¿Será el reino árabe saudita el próximo blanco de la cruzada?

Europa no cedió en Estambul esta vez, lo que pudiera significar un respiro o un retraso a los planes estadounidenses para Latinoamérica. Pero el gato anda suelto y no lleva cascabeles en collar.

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*Editor de la revista de cultura y política latinoamericana Piel de Leopardo.

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