Óptica: «Todos estos presidentes que están pidiendo una reelección socavan la democracia desde adentro»
Julio Guillot.*
El doctor Sergio Abreu es actualmente senador por Alianza Nacional –en Uruguay–, y de los más sólidos del sector. Es especialista en cuestiones de política y relaciones internacionales y fue canciller durante el gobierno del doctor Lacalle. En esta entrevista abordamos temas de política exterior y también de la realidad política nacional.
La charla con Abreu se desarrolla en su despacho del Senado apenas concluida la sesión de la Asamblea General que recibió al presidente mexicano Felipe Calderón. Las relaciones bilaterales entre México y Uruguay son, por tanto, un tema obligado.
–¿Cómo ve las relaciones entre México y Uruguay?
–Para nosotros México es un país absolutamente prioritario no sólo desde el punto de vista comercial, sino también político, porque México sigue siendo un país latinoamericano y, más allá de la dependencia de su comercio con EEUU, tiene un espíritu latinoamericano de una sintonía muy natural; por ejemplo, que México haya recibido a tantos exiliados, que su embajada en Montevideo haya albergado a cientos de personas, nos demuestra que esa latinoamericanidad nos une más allá de la lejanía.
"Eso para nosotros es muy importante desde el punto de vista político, comercial y desde el punto de vista de los valores, porque no pasó inadvertida en el discurso de Calderón la mención y la insistencia sobre la libertad, la tolerancia y la democracia cualquiera sea el signo ideológico del gobierno".
–Pasando a otro tema dentro de Latinoamérica. Se ha catalogado a Chávez de "populista". ¿Está de acuerdo con esa calificación un tanto despectiva?
–Yo creo que el populismo es la tendencia de un gobernante o de un grupo de poder a tener una comunicación directa con el pueblo sin tomarse la molestia de buscar un intermediario que los represente.
"Es una deformación del sistema político en la que el presidente maneja y se comunica afectivamente con la población tocando las fibras más íntimas de sus sentimientos, priorizando la discusión de los grandes problemas directamente, en desmedro de las instituciones representativas. Ahora bien, cuando se empiezan a limitar ciertas libertades, el populismo termina siendo una restricción a los derechos humanos y al pluralismo".
–Veo que usted le quita al populismo esa connotación peyorativa.
–Mire, yo soy muy respetuoso de los pronunciamientos populares. Pero todos estos presidentes que están pidiendo una reelección, incluido el presidente colombiano Uribe, a través de reformas de la Constitución, de alguna manera están socavando la democracia desde adentro.
"El tema está en que en los países que no tienen una estructura democrática muy fuerte, las reelecciones terminan siendo instrumentos idóneos para minimizar o superar el concepto de representación o de pluralismo, que es otro gran tema.
"Pero lo que a mí me importa es que no se entrometan en los asuntos internos de mi país; y ahí está el pensamiento de Herrera, del viejo tronco del Partido Nacional, no intervencionista, americanista, federal. En oportunidad de la intervención de EEUU en Santo Domingo, en 1965, el embajador uruguayo Carlos María Velásquez dijo textualmente: ‘Para el Uruguay, la palabra intervención es una palabra maldita’".
–¿Usted piensa que Chávez promueve alguna forma de intervención en otros países?
–Ah, sin lugar a dudas. Es una expresión de internacionalismo ideológico que trata de pasar por encima del concepto de Estado-nación. Cuando Chávez financia o apoya a determinados partidos, tenemos que tener el mismo concepto de rechazo.
"Por ejemplo, las bases militares en Colombia nosotros no las aceptamos, pero no puedo ir a Colombia a decirle lo que tiene que hacer. Estamos radicalmente en contra de bases militares en América Latina, que precisa mucho más comida que misiles. Para el Uruguay esta postura no sólo es parte de su tradición sino, además, de su profesión. Si nosotros admitimos intervenciones laterales, sesgadas o directas, de Brasil o de Argentina en nuestros asuntos internos, volvemos a la oscura noche de la Provincia Cisplatina".
–¿Usted piensa que el Mercosur ha fracasado?
–A fin de cuentas nos hemos enfrentado a la falta de grandeza de los países grandes. Un proceso de integración, de acumulación de energías de Estado, necesita reconocer las asimetrías, y los países grandes tienen que reconocer que esas asimetrías deben ser contempladas y que la integración no es subordinación. Eso nos ha hecho presos de dos grandes socios, presos de una insania irracional que no sabemos controlar; y sin embargo, nuestro gran destino es un destino continental, regional.
"Esto muestra lo difícil que es el Mercosur donde el tema no es sólo comercial, es político, pero la voluntad política a veces no es la voluntad de aquel que quiere ayudar a trabajar en conjunto sino la del que quiere imponer condiciones.
–Volviendo a mi pregunta: ¿se puede decir que el Mercosur ha fracasado?
–Lo que ha tenido el Mercosur es un gran proceso de fuga hacia delante. No somos ni zona de libre comercio total, no somos unión aduanera consolidada, obviamente no tenemos ningún viso de supranacionalidad, no se cumplen los laudos arbitrales…
"Hoy Argentina es un quinto de la economía brasileña. Argentina termina siendo una mochila que molesta al Brasil y que Brasil tiene que disciplinar para que él, que es la locomotora, no haga descarrilar uno de los vagones importantes cuando empieza a colear. En ese Mercosur, ¿cómo nos ubicamos los uruguayos?"
–¿Y qué me dice de la incorporación de Venezuela?
–Yo quiero que Venezuela se incorpore en un mismo escenario de alianza estratégica. Es cierto que estamos exportando productos a Venezuela, pero no en las condiciones que un proceso de integración determina. Venezuela no maneja el comercio exterior sobre la base de los compromisos típicos de la integración, con apertura de mercados para impulsar la libre competencia.
"Yo me he manifestado en contra de la integración de Venezuela por todas estas razones. ¿Es un tema ideológico? No, es un tema estratégico. Yo coincido plenamente con el presidente Vázquez. El se dio cuenta de los problemas: nos integramos a la Unasur cuando sólo tres países la han ratificado; tenemos que votar como secretario general a Kirchner, que nos ha bloqueado el país; y además tenemos dificultades con Brasil por razones de acceso a mercados. Aquí no hay etiquetas, hay un pragmatismo muy fuerte".
–Ahora, volviendo a la política interna, noto algunos rechazos que me llaman la atención de parte del Partido Nacional. Hace unos días se trató en el Senado la ley de uso eficiente de la energía, y el nacionalismo votó en contra. ¿Por qué?
–Mire, yo estaba de acuerdo con el proyecto original del Ejecutivo sobre la energía. Pero después le fueron introduciendo cosas que lo desvirtuaron confundiendo matriz energética con eficiencia. La eficiencia económica en la fuente es uno de los principales elementos de una política energética. Después está el concepto de la seguridad, asegurar la propia generación de energía para llegar a ser autosuficientes. Y luego está el otro gran tema, que es un gran tema para el Uruguay, que es el impacto ambiental.
–Justamente, me dio la impresión de que el principal cuestionamiento del Partido Nacional a ese proyecto de ley es que no contempla la posibilidad del uso de la energía atómica. ¿Es así?
–No, no era eso. Yo no muero abrazado a la energía nuclear, pero sí muero abrazado a la posibilidad de recurrir a todas las fuentes posibles, inclusive hasta en materia de integración.
"Brasil y Argentina tienen cerca del cinco por ciento de energía nuclear en su matriz energética, y creo que bien podríamos trabajar en un programa de cooperación. Pero le reitero: la ley se desnaturalizó con todo lo que se le introdujo en la comisión.
"Por otro lado, advierto que las leyes y los proyectos empiezan a tener la perforación de intereses puntuales y corporativos. Y en eso yo (aunque esto parezca una picardía, que no lo es) tengo una coincidencia total con el senador Fernández Huidobro. El gran tema de la eficiencia energética y de la matriz energética tiene un gran obstáculo que son las corporaciones. Ese es el tema de fondo que a mí me preocupa".
–Está claro. Pero está también el proyecto de ley de reparación integral que se votó el miércoles pasado y que la oposición no acompañó, fundamentalmente porque no se incluía a las víctimas de la guerrilla. Creo que quien pide lo más, puede aceptar lo menos, ¿no?
–Es cierto. Pero en realidad, es el mismo problema que yo tengo con el principio de la no intervención: debe ser para todos.
"El terrorismo de Estado es mucho más grave que la acción de la guerrilla y debe ser penado. Pero acá el tema es esa visión hemipléjica, que no quiere decir que sea injusta. Las torturas, las desapariciones, son temas desgarrantes que no se arreglan con una suma de dinero.
"El proyecto anterior del Ejecutivo contemplaba a las víctimas de la guerrilla porque miraba con un concepto integral.
"En definitiva es el viejo tema de discusión histórica: quiénes fueron primero. Los tupamaros fueron una expresión violenta, intolerante, de una visión mesiánica de rebelión frente a una estructura "burguesa" pero constitucional".
–Sin embargo, el MLN empezó a tener protagonismo e incluso a ser bien visto por parte de la sociedad cuando Pacheco empezó a mostrar un autoritarismo creciente.
–Claro. Pero recuerdo cuando yo tenía 19 años y era secretario de Wáshington Beltrán, año 63 o 64. Y un día, me dice Beltrán: "Me pusieron una bomba en mi casa"… De modo que era una manifestación entendible aunque no justificable de lo que era la proyección de la guerra fría, y además, una visión muy radical entre las democracias por un lado y lo que se llamó la exportación de la revolución.
"Y volviendo a la reparación, yo digo ¿y el pobre Pascasio Báez, que porque tuvo la desgracia de descubrir una tatucera le dieron una sobredosis de pentotal? Claro, cuando digo esto me ven como hablando desde la derecha y me catalogan de facho, pero sus familiares, ¿no tendrían derecho a reclamar y decir ‘miren que a mí también me violaron los derechos humanos’?"
–¿Cree que la Ley de Caducidad fue una solución justa?
–El gran argumento a favor de la caducidad es que se planteaba la ética de la responsabilidad. Si uno no apuesta a la reconciliación de la sociedad, y empieza a nublar un poco el espejo retrovisor, termina, como estamos ahora después de treinta años, en visiones de carácter hemipléjico.
"Pero, por otro lado, hoy hay un gobierno con mayoría que, si quisiera, podría derogar la Ley de Caducidad, y no lo ha hecho. ¿Por qué no se hizo? Porque dentro del propio gobierno hay distintas visiones sobre el punto. Tenemos que evitar mirar con uno de los dos ojos, o con el izquierdo o con el derecho. En cambio, si miramos con los dos ojos, vamos a mirar hacia delante".
* Periodista.
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