Olvidos, bellaquerías: ¿qué pasó con el día del cine chileno?
Roberto Trejo Ojeda*
(¿Quién se acuerda de Jorge Müller?)
El 17 y 18 de noviembre recién pasados se celebró la Fiesta del cine. Heredera del tradicional Día del cine chileno –que hasta hace dos años se celebraba en el mes de Octubre– esta masiva actividad ha venido a consagrar el predominio de los intereses económico-comerciales y político-mediáticos en el desarrollo de la cinematografía del país.
En efecto, bastaba ver los afiches y avisos comerciales para darse cuenta que los actores más relevantes eran las grandes cadenas de salas de cine, los distribuidores de cine estadounidense, el diario El Mercurio, consultoras de imagen, radios y empresas de televisión. Ocultos en un rincón aparecían los tradicionales organizadores: la Plataforma Audiovisual y el Consejo Nacional de la Cultura.
El gobierno y los propios representantes de los gremios audiovisuales estuvieron de acuerdo en utilizar esa “semana floja para los dueños de las salas” para desarrollar sus actividades, pues se generaría un efecto mediático para un gobierno cuestionado públicamente, entre otras cosas, por sus actuales políticas culturales.
Así, el interés comercial de los grandes empresarios de la distribución y el propósito mediático-político del Estado se coludieron en los días del “cine a luca” donde las películas chilenas estrenadas este año se beneficiaban de una iniciativa que surgió de luchas e historias que los actuales cineastas y funcionarios públicos se han propuesto olvidarlas.
Una historia que se liga a la búsqueda de un cine comprometido con su entorno cultural y social. Una historia que se liga a la figura de un camarógrafo llamado Jorge Müller Silva.
¿Quién se acuerda de Jorge Müller?
El 28 de noviembre de 1974, el camarógrafo Jorge Müller Silva y su pareja, la actriz Carmen Bueno (izq.), estuvieron presentes en el estreno de A la Sombra del Sol, realización de Silvio Caiozzi y Pablo Perelmann, que se celebraba en el cine Las Condes. Ambos habían participado en el rodaje de este filme, lo cual los llenaba de orgullo. Tras pasar el toque de queda nocturno en una fiesta en la casa de un compañero de filmación, en la mañana partieron a su casa para posteriormente dirigirse a sus trabajos.
Ninguno llegó a trabajar. Pocos días después, el padre de Jorge recibió una llamada telefónica anónima que le informó que su hijo había sido arrestado, junto a Carmen Bueno, por efectivos de la DINA. Nunca más volvió a verlo.
Jorge Müller (abajo, der. con Sergio Trabucco y Raúl Ruiz durante la filmación de Palomita Blanca) era a la fecha de su detención y desaparición uno de los camarógrafos más importantes del país. Participó en innumerables películas durante el gobierno de la Unidad Popular y su trabajo como camarógrafo responsable de La batalla de Chile lo ha hecho trascender hasta el día de hoy.
Pero esta historia no terminó ahí. Testimonios posteriores han logrado establecer que ambos fueron llevados a Villa Grimaldi, donde fueron brutalmente torturados. La última vez que se les vio fue el 18 de diciembre de 1974, cuando fueron sacados de sus celdas por los agentes de la DINA.
Durante el mes de julio de 1975, dos medios de prensa latinoamericanos –que hacían su debut y despedida– publicaron una lista de chilenos muertos en Argentina, supuestamente debido a enfrentamientos entre grupos "subversivos" y fuerzas de seguridad de ese país y otro producto de "rencillas internas". El nombre de Carmen Bueno figuraba en aquella lista.
En noviembre de 1975, Sergio Diez, embajador ante la ONU de la dictadura militar, entregó un listado de setenta personas que habían sido denunciadas como desaparecidas, afirmando que no tendrían existencia legal. Entre ellas figuraba el nombre de Jorge Müller.
¿Qué pasó con el Día del cine chileno?
Como forma de recordar al colega talentoso y al amigo, sus compañeros de labores mantuvieron viva la imagen de Jorge y Carmen entre ellos. Por eso, cuando comenzaron las protestas contra la Dictadura de Pinochet, los 29 de noviembre cineastas, técnicos, guionistas, actores, se reunieron frente a la Biblioteca Nacional para exigir saber su paradero. En esas actividades se formó el compromiso de establecer ese día como el Día del cine chileno.
Cuando comenzó la transición dicho compromiso fue asumido por los diversos gremios del sector audiovisual y, durante varios años, a fines de noviembre se celebró el Día del cine chileno. Más aún, para el acto principal, el Sindicato de Técnicos de Cine creó la distinción Jorge Müller como forma de reconocer a los profesionales de mayor trayectoria y contribución al esfuerzo por desarrollar un cine de contenido nacional.
Según algunos, todo eso es pasado, es historia, es nostalgia. El cine que vale es el actual. El cine es tecnología digital. El cine es un arte y no necesita compromisos sociales. El cine es "cosa de caballeros” y, por lo mismo, no tiene memoria.
Lo cierto es que la promesa del cine chileno se ha ido esfumando lentamente. Las organizaciones gremiales del sector fueron reemplazadas por las asociaciones de empresas y empresarios en la interlocución con la sociedad; los intereses del Estado se centraron en administrar formularios y fondos concursables; y el Día del cine se privatizó a los actores del mercado.
Así, las luchas para desarrollar una cinematografía vinculada a la realidad cultural, política y social chilena, derivaron en la pasada "fiesta del cine": la versión “bacheletista-aliancista” del otrora Día del cine chileno.
* Productor, guionista y magíster en Comunicación.
Arena Pública, plataforma de opinión de UARCIS.