Opereta o zarzuela. – LA DONNA… É MÓBILE?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Pareciera que la Democracia Cristiana de Gútenberg Martínez y Soledad Alvear se apoderaron de la facultad presidencial de dirigir la política exterior del gobierno, actuando en un escenario un tanto histérico fabricado transversalmente por la derecha que pertenece a la oposición –y a la que se anida dentro del gobierno– más la prensa que exhibió el mismo signo ideológico frente a esta cuestión, salvo la imparcialidad del diario electrónico El Mostrador.

La decisión presidencial, adoptada en una reunión de gabinete el domingo, argumentó la ausencia de consenso en América Latina. Previendo que Guatemala ni Venezuela reunirían suficientes preferencias, para no “perder su voto” Chile se refugió en la cómoda y poco ética abstención, que marca cierto continuismo en la indefinición de una política exterior coherente, en particular hacia América del Sur. Las votaciones desalentadoras para Venezuela en Nueva York fortalecieron alegatos en favor de la “sabiduría” de la postura abstencionista de Bachelet, aunque en los hechos desmereció su rol conductor real de la política exterior.

La decisión fue comunicada al público alrededor de las 21 del domingo, pero antes la propia presidenta se lo informó de manera personal a la presidenta de la Democracia Cristiana. “Antes de que el ministro secretario general de Gobierno, Ricardo Lagos Weber, anunciara la noche del domingo que Chile decidió abstenerse en la elección de un miembro no permanente de origen latinoamericano en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, llamó por vía telefónica a la jefa de la Democracia Cristiana (DC), Soledad Alvear, para explicarle los motivos por los cuales tomó dicha resolución”, explicó el martes El Mostrador**.

El Mercurio reseñó que la dirección de la DC celebró la decisión el lunes. “De hecho, la mayoría de los cálculos que se sacaron resultaron con un saldo más que positivo, ya que se cumplió gran parte de los objetivos trazados al hacer público el rechazo a Venezuela”, indicó el diario. “Uno de estos es el tomar un lugar de privilegio en el conglomerado, marcando diferencia con el ala izquierdista”.

El “antes y el después”

‘La Presidenta ha tomado la decisión pensando en Chile; en materia de política exterior no caben las presiones, no caben los antes ni los después”, dijo el comunicado que leyó el hijo del ex presidente Ricardo Lagos. “Sólo caben los intereses permanentes de la nación”, añadió, aunque sin especificar cuáles son esos intereses permanentes.

La referencia a “los antes ni los después” alude una amenaza de ruptura de la DC local con la gobernante socialista “después” de un eventual voto por Venezuela. El chantaje fue formulado por el presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), Gútenberg Martínez, quien no tiene cargos relevantes en el partido… pero es el marido de su presidenta, la senadora y ex canciller Soledad Alvear, quien también aspira a ser la próxima presidenta de Chile. Martínez y Alvear jugaron abiertamente a socavar la gobernabilidad de su aliada amenazando con la inestabilidad.

Pareciera que en el ánimo presidencial pesaron más las presiones DC, sin dejar de lado a EEUU. Sin una política exterior coherente, Chile ahora podrá ratificar el tratado del Tribunal Penal Internacional (TPI) sin el riesgo de mayores represalias económicas estadounidenses, probablemente se someta a los tratados bilaterales BIA que otorgan inmunidad local y en la jurisdicción del TPI a las tropas estadounidenses y, a la vez, seguir mostrando al mundo la pretendida cara democrática de un sociedad neoliberal ejemplar.

Entretanto, Martínez, la ODCA y la DC están manejando de hecho la política exterior de Chile, no sólo por la presencia del canciller Foxley. El más alto cargo de un socialista en la Cancillería corresponde a Carlos Portales Cifuentes, director general de Política Exterior, quien está por debajo del subsecretario Alberto Van Klaveren, cercano al PPD.

Según la reseña de El Mercurio de la celebración DC, “pese a que en un comienzo se vio con temor el efecto que pudieron traer las declaraciones de Gútenberg Martínez de que habría un antes y un después en la relación con la DC también fueron aplaudidas en el partido, sobre todo luego que fueran incluidas en el comunicado que informó sobre la postura de Chile”.

La DC, la ODCA y Gútenberg Martínez detestan al presidente Hugo Chávez. Participaron en el fugaz golpe de estado perpetrado en Venezuela el 11 de abril de 2002 con el respaldo de EEUU y la España de José María Aznar, que recibió de inmediato el apoyo de la entonces canciller Soledad Alvear, por consiguiente del gobierno de Ricardo Lagos. Sin embargo, el columnista de El Mostrador Esteban Silva Cuadra recordó, bajo el título ¿Ortega si, Chávez no?, que hace cinco años la ODCA y Martínez apoyaron al ex presidente Daniel Ortega de Nicaragua cuando éste fue candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) a la Presidencia de Nicaragua***.

La explicación respondería a alianzas políticas electorales. Ortega hoy es de nuevo candidato del sandinismo y valora públicamente la política de la Republica Bolivariana de Venezuela, bajo el liderazgo del Presidente Hugo Chávez, en el proceso de integración latinoamericano y en la construcción de un bloque autónomo para contribuir a un sistema de relaciones internacionales multipolar y un comercio mundial más justo, indicó el columnista.

Pero hace cinco años suscribió «un acuerdo electoral entre sandinistas y socialcristianos, los que llevaban a Agustín Jarquín, como candidato a la Vicepresidencia de la República en la fórmula del ex presidente Ortega», explicó Silva Cuadra. Hace un lustro, la ODCA de Gútenberg Martínez aportó especialistas en campañas electorales, asesores y una importante cantidad de recursos para que Daniel Ortega fuese electo presidente de Nicaragua.

Martínez fue responsabilizado del “Carmen Gate”, un fraude acaecido en la elección interna DC que en 1989 definió la candidatura de Patricio Aylwin como reemplazante de Pinochet en detrimento de Gabriel Valdés Subercaseaux, cuyos electores se perdieron.

El jefe de la ODCA también sabe desestabilizar e incluso organizar golpes de Estado. El apoyo de la ODCA al golpe en Venezuela no fue sólo ideológico. Martínez se trasladó a Caracas dos semanas antes para reunirse con los líderes demócrata cristianos venezolanos, encabezados por Eduardo Fernández y otros «próceres» locales. Se decidió que el entonces vicepresidente de la ODCA José Rodríguez Iturbe se convirtiera en el ministro de Relaciones Exteriores del efímero gobierno de Pedro Carmona Stanga.

Según fuentes venezolanas, el cónyuge de la entonces canciller Alvear fue portador de la buena disposición del gobierno de Lagos para ayudar en todo lo que estuviese a su alcance****. Tal ayuda llegó al día siguiente del golpe en una declaración oficial de la cancillería chilena reconociendo al «nuevo gobierno» y culpando a Chávez. Por añadidura, el binomio Martínez-Alvear también sabe mentir: “Ante los hechos ocurridos en las últimas horas en Venezuela, el Gobierno de Chile lamenta que la conducción del Gobierno venezolano haya llevado a la alteración de la institucionalidad democrática con un alto costo de vidas humanas y de heridos, violentando la Carta Democrática Interamericana a través de esta crisis de gobernabilidad”, señaló el documento oficial chileno*****.

Ganaron El Mercurio y la derecha

Para el triunfante El Mercurio «Tras meses de debate interno y con un ambiente político enrarecido en la Concertación por los apoyos o rechazos a la candidatura de Venezuela, la mandataria hizo un gesto en pos de la unidad de la coalición».

Esa misma lectura de privilegiar la unidad de la alianza de gobierno la entregaron hasta los amigos más duros de Venezuela, como el presidente del partido Socialista, senador Camilo Escalona, quien expresó desazón al mismo diario pero valoró que la Presidenta haya actuado «buscando sortear la aguda polarización que se generó, evitando que esta decisión se transformara en un tema de política interior que abriera divisiones en el seno de los chilenos».

“Los socialistas formamos parte de este gobierno, queremos a la Concertación más que a nada, consideramos que la unidad del bloque es básica para el futuro del gobierno y la estabilidad democrática de Chile y porque el PS entiende que gobernar no solamente significa pensar en nuestros opiniones sino que en las de todo el país; es por esa misma razón que valoro la decisión de la Presidenta”, explicó Escalona según El Mostrador.

La victoriosa Alvear señaló que lo importante es que la mandataria tomó una determinación teniendo en cuenta los intereses superiores de Chile, acotó El Mercurio. Aparentemente, todos quedaron felices. El senador socialista Alejandro Navarro Brain, partidario abierto de Venezuela, apoyó la determinación de Bachelet aunque reconoció que «no vamos a dormir esta noche con una amplia sonrisa y hay un sabor amargo por la pasión que uno emprende», según el mismo periódico.

Navarro dijo que «las presiones y el lobby» en torno al tema demuestran que «claramente los mecanismos para solucionar las disputas internas no están maduros» en la alianza de gobierno, evidentemente carente de una «política exterior coherente para la región latinoamericana”. El joven diputado socialista Marco Enríquez Ominami criticó ácidamente la ausencia de una política exterior coherente del gobierno del que forma parte en El Termómetro de Chilevisión.

El senador PS Jaime Naranjo, luchador por los derechos humanos pero a la vez exponente de la derecha socialista –apoyó el TLC con EEUU y en general sigue la corriente pro estadounidense– opinó que «cualquier otra opción iba a provocar más división en el país y al interior de la Concertación». El presidente del PPD, Sergio Bitar, respaldó la determinación e insistió en que «no había que hacerle olitas a la presidenta».

Política exterior desprovista de principios

Aunque el voto es secreto, la información recabada en la sede de la ONU en Nueva York por el embajador socialista Heraldo Muñoz y proporcionada a medios como El Mercurio durante la noche del domingo, asegura que 20 países de la región apoyan a Venezuela: Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Cuba, Antigua y Barbudas, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Jamaica, Monserrat, Saint Kitts and Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadadinas, Suriname y la propia Venezuela.

Guatemala tiene 11 votos americanos, incluido el suyo, con el apoyo de Estados Unidos: Colombia, Panamá, Costa Rica, El Salvador, Honduras, México, Canadá, República Dominicana Nicaragua, y Guatemala. Hay dos países que todavía no se han definido, Ecuador y Haití. Y tres que se abstendrían, Chile, Ecuador y …Perú, que pertenece al Consejo de Seguridad sin haberlo hecho notar.

La decisión de Bachelet ratifica una política exterior marcada por el oportunismo y la indefinición. En la percepción gubernamental, quizás esta postura parezca menos indecorosa para el prestigio internacional que Chile cree poseer. El país salva las apariencias como furgón de cola de EEUU, pero sin mostrarse tan incondicional bajo la máscara del “consenso”, aunque este consenso no se dio cuando Venezuela respaldó al chileno José Miguel Insulza en su postulación a la OEA contra el deseo de Wáshington, que apoyaba al mexicano Ernesto Derbez.

Más o menos esa misma filosofía inspiró la votación de Chile en el Consejo de Seguridad, en vísperas de la invasión de Iraq. En rigor, Chile apoyó una propuesta británica de más plazo a una última inspección en busca de las míticas armas de destrucción masiva. Al final, la acción militar de EEUU fue efectuada violando la legalidad de Naciones Unidas, pero los medios y el gobierno de la época presentaron esa modesta postura como un desafío a EEUU que nunca existió en el ánimo chileno. Al contrario, siempre hubo un voto de “consenso” a favor de un castigo a Iraq.

El paso de Chile como miembro no permanente del Consejo de Seguridad no tuvo pena ni gloria, igual al rol que hoy ejerce Perú, que es miembro en ejercicio del selecto club aunque pocos se hayan percatado.

La política exterior de “consenso” de Chile no es más que un reflejo del “consenso” que marca la política interna a nivel del parlamento, que mantiene fuera de sus dos cámaras a la opinión política de izquierda, tal como lo diseñó el aparataje jurídico ideado por la dictadura militar antes de ser tirada al tacho de la basura histórica por los mismos poderes que la instalaron sangrientamente, EEUU más la derecha política y económica chilena, incluida la Democracia Cristiana de Soledad Alvear y Gútenberg Martínez. En los años 60 estos consensos se llamaban “colaboración de clases”.

La política elusiva es una vieja costumbre local para no quedar mal con Dios ni con el Diablo. Viene de lejos, más o menos desde que Chile se abstuvo en la votación de Naciones Unidas respecto a la partición de Palestina en 1947. La definición de Bachelet hace brotar comentarios como “Por sus hechos los conoceréis, dijo el Señor”, “Mostró la hilacha”, “Se le aconcharon los meaos”, “El pago de Chile”, “Muestra luz de viraje a la izquierda pero en definitiva tuerce a la derecha, no por distracción”, etc. Pero en Chile no hay donde expresar estas ideas anti “consenso”, que son bastante suaves y que brotaron en muchas cabezas al conocerse la decisión presidencial cerca de la medianoche del domingo, simplemente porque en este país no hay libertad de expresión ni medios de comunicación dónde expresarlas.

Futuro incierto para la Comunidad Sudamericana de Naciones

Con esta definición clave de su política exterior, la mandataria parece darle la espalda a la América del Sur, que apoyó a Venezuela excepto Colombia, Perú, y Ecuador. También traicionó el apoyo brindado por Venezuela a José Miguel Insulza para alcanzar la secretaría general de la OEA. Rompió, además, la tradición de Estado de coincidencia con el país caribeño en la lid internacional –sea cual fuere su gobierno– e hizo suya la «satanización» que metió en un mismo saco a-histórico a la trinidad nación Venezuela, su pueblo y gobierno de Hugo Chávez.

En definitiva, cedió de frente a las presiones y amenazas de EEUU, de la ODCA de Gútenberg Martínez y la DC de su esposa Soledad Alvear y de toda la derecha criolla, la de los partidos de oposición y “la otra derecha”, enquistada en los partidos de la Concertación.

La derecha chilena no es solamente la llamada Alianza por Chile de la pinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI) y la deslavada Renovación Nacional (RN) del empresario Sebastián Piñera, ex simpatizante DC e hijo de un fundador de esa colectividad. La derecha real hoy está consolidada en un amplio espectro de pensamiento reaccionario que une a la clase política representada en el parlamento, más allá de las bancadas de “gobierno” u “oposición”, salvo honrosas excepciones.

Esa clase dirigente expresada en un “bipartidismo”, pero de dos bloques no de dos partidos como en EEUU, excluye del parlamento al pensamiento disidente como el de los comunistas y otros grupos de izquierda, por efecto de las leyes fundamentales heredadas de Pinochet que establecieron el sistema binominal de elecciones.

Aunque toda la normativa constitucional chilena carece de validez por haber sido impuestas a la fuerza por una dictadura sangrienta que en 1973 destruyó la república, disolvió el Congreso, derogó la Constitución de 1925, proscribió a todos los partidos políticos –DC incluida, a pesar de su apoyo inicial al golpe– y en 1980 improvisó una nueva constitución entre las cuatro paredes de una habitación de palacio. Pero los gobiernos de la Concertación han estado legitimando –durante 16 años de gobierno “de transición a la democracia”– toda esa superestructura jurídica por la vía de reformar sucesivamente la carta fundamental y las principales leyes de amarre político de la democracia restringida legada por Pinochet, una democracia de libre mercado tan incoherente como la política exterior.

Todos esos cuerpos legales son hoy las sagradas escrituras que disfrazan al modelo chileno de sociedad neoconservadora gobernada por socialistas que sufrieron prisión y tortura.

La clase política ofrece una visión mediática dispersa y, en apariencia, enfrentada en “oposición” contra “gobierno”, o una dicotomía semántica falsa, y todavía más confundidora, de “derecha e izquierda”, explotada por medios como El Mercurio, por lo demás, los únicos que realmente existen. Pero en rigor se trata de un solo pensamiento reaccionario homogéneo, casi monolítico, encubierto por una falsa retórica.

Por ejemplo: convirtieron a los derechos humanos atropellados por Pinochet en una cáscara, que de suyo es imposible de romper, pero sin meterse con su contenido, el moderado proyecto de reformas sociales y de ampliación de la responsabilidad social del Estado levantado por el gobierno constitucional de Salvador Allende, contenidos de los que ya renegaron públicamente unos cuantos socialistas prominentes arrepentidos de su pasado “extremista”.

Allende fue sacado del closet por los socialistas apenas en 2003, a los 30 años de su muerte, pero hasta ahora pocos han rescatado su programa de gobierno, porque así lo determina el “consenso”: la experiencia allendista fue un desastre y punto y lo que ocurrió en sus 1.000 días de gobierno no se debate seriamente jamás.

Si hoy no gobierna formalmente todo el conjunto de un pensamiento “pinochetista sin Pinochet”, en los hechos por lo menos co-gobierna. E incluye a la derecha propiamente tal –la UDI y RN–, más las derechas mayoritarias anidadas en el seno de los partidos gobernantes de la Concertación: Demócrata Cristiano, Radical, PPD y sectores socialistas personificados por Isabel Allende y el senador Naranjo, entre otras figuras.

Lo más probable es que en tres años más aparezca una nueva coalición DC-RN, ante la carencia de liderazgo en el partido de Soledad Alvear. Gútenberg Martínez ya tiene en su poder el registro de la marca Partido Popular, igual al de la tienda del populista cristiano-franquista José María Aznar, que en Chile hubiera querido poseerlo la UDI. El líder derechista hispano de la Unión Mundial Demócrata Cristiana viajó a Chile a recibir honores del Opus Dei y a hacer lobby contra Venezuela y Evo Morales, con el respaldo compartido de sus anfitriones y hermanos locales, la UDI y la DC, de cuyas universidades recibió dudosos doctorados honoris causa.

Para no aparecer desde el comienzo tan proclive a EEUU, Bachelet optó por el silencio y el suspenso durante varios meses. El trabajo sucio lo hizo el canciller Alejandro Foxley, que fue coherentemente anti Venezuela. La presidenta jugó al oportunismo al postergar dar a conocer una decisión probablemente adoptada mucho tiempo atrás, pero haciendo pestañeos de “luz de viraje a la izquierda”, dando indicios de que podría optar por Venezuela y reiterando varias veces que el manejo de las relaciones exteriores era de su exclusiva competencia como jefa del Estado.

Anunciando antes que decidiría “lo mejor para Chile”, matizó el clima con expresiones bravuconas que daban pábulo para pensar lo contrario de lo que hizo, como decir “no acepto presiones” desde escenarios significativos, como una visita al campo de concentración y exterminio de Villa Grimaldi, construido por una dictadura militar impuesta por EEUU y donde ella misma fue una cautiva más. Dijo que la decisión la tomaría sola, pero no fue así.

Esta definición clave de su política exterior significa también una partida de defunción adelantada para la naciente Comunidad Sudamericana de Naciones que formularan Ricardo Lagos y Evo Morales, cuya primera reunión cumbre de jefes de Estado se realizará en Santiago el 8 y 9 de diciembre, después de una reunión de cancilleres prevista para noviembre. Chile, por otra parte, no tiene nada que hacer en el bloque de países No Alineados (con EEUU). Lamentablemente, a riesgo de emitir un juicio de género, las mujeres no han dejado una herencia digna de recordarse como jefas de Estado en América Latina, salvo la honrosa excepción de la boliviana Lidia Gueiler, depuesta el 17 de julio de 1980 por los narco militares Luis García Meza y Luis Arce Gómez.

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* Periodista y escritor.

Despacho del 17 de octubre de 2006 de la agencia argentina independiente de noticias ARGENPRESS.

Notas

** Texto aquí.

*** aquí.

**** En Aporrea.org.

***** Declaración oficial.

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