Oposición y diferencia en Chile

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Álvaro Cuadra.*

Asegurada la primera magistratura,  los dirigentes de la derecha chilena llaman a los vencidos a reeditar una “democracia de los acuerdos”. El argumento es falaz e interesado, pues bajo la apariencia de una posición generosa e inspirada en el bien del país, se oculta su claro propósito: desarticular la unidad de los opositores, restándoles algunas figuras y obligándoles a responder políticamente al llamado.

Como resulta obvio, un gobierno de derecha en nuestro país modifica la correlación de fuerzas entre los sectores empresariales, neoliberales herederos del pinochetismo, y una disgregada centroizquierda democrática. La derecha ha planteado un primer desafío: debilitar al máximo a la oposición para garantizar al nuevo gobierno un parlamento propicio a sus programa que incluye, por cierto, temas polémicos.

La derecha necesita conformar mayorías parlamentarias para llevar adelante su programa de “modernizaciones” y, para ello, le resulta indispensable neutralizar por todos los medios a la izquierda, dentro y fuera de la Concertación. 

En una democracia sana no se descartan, desde luego, los acuerdos. Para ello existen partidos políticos responsables ante la ciudadanía que actúan en comisiones del parlamento, para ello existe –o debiera existir– el debate ciudadano. Otra cosa muy distinta es que personas por iniciativa propia adhieran al nuevo gobierno. Una actitud tal desnaturaliza el concepto mismo de acuerdo político y bien pudiera confundirse con complicidad.

Por último, hagamos notar que una política de acuerdos no puede ser planteada de manera vaga y difusa como un vector político carente de contenidos. Se establecen acuerdos sobre cuestiones concretas, en contextos históricos determinados y con interlocutores legítimos. En política, los acuerdos son más bien el resultado de negociaciones y no un principio que preside el desarrollo de los acontecimientos.

Es claro que la coalición saliente no ha sido mandatada para regir los destinos del país, sin embargo, tiene sobre sus hombros la responsabilidad histórica de representar a todos los compatriotas que se oponen al rumbo que se le quiere imprimir a la sociedd. La oposición democrática debe cumplir un papel fundamental en los años venideros, fiscalizando las políticas públicas que se implementen desde La Moneda, asumiendo cabalmente su rol como un poder del Estado, de manera crítica y de cara a la ciudadanía.

Chile ya ha conocido la “política de los acuerdos”, un eufemismo que utilizó la derecha para poner límites, por más de una década, al desarrollo de la democracia en nuestro país. Reeditar aquellas prácticas sería una muy mala señal que sólo indicaría que no se avanza en el plano político.

Todos aquellos partidos y movimientos que, en el actual contexto, asumen la condición opositora tienen la responsabilidad política y moral de cautelar los avances democráticos frente a cuestiones tan sensibles como los derechos humanos, leyes medioambientales y legislación laboral, por ejemplo. Durante dos décadas la derecha chilena ha sido un obstáculo a cualquier política democratizadora, oponiéndose tenazmente a reformas constitucionales de fondo, defendiendo la herencia del dictador.

La dicotomía democracia-dictadura persiste en nuestra vida política mientras el libreto constitucional siga siendo el mismo.  

El llamado del mandatario electo a una política de los acuerdos como fundamento de un “gobierno de unidad nacional”, es más una astuta operación política destinada a debilitar a la oposición naciente que otra cosa.

Ante el propósito natural de la derecha para prolongar su presencia en el poder más allá del gobierno de Piñera, no está demás recordar que las estrategias y políticas de la oposición que ya comienzan a delinearse determinarán, quiérase o no, su identidad que se juega en la “diferencia” y, consecuentemente, su capacidad de enfrentar a la derecha en los procesos electorales de los próximos años.

* Doctor en semiología, Universidad de La Sorbona, Francia. Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, Universidad ARCIS, Chile.

 

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2 Comentarios
  1. Victor dice

    Antes también hubo democarcia de acuerdos

  2. ROLANDO GONZÁLEZ dice

    Es interesante como se expresa la población sinaloense, en México cuando terecomiendan, en algún asunto difícil,»no te preocupes». Paradójicamente te van a decir «no dejes de preocuparte». Eso es lo que pasa con nuestro país. La ya considerada «vieja» experiencia pinochetista pareciera que ha pasado al olvido, «ya nadie se preocupa que vuelva a pasar lo mismo», aseguran los más pesimistas que incluso llegan al límite de insultar al pueblo chileno por la supuesta falta de olvido. La canción dice «Ya lo pasado, pasado/ no me interesa».
    No nos engañemos, la cosa vieja está más presente que nunca en este terrible recordatorio a los integrantes de la Concertación que ni siquiera fueron capaces de resolver los problemas más elementales de la representatividad congresista. ¿Qué pérdimos? ¿Qué ganamos?
    Perdimos a un ex-presidente que quería volver a ser presidente prometiendo que ahora sí haría lo que demostró fehacientemente que era incapaz de hacer: DEMOCRATIZAR AL PAÍS. ¿Eso perdimos? ¿Seguro perdimos?
    ¿Y qué ganamos?
    1)Tres parlamentarios del partido comunista que seguramente se convertirán en el Convidado de Piedra en la mesa de Piñera.
    2) La demostración fehaciente que la participación política es una estrecha franja acomodaticia para permitir que los representantes del pueblo sean elegidos por los dirigentes de los partidos y sometidos a la simple aprobación de los ciudadanos.
    3) Una soberana patada en el trasero a los dirigentes de la Concertación para dejar claramente establecido que el pueblo chileno llegó a considerarlos como parte de escenario de la derecha en defensa de sus intereses millonarios. En buenas cuentas: que la Concertación y la derecha son casi lo mismo.
    ¿Y ahora quién podrá defendernos?
    ¿La Concertación? Psssst. para ello necesitarían dejar de ser, precisamente, Concertación. Dejar de concertar acuerdos y sustentar las diferencias que, como lo demostraron los resultados de la elección, TALES DIFERENCIAS SE PERDIERON EN LA CONCERTACIÓN

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