Otra carta a la presidente de Chile – LA MEMORIA, LA ÉTICA, LA HUMANIDAD

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Estimada Presidenta,

Han surgido voces que a tu nombre critican el accionar de Patricia Troncoso, en el sentido que está presionando en forma amenazante con la pérdida de su vida y que ello sería equivalente a quitar la vida ajena, y que por lo tanto
el Estado debe detenerla a como de lugar.

El tema es profundo y no es fácil de despachar en un par de líneas, pero no
puedo evitar entrar en el debate aunque sea con un par de ideas fuerza que
deseo comunicarte en forma pública, rompiendo el silencio para no ser parte
de una empresa de muerte segura:

– Quitar la vida ajena no es lo mismo que dar la vida por otro. La
equivalencia entre ambos actos no cabe establecerla.

– La no equivalencia se acentúa cuando se trata de dar la vida como decisión
personal de poner fin a la propia existencia como medio para salvar otras
vidas, en este caso el de una etnia, una cultura excluida, explotada,
oprimida.

– Seguir una huelga de habmbre en nada es comparable con el quitar la vida
por parte del Estado, en tanto detentador del monopolio del uso de la
fuerza. Cuando el Estado quita la vida a un particular se convierte en
violador de los derechos humanos.

De ahí la diferencia, recogida en los
institutos internacionales, entre un guerrillero o narco o quien sea que
mata, que cuando lo hace un funcionario público. Por ello los particulares
muertos por particulares no caben en el Informe Rettig.

– Más aún; cuando el Estado por acción u omisión quita la vida de muchos
particulares, o los somete a condiciones de vida miserables y los subyuga a
través del uso de la fuerza, estamos ante una práctica de Terrorismo de
Estado.

En el caso en que ello ocurre sobre un grupo particular que
pertenece a una etnia, como es el caso mapuche, estamos ante un Etnocidio,
que implica la destrucción de la cultura de un pueblo. Ello puede ocurrir
también bajo el ampara de una Ley y el Estado de Derecho, en este caso la
Ley Antiterrorista.

Mantener el orden público a costa de no asumir medidas
que eviten la desaparición de una cultura, de una comunidad de vida, implica
una forma de exterminio, y eso hay que decirlo con todas sus letras.

– Tomar la vida propia, como Ghandi y gran parte del movimiento de derechos
humanos en el mundo, como medio de presión (no de amenaza) para sensibilizar
en forma no violenta a la opinión pública, a la elites gobernantes, a las
instituciones morales, forma parte del acervo democrático de los modos de
hacer política en occidente.

Sobre todo en los casos en que existe un
monopolio del uso y control de los contenidos de la información, en el caso
chileno por doctrina ideológica de los propietarios de los medios masivos de
comunicación, a pesar de la aparente libertad de expresión. También cuando
el sistema político es cerrado a las realidades de ciertos sectores,
sensibilidades, poblaciones, etc., porque no hay espacio institucional para
la circulación democrática de alternativas distintas.

Es el caso del sistema
democrático chileno de la postdictadura, asegurado por el sistema binominal
y otros enclaves autoritarios, aprovechados y reproducidos por fuerzas
políticas y representantes de sectores sociales que no han estado en
disposición a profundizar la democracia para mantener sus prerrogativas
particulares.

– Gran parte del movimiento contra la dictadura chilena fue llevado adelante
por la legitimidad que tienen este tipo de acciones como los ayunos y
huelgas de hambre. La más destacada es la del Movimiento Contra La Tortura
Sebastián Acevedo, conducida por el padre Pepe Aldunante.

Tú misma,
presidenta, participaste o apoyaste muchas de estas acciones no violentas de
presión. No es dable invertir la legitimidad de estos actos ahora que se
está en el ejercicio del poder político.

– Lo más importante: evitar esta muerte ya no es responsabilidad de
Patricia, ese es el punto. Sino de la creación de caminos de solución que
lleven a evitar que personas con su sensbilidad y compromiso político con la
causa de los oprimidos se vean obligados a ejercer estos medios de presión
frente a un sistema político sordo, ciego, mudo y cada vez más envilecido
por el poder y el dinero fácil.

No queremos que Patricia muera. Ella tampoco lo desea.

Presidenta, tienes a
mano el indulto, la amnistía, la mesa de negociación, la posibilidad de
iniciar un camino de justicia. No sirve el orden público si se construye
sobre la base de la muerte lenta de todo un pueblo, de toda una nación.

Dejar que Patricia muera, o hacerla vivir a la fuerza, sin solucinar el asunto
de fondo, te vuelve responsable, culpable de lo que ocurra.

Un mínimo de
dignidad, compasión y solidaridad humana puede en estos momentos salvar
muchas vidas.

Atentamente,

Manuel Guerrero Antequera.

mguerrero@uchile.cl.

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