Octavio Paz, Pablo Neruda: – VÍCTIMAS DE »LADRONES EN LA NOCHE»
Editor, crítico literario y académico –recurrentemente invitado por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Católica de Chile– actualmente es catedrático titular de Estudios Hispánicos en la Universidad de Kentucky. Autor de Pablo Neruda: The poetics of Prophecy (Ithaca, Cornell University Press, 1982); junto a Nivia Montenegro preparó Infantería (antología de Guillermo Cabrera Infante; Fondo de Cultura Económica, 1999); Octavio Paz ante la crítica (Ediciones Era, 2008) y en 2009, publicará la esperada Biografía intelectual de Octavio Paz.
Se diría que es un cubano atípico, ni en Miami ni en La Habana es bien visto; y, como todos los isleños, es alegre y maduro, igual que ron «en las rocas». Solemos conversar sin la solemnidad del canon académico, revisamos tantos temas por correo electrónico, en especial Neruda y los amigos mutuos; sus amables e interesantes discusiones con Cintio Vitier, Fina García Marruz y Roberto Fernández Retamar por las significaciones que cada uno tiene de Lezama Lima, en fin, siempre será un placer debatir con Enrico Santí sobre los orígenes de Paz y Neruda.
–Enrico ¿qué te trae de vuelta a México?
–Mira, como tú sabes el 19 de abril de 2008 se cumplen 10 años del deceso de Octavio Paz, y habrá una serie de eventos en todas partes del mundo que van a conmemorar este duelo, en Nueva York y en Washington habrá pronto un simposio dedicado a su obra, también habrá otro congreso en París y aquí en México se van a organizar varios actos, entre ellos, Televisa ha tenido la feliz idea de dedicarle tres programas durante el mes de abril a su vida, como yo he estado tantos años trabajando en una Biografía intelectual de Octavio Paz, me invitaron a participar en los tres programas, y para los cuales van a entrevistar a una serie de personalidades de México: Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Enrique Krauze y otras figuras relevantes, bajo la conducción del periodista Javier Aranda Luna, de La Jornada.
–Ahora todos te vinculan con Octavio Paz, pero en tu vida poco sedentaria ¿cómo lo descubriste?
–Como bien dices, es la vida nómada, yo no vivo en México, soy crítico literario y profesor, así que Octavio Paz y yo nos movíamos en círculos cercanos, pero no necesariamente idénticos, creo que el vinculo más importante fue por mi maestro Emir Rodríguez Monegal, que fue mi mentor en la Universidad de Yale. Bajo Emir yo estudié a Octavio Paz, después logré conocerlo en un maravilloso recital en Nueva York (1974), posteriormente a mi primer libro sobre Neruda, decidí, mejor dicho me contactaron para hacer un libro sobre Octavio Paz para una editorial universitaria, que quería un libro general acerca de su obra y como yo sabía muy poco, decidí pasarme un verano aquí en México; empecé a hacer una serie de investigaciones sobre los orígenes de su obra –los ensayísticos y poéticos– y al cabo de aquel verano lo conocí realmente, hicimos buenas migas,.é
«Vio el interés que había demostrado a través de mi trabajo, también había descubierto algunas cosas que él se había olvidado completamente acerca de sus primeros años, entonces a partir de ese momento tuvimos una buena relación, primero de lector autor –desde luego todavía soy el lector– y tuvo otras ramificaciones por simpatías políticas, me dio la oportunidad de contar con un foro como la revista Vuelta –donde publiqué muchas cosas literarias y de otra índole– y a lo largo de los años hicimos una bonita amistad, también tenía su contenido de intercambio político, opiniones compartidas, desacuerdos, en fin, un dialogo extenso».
–¿Para cuándo saldría la Biografía intelectual de Paz?
–La pregunta me la han hecho muchas veces a lo largo de los años…
–¿Es una cuestión de urgencia?
–Lo cierto es que, cada vez que ya he estado dispuesto a terminarla siempre sale otra cosa. Estaba lista cuando sale el Premio Nobel (1990), y con ello muchos testimonios y obras, después el fallecimiento (1998) y ahorita una de las cosas en que estamos trabajando más –mi asistente y yo– es en hacer un dossier exhaustivo de su trabajo diplomático, porque durante 25 años Paz fue un funcionario destacado en París como en Tokio y Nueva Dehli. Por tanto ese trabajo es importante para poder situar su pensamiento político y sus posturas intelectuales, en tanto a moral intelectual. Ahora está en curso de investigación y me temo que no va a cesar hasta fin de año. Lo que quiere decir, es que si me alcanza el tiempo y la paciencia podremos terminar el libro para fines de 2009, en cuyo caso primero saldría la biografía en inglés –en una editorial universitaria de Estados Unidos– y posteriormente en español y ojalá que salga aquí en México.
–¿En el Fondo de Cultura Económica?
–Ojalá que salga en el Fondo de Cultura Económica.
–El arco y la lira fue reeditado por el FCE a 50 años de su aparición ¿Qué dirías en una edición conmemorativa sin caer en lo repetitivo o lo ya expuesto por Julio Cortázar y Anthony Stanton para el FCE?
–Te confieso que no conozco muy bien esa edición conmemorativa del FCE, sí he estudiado El arco y la lira (1967), y claro Julio Cortázar es un lector privilegiado porque inmediatamente tuvo un contacto con el propio Paz y, qué duda cabe, también Anthony Stanton ha hecho unas contribuciones maravillosas, magnificas al estudio de la poética de Paz; yo a Stanton lo admiro y lo respecto mucho.
«Es interesante que a lo largo de los años, en mis conversaciones con Paz sobre todo en el Retrato de Octavio Paz que salió en la revista Letras Libres –no hace mucho– ahí Paz expresó algunas dudas que él tenía de ese libro, por ejemplo, criticó su excesivo cerebralismo, le parecía un libro demasiado intelectual, demasiado denso, me confesó ?esto no salió en la entrevista- que si lo tuviese que escribir otra vez, él le hubiera quitado muchas páginas, lo cual quiere decir qué, es un libro que para él mismo presentaba una serie de problemas, no sé si Anthony Stanton ha abordado esa propia opinión».
–Sonará muy trillado, pero ¿cuál es el mejor libro de Octavio Paz?
–La pregunta es muy difícil, bueno es fácil, pero es complicado responderla. El mejor libro de Paz –yo creo- es su obra poética, porque ahí está todo: el hombre, el niño, el intelectual, ahí están sus posturas más profundas ¿no? La obra poética, ese tomo que publicó Seix Barral primero en 1975 y luego en el año 92, es el testimonio más importante, pero qué duda cabe también el ensayista tiene una obra muy destacada. Tu pregunta no admite una respuesta como las Obras Completas, por otra parte, yo diría que el libro que resume también su pensamiento político, moral y poético es su biografía de Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe (1982) es un libro fundamental para la historia de su pensamiento.
«Insisto, la poesía está en el centro del pensamiento de Paz, la poesía como una especie de filtro a través del cual se tiene que ver el mundo».
–Citaré de Jorge Edwards, en su libro Adiós poeta (1990) a Octavio Paz cuando dice: «Mi conclusión es que Neruda es el mejor poeta de su generación. ¡De lejos! Mejor que Huidobro, mejor que Vallejo, mejor que Borges. Y mejor que todos los españoles» (pp. 76 y 77). Casi nadie sabe lo siguiente: ¿Octavio Paz te habló de su gestión ante Carlos Barral para editar las Obras Completas de Neruda en España? ¿Qué te decía en privado sobre la diáspora nerudiana?
–La respuesta rápida es decirte que lo negociábamos y conversábamos de la misma forma que él lo hablaba y actuaba con sus editores, Carlos Barral no era el único, de hecho cuando Seix Barral no quiso hacer las Obras Completas, fue Octavio Paz el que alentó y recomendó al Círculo de Lectores de Barcelona para que hicieran la edición.
–¿Todavía no pertenecía a Random House – Mondadori?
–No, Círculo de Lectores hizo la primera y más documentada edición comentada por Hernán Loyola y yo tengo el prólogo al primer tomo. La decisión editorial vino por parte de Octavio Paz, antes de que ellos hicieran sus propias Obras Completas. Paz siempre fue un admirador poético de Neruda, no fue un admirador ni político, ni personal –mejor dicho, la cercanía personal y política entre Paz y Neruda cesó después de la estancia de Neruda en México (1942) y trató de reanudarse muy brevemente en el año 1967 en Londres, cuando se encontraron.
«Paz podía deslindar fácilmente entre lo personal y lo profesional, estaba convencido del talento y la calidad de la obra de Neruda, por otra parte me decía: «Enrico tienes que hacer una antología de Neruda, tenemos que rescatar a Neruda de sí mismo», lo que quería decir, en términos prácticos, es que Neruda era demasiado prolijo.
«Cuál es la diferencia entre un escritor y otro? Paz ejercía más autocrítica en su propia obra, y según él Neruda no tenía un sentido de distancia y de autocrítica lo suficientemente fuerte, como para dejar fuera del tintero obras que eran repetitivas o decaían en cuanto a su imaginación poética. En todo autor hay momentos de caída y de grandeza. No todo en Octavio Paz es grandeza. La defensa de Neruda por Paz fue como gran poeta. Habría que equilibrar con la crítica que Paz le hizo al estalinismo de Neruda y a su complicidad con ciertos regímenes –por ejemplo el de Fidel Castro Ruz– a pesar de todos los problemas de la Carta abierta de 1966».
–Celebraste el Centenario de Neruda en el Instituto Cervantes de Nueva York y en la revista Estudios Públicos de Santiago de Chile, en ambos textos desde una mirada política ¿Por qué la estética del lenguaje no ocupó un lugar primordial en el Centenario de Neruda? Hablo del «márketing» chileno en general y tu lectura politizada en particular?
–Tal vez convenga situar ambas ponencias antes de pasar a lo que yo pienso, las razones por las que la estética no formó parte del contenido de ambos textos. Del primero te cuento que lo leí en el Instituto Cervantes y en otros dos congresos a los que fui invitado: Pablo Neruda en el Corazón de España (Córdoba) donde participaron muchos destacados críticos de Neruda, entre ellos, Selena Millares (Universidad Autónoma de Madrid), Jaime Concha (Universidad de California) y Alain Sicard (Universidad de Poitiers y traductor de Neruda al francés). Luego lo leí en Cairo, en un homenaje que se le hizo a Neruda en Egipto (organizado por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad del Cairo).
«El texto que se llamó Los dos Nerudas es polémico desde el punto de vista político –subrayo sobre todo lo polémico– porque me llamó la atención a lo largo del 2003, previo al Centenario, fue a partir de la oficialización de estos homenajes, que hubo una pérdida de la perspectiva y una distancia crítica hacia Neruda –es decir, la palabra estalinismo nunca salió a relucir en los recordatorios a Neruda–, no salió a relucir el hecho de que Neruda haya cambiado un poema dedicado al Mariscal Tito (Josip Broz) en Las uvas y el viento (1954) y que nadie hubiese comentado eso.
«Al oficializarse estos homenajes a partir de los gobiernos de Concertación en Chile, daban evidencia del recorte de la memoria histórica, cuando es precisamente uno de los temas más importantes que han tratado salvaguardar los gobiernos democráticos después del golpe de la dictatura militar de Pinochet. Es decir, debería haber una coherencia moral e intelectual de la memoria histórica, Neruda mismo reconoció sus errores, en el Memorial de Isla Negra, como tú sabes, está ese canto, El episodio donde Neruda aborda los errores del estalinismo, también existen sus declaraciones al diario L’Express: «yo me he equivocado», cuando hablaron de la URSS; el mismo articulo cita, de lo que no cabe duda, que la poesía en lengua española no sería la misma si no hubiera existido la obra de Neruda, yo le concedo todas las distinciones habidas y por haber, por la excelencia y variedad de su labor poética».
–Y brevemente sobre las Obras Completas editadas por Hernán Loyola (1999 – 2002) y la biografía de David Schidlowsky (2003) que abordas en tu segundo ensayo, ¿ahí señálas que Loyola excluye textos políticos?
–No solamente políticos, era una exclusión –que discutí con Saúl Yurkievich, gran amigo mío, ya fallecido por desgracia– arbitraria que incluía y omitía una variedad de textos de juventud, textos de Neruda publicados por El Siglo –diario del Partido Comunista– textos publicados en Alemania, la URSS, Cuba… Insisto, no sólo temas políticos, Loyola dejó fuera temas sobre viajes, de literatura.
–¿Confesiones?
–Confesiones. Mi interés en las Obras Completas de Neruda por Loyola era también por la extensa biografía de David Schidlowsky –estoy esperanzado porque la editorial RIL de Chile publicará sus más de 1,300 páginas– a pesar de que es un libro muy crítico acerca de Neruda, sobre su estalinismo y gestiones diplomáticas en México y España, a Schidlowsky le señalo que no tiene una perspectiva estética acerca de Neruda, es decir la palabra Stalin aparece unas 100 veces y el nombre de Whitman aparece una o dos veces, ¡cómo escribir una biografía acerca de Neruda y no hablar de su obra poética! Mi modesta postura es bibliográfica, le señalo a Loyola y Schidlowsky sus ausencias, hemos pasado el Centenario de Neruda y todavía no tenemos ni unas verdaderas Obras Completas, ni una verdadera biografía. Cómo decía Borges: «la noción de una edición definitiva, sólo pertenece a la teología o al cansancio».
–¿Lo que está pasando contigo y Paz?
–Por eso te decía que si me alcanza el tiempo y la paciencia terminaré la Biografía intelectual de Paz (risas)
–Después de escucharte decir que la poesía en lengua española no sería la misma sin Neruda, recuerdo en tu prólogo al Canto general (1990) un detalle que me conmovió, tus conversaciones con José Emilio Pacheco, él dijo que Sergio Pitol y Carlos Monsiváis le regalaron Residencia en la tierra y Canto general, aunque tuvo la oportunidad, José Emilio nunca pretendió conocer personalmente a Neruda ¿Con qué te quedaste sin publicar de tu charla con JEP?
–Es uno de los más gratos recuerdos que guardo de mi estancia en el Woodrow Wilson Center de Washington. Yo estaba preparando la edición comentada del Canto general y sabía que José Emilio vivía cerca, le hablé por teléfono y lo invité a pasar todo el día en el Wilson Center, hablamos de lo divino y humano. Acerca de Neruda y de Octavio Paz, en ese momento José Emilio Pacheco guardaba cierta distancia con Paz, por cuestiones que tenían que ver con la revista Vuelta, yo le di mi humilde opinión. Hablamos del Canto general, se veía que José Emilio lo había leído muy bien, fue una tarde deliciosa, conversando con una persona tan sensible como José Emilio, culto y bibliográficamente muy informado.
–En su momento le pregunté a Jaime Concha sobre su edición de Odas elementales (Cátedra, 1982) ¿Cuál es tu historia editorial en Canto general?
–La historia es muy bonita, yo me di cuenta –después de terminar mi tesis sobre Neruda– de que no existía una edición comentada del Canto general, así que me atreví a ponerme en contacto con Matilde Urrutia, en 1983, y recibí a vuelta de correo una respuesta muy cariñosa, ella me dijo: «Usted puede hacer la edición del Canto general, tiene todo mi permiso, conozco su esplendido trabajo»; entonces fui a la editorial madrileña Cátedra y presenté el proyecto, viajé por primera vez a Chile en 1989. Entrevisté a mucha gente, conseguí material que me era inaccesible, consulté la biblioteca que Neruda donó a la Universidad de Chile. La persona que más me ayudó a informarme en el subtexto del Canto general fue Jorge Edwards.
–Te propongo analizar cómo la voluntad de Neruda y de Paz fueron despojadas, en Chile por el escenario post golpe de 1973 y en México por la intromisión del PRI ¿Qué disfunción percibes en la Fundación Neruda y la Fundación Octavio Paz?
–Es una maldición que la supervivencia de la obra de un poeta tenga que depender de las Fundaciones, institutos o academias, nada más alejado de la obra viva de un poeta, que la cuestión oficial y sus instituciones –eso me parece una desgracia–, pero en esta época en que vivimos no hay una manera de asegurar la supervivencia o proteger la memoria de estas figuras.
«En el caso chileno sabemos que parte de la estrategia de Matilde Urrutia fue mantener la vigencia de Neruda en circunstancias tan deprimentes y hostiles como era la dictadura militar de Pinochet, que indirectamente fue la que causó la muerte de Neruda, que sí estaba enfermo de cáncer, pero murió repentinamente por la gravedad del país. Entonces la información que tengo sobre lo que pasó con la Fundación Neruda y la triste intervención de estos personajes –encabezados por Juan Agustín Figueroa– que como ladrones en la noche, han utilizado estos fondos para el beneficio económico de personas que son diametralmente opuestas a cualquier tipo de memoria que se pueda tener de Neruda, digamos Ricardo Claro, me parece inaceptable, lo encuentro de una repulsividad moral total y soy el primero en apuntarme para cualquier tipo de gestión que pueda remover a estas personas del poder que han tenido hasta ahora.
«Yo no vivo en Chile, sólo soy un lector de Neruda y le he dedicado buena parte de mi carrera al estudio del poeta chileno, pero también debo decir que no debemos confundir la obra poética con los avatares políticos y personales que puedan venir después, ya sea por parte de la Fundación Neruda o por parte de la oficialidad del gobierno.
«En el caso de Octavio Paz hay una situación tal vez análoga, en el sentido de que Paz siempre fue una persona incómoda –no para los mexicanos, sí para cierta élite mexicana, que nunca lo aceptó y que todavía no lo acepta–, al punto de que crean mitos, de que Octavio Paz era un tipo autoritario, un extranjerizante, un misógino, toda una serie de mitos que se han creado alrededor de su obra, sobre todo para restarle todo tipo de opinión política acerca de las fallas de la sociedad mexicana, por ejemplo sus opiniones sobre la ausencia de una oposición democrática o la corrupción de a nivel administrativo».
–¿Y su digna renuncia a la Embajada de México en la India al conocer la matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco?
–Efectivamente, la renuncia del 68 y lo que eso significa en cuanto a la estratificación del Estado, hay una serie de incomodidades que Paz no cesó de ventilar a lo largo de toda su obra, por lo tanto la situación análoga que se da con la Fundación Neruda.
«También era tentador utilizar los medios que ofreció en su momento el presidente Ernesto Zedillo para asegurar el estudio y la memoria de Paz, mediante una fundación, que fuese apoyada por una serie de personajes afines en afectos a la persona y obra de Paz, fue lamentable que después por cuestiones internas y externas la Fundación Paz no se pudo sostener, primero que nada, se hizo todo apresurado, no hubo consultas con Octavio Paz, ni con su viuda (Marie-Jo Trianin), no se puntualizaron cosas esenciales, se tomaron libertades y abusos de confianza…
«Yo formé parte de la Fundación Paz, pero sólo en su Consejo Consultivo, me alegra no haber participado en el diario administrativo, que resultó ser un verdadero berenjenal, en cuanto a malos entendidos, suspicacias, lo peor que puede pasar es la ambivalencia, llevada a la sospecha de que hay un deseo de mancillar la memoria, transformarla en otra cosa que el poeta nunca quiso, aquí la analogía con la Fundación Neruda.
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* Periodista.
Publicada originalmente en www.elclarin.cl; se reproduce aquí por gentileza del autor.