Óptica en Caracas: desde ultratumba Pinochet calcula y sonríe
Simón Alberto Consalvi*
La derecha chilena parece estar de plácemes estos días. Un joven graduado de filósofo, que de tiempo en tiempo incursiona como director de cine, figura mediática de 36 años de edad, resolvió renunciar al Partido Socialista, en cuyas filas militó desde la adolescencia, para presentarse como candidato independiente a la Presidencia de Chile.
Quiere ser el sucesor de Michelle Bachelet, rompiendo los cánones de la concertación de centro-izquierda que hizo posible la derrota final del general Augusto Pinochet en 1990.
Marco Enríquez-Ominani se convierte en el tercero en discordia, frente a las candidaturas de Sebastián Piñera y Eduardo Frei, quien ya gobernó en 1994-2000. Se vio precisado a renunciar porque no se le permitió participar en las primarias socialistas. Necesita 36.000 firmas para optar a la candidatura independiente y, según van los días y las tendencias, el requisito será el menos complejo de las piedras con que debe tropezar.
El joven filósofo alega que la Concertación fatiga y congela el debate y condena a la política chilena al carrusel de los rostros que reaparecen en la escena.
Marco Enríquez-Ominani da un paso audaz. Se propone romper con el pasado, tiene prisa; el pasado para el filósofo no es otro que la etapa de la concertación de centro-izquierda que derrotó al astuto dictador, el más sangriento de los últimos especímenes de su catadura que haya conocido América Latina.
La Concertación no sólo derrotó al general, sino que contuvo en estas décadas el retorno de la derecha al poder, en un país donde el conservatismo es particularmente fuerte.
Este es el riesgo que ahora presenta la candidatura de Enríquez-Ominani.
Si su candidatura logra debilitar o erosionar la figura del democristiano Eduardo Frei como candidato presidencial, quizás al conservador Sebastián Piñera se le abran posibilidades que no tenía sin el tercero en discordia. A Enríquez-Ominani no lo arredra el triunfo de la derecha. En una entrevista de El País expresó sin ambages:
"Rechazo que nos vayamos a ir al infierno si gana Piñera y al cielo si gana Frei. Los dos candidatos tienen similitudes muy preocupantes. Los dos son dos democristianos, los dos tienen acciones, los dos tienen un joven de un Techo para Chile (ONG que entrega viviendas a familias pobres), los dos tienen un obispo que los defiende…"
En pocas palabras, para el joven filósofo, Piñera y Frei andan por las veredas del conservatismo, y cree que ni uno es el infierno ni el otro el cielo. No obstante, la política chilena no volvería a ser la misma con la derrota de la concertación de centro-izquierda que ha tenido gobernantes del prestigio de Ricardo Lagos y le ha permitido a Chile un periodo de desarrollo y estabilidad democrática sin precedentes.
Frente a este panorama de riesgos, la alianza gobernante logró esta semana un éxito notable. A socialistas y democristianos se unió por primera vez el Partido Comunista de Chile, a través de la agrupación electoral de Juntos Podemos Más. Irán unidos a las elecciones parlamentarias del 13 de diciembre y le abrirán al PC las puertas del Congreso, del cual estuvo excluido (porque la ley electoral discrimina a las minorías), pese a la oposición que hizo a la dictadura de Augusto Pinochet desde sus orígenes, en 1973.
(Es una ley absurda, vigente en Chile, que en Venezuela se trata de imitar a pesar de su contenido abiertamente reaccionario, y violatoria de la Constitución. En Chile se la justifica alegando la necesidad de concentrar grandes bloques en la etapa posterior a la dictadura).
No pocas son las especulaciones que se difunden sobre Marco Enríquez-Ominani y sus conexiones internacionales. Venezuela se señala como uno de sus supuestos apoyos. No debe ser cierto, porque basta consultar con lo que postula para Chile. Rebajarle el copete al presidencialismo y crear la figura del primer ministro. Estas son sus palabras:
"Quiero cambiar la monarquía borbónica colonial que tenemos con este presidencialismo exagerado. (…) Quiero más distribución del poder y debate. La figura presidencial chilena es hija de Pinochet. Se construyó porque Pinochet la dibujó para él mismo".
Pensó que sería vitalicio.
Interrogado por El País a propósito de izquierdas, ¿Chávez o Lula?, el filósofo respondió:
"Juicios complejos. A mí me gusta el Chávez que cuando se acaba la concesión de RCTV acepta que caduque y no la renueva, pero no me gusta el Chávez que se guarda la RCTV para el Estado y no la vuelve a licitar. El Chávez que expulsa a José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch, me parece espantoso; el Chávez peleado con un monarca que la va a expropiar los bancos no me parece correcto, pero el Chávez que propone un mundo multipolar, bien".
Un mundo "multipolar" afuera y un partido único adentro. Es lo que el filósofo no ha visto.
Tampoco ha visto la presidencia borbónica que consagró el general en Chile, tan cortejada en Venezuela.
Desde ultratumba, Pinochet calcula y sonríe.
* Politólogo, ensayista, ex ministro de RREE.
Publicado en el diario caraqueño El Nacional (http://el-nacional.com)-