Óptica: Venezuela tras las elecciones regionales, lo que se viene
Jean Araud*
Normal fue el proceso electoral para elegir 22 gobernadores y 327 alcaldes y –como a menudo sucede en política– todos pretenden haber vencido. Pero algunos no pretenden sino una declaración de guerra: la del capitalismo contra el socialismo en este siglo XXI
Por vivir Venezuela su revolución bolivariana y tener un presidente emblemático, Hugo Chávez Frías, durante la campaña electoral los medios internacionales anunciaban resultados apretados, obviamente con el objetivo de influenciar al electorado, cumpliendo el rol de lacayos de una guerra mediática –dirigida desde Wáshington– que tiene como único objetivo de desplazar Chávez de un territorio que como el de Bolivia, Argentina, Ecuador, Nicaragua o Paraguay escapan a la dominación de Estados Unidos.
A pesar de que todos los candidatos partidarios de Chávez reunidos en el PSUV, Partido Socialista Unido de Venezuela, reconocieron los resultados, inclusive con derrotas de pocos votos, varios de sus adversarios derrotados causaron incidentes retransmitidos por los medios extranjeros, también obviamente como una acción concertada y premeditada.
En algunos municipios perdidos por la oposición se produjeron actos de vandalismo, como en el Municipio Colón del estado Zulia, feudo del opositor Manuel Rosales –que de la gobernación pasa a la alcaldía de Maracaibo.
Incidentes similares se produjeron en Guárico donde dos personas murieron en circunstancias al menos sospechosas y donde las autoridades detuvieron camiones que se llevaban diversos equipamientos.
La cobertura mediática permitió minimizar los los términos reales de los resultados de las elecciones, como el hecho de que los partidarios de Chávez ganaron un 77% de las gobernaciones y un 81% de las alcaldías. Y omitir que estas elecciones contradijeron los esfuerzos de los medios por presentar al presidente como el dictador de un régimen antidemocrático, lo que constituye un absurdo puesto que se trató de la duodécima elección desde que está en el poder y sin mayores incidentes los venezolanos acudieron a las urnas con una participación sin antecedentes en los últimos tiempos.
La oposición, por su parte, obtuvo las gobernaciones de importantes estados, como Miranda (zona Caracas), Carabobo y Zulia (zona petrolera), así como la Alcaldía Mayor de Caracas.
Los resultados también demostraron que la oposición tuvo una capacidad de movilización superior al chavismo. Esto en parte porque los sectores populares, confiados, se movilizaron menos para votar y porque la campaña de información de oposición dio sus frutos en las capas medias –equivocadamente definidas como burguesíam lo que asimiló como un sabio mensaje de peligro.
Probablemente también porque algunos sectores populares parecen decepcionados de la poca asistencia de algunas empresas públicas para ayudar al desarrollo de sus programas.
¿Entonces por qué una predicción de guerra?
En Venezuela la oposición se traduce en una ideología que se resume en “anti chavismo”, es decir: un proyecto político único que es el derrocamiento de Chávez. Al observar el nuevo mapa político del país y su mapa demográfico, resulta que la oposición ganó en las regiones urbanas habitadas por la clase acomodada y que el chavismo se impuso en los sectores populares, a veces con una amplia mayoría.
Si la oposición conservó la gobernación del Estado Zulia y ganó la alcaldía de Maracaibo, el movmiento bolivariano que conduce Chávez ganó 13 de las 19 alcaldías en este mismo estado. En el estado Miranda, que engloba la región de Caracas, la oposición ganó la gobernación y las alcaldías de las urbanizaciones acomodadas, pero el chavismo se impuso en los grandes sectores populares y obtuvo 15 de las 20 alcaldías incluida aquella con la más numerosa población.
En Carabobo, otro feudo de la oposición, el chavismo obtuvo 11 de las 13 Alcaldías.
En las capitales de los estados, 18 de las 24 alcaldías fueron ganadas por el chavismo.
Este nuevo mapa político venezolano se ubica en el país donde la Revolución Bolivariana estableció con el poder popular 3.500 consejos comunales, numerosas Misiones sociales, una cadena de distribución de productos alimentarios a bajos precios, una red de 989 centros de medicina integral, 16 hospitales y, en los barrios pobres, 3.358 consultorios operados por más de 30.00 médicos y especialistas cubanos –con una primera generación de 13.500 venezolanos formados íntegramente bajo el concepto de medicina social.
A dos días del acto electoral informaciones circulan con respecto a los nuevos gobernadores y alcaldes de oposición, que pretenderían ocupar instalaciones que pertenecen a servicios de salud y educación. Por definición el pueblo venezolano es un pueblo pacífico, una mayoría silenciosa e ignorada por los medios de comunicación periodística, pero es también un pueblo que demostró ser capaz de movilizarse en algunas horas, lo que se tradujo cuando el golpe de Estado de 2002 que el presidente de facto sólo pudo mantenerse en el poder 47 horas antes de que Chávez derrocado y preso retomara la Presidencia de la República.
Parece evidente que los sectores populares no aceptarán sin reaccionar que la oposición les quite los nuevos beneficios que gozan y abandonen fácilmente los espacios ganados. Y para quién observa desde hace 10 años la trayectoria de Chávez es muy difícil imaginar que abandonará al pueblo frente al que hacer de las nuevas autoridades locales tratándose de programas sociales, de salud, de educación, de alojamiento y de alimentación.
¿Cual guerra?
Chávez lo anuncio durante la campaña electoral. La oposición con las elecciones regionales perseguía un programa perfectamente elaborado cuyo objetivo siguiente es “Chávez”, programa de toda evidencia no solamente apoyado sino financiado por Wáshington, para cuyos dirigentes la apuesta real –como en casi todos los conflictos– es sólo la de las riquezas naturales del país blanco.
Los medios se aplican a proyectar hacia el exterior víctimas políticas opositoras que, en realidad, son prófugos de la justicia imputados por actos de corrupción u otros hechos delictivos. Por ejemplo a Rosales, gobernador saliente del Zulia, que gozaba de inmunidad, se lo acusa de malversación de fondos. Fue elegido alcalde de Maracaibo, pero es probable que deba responder de sus actos frente a la Justicia –lo que anuncia una probable nueva campaña mediática sobre “ la dictadura de Chávez” en donde se omitirá cuidadosamente la corrupción de Rosales.
Por su parte, el electo gobernador de Miranda, Henrique Radonsky, fue uno de los protagonistas del golpe de Estado de 2002; En esa oportunidad, en su calidad de alcalde, participó en una operación de tentativa de toma por asalto de la Embajada de Cuba y también, personalmente, en el arresto del ministro del Interior de la época.
El nuevo Alcalde Mayor de Caracas fue un protagonista destacado de la proclamación del presidente de facto, Pedro Carmona, todavía prófugo y refugiado en Colombia.
Todos estos hechos están lejos de ser secreto, han sido observados por la población, difundidos en vivo directo por las pantallas de televisión.
La Venezuela emergente de estas elecciones parece estar retornando a la época del 2001 y 2002, período durante el cual se desarrollaron tres golpes de Estado, uno “convencional”, una “paralización industrial” y un “sabotaje petrolero”; los tres con la participación activa y demostrada de Wáshington.
La guerra que es previsible es la del capitalismo contra el socialismo, la de una minoría potente económicamente contra una mayoría popular, la de los ricos contra los pobres. Pero esta vez los adversarios se conocen bien y el efecto sorpresa de 2002 no no golpeará a los sectores populares. Si los primeros gozan de apoyos externos y mediáticos, los segundos están ahora mejor organizados y agrupados gracias a las misiones, los consejos comunales, sus cooperativas y sus EPS, empresas de producción social.
Algunos de los nuevos candidatos de oposición anunciaron que administraran para “todos” los recursos de que dispondrán, pero sus antecedentes hacen que para muchos sea difícil creerles. En un país en revolución, es poco creíble que el capitalismo pueda cohabitar con el socialismo. Las desigualdades sociales son demasiado marcadas para dicha cohabitación.
* Desde Caracas.