País sísmico. El temblor que Navarro provocó en el PS puede derrumbarlo

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Lagos Nilsson*

“No nos vamos en mala, nos vamos en buena onda”, afirmó el senador Alejandro Navarro al oficializar su alejamiento como militante socialista, que contó con 185 solidaridades; siete de ellas integraban el Comité Central de esa organización política. El combativo y pequeño (de estatura) senador probablemente protagoniza una determinación inédita en asuntos políticos: irse de un partido "en buena onda". Navarro integra y dirige el Movimiento Amplio Social (MAS), que podría convertirse en partido político en diciembre y avalar su eventual candidatura presidencial. Pero en política las cosas rara vez son como se ven.

 

El senador Navarro puntualizó como uno de los motivos de su alejamiento el hecho de que el partido ha perdido su objetivo central, que es constituir un instrumento de los trabajadores, integrándose al proceso de anquilosamiento en la mantención del poder que caracteriza a la Concertación.

Tras la renuncia prometió  apoyo y lealtad al gobierno de la presidente Bachelet: “Ratifico aquí mi compromiso de lealtad para apoyar a la presidenta hasta el último día de su mandato", dijo. Dijo además que hará todo lo que esté de su parte “para que Piñera no llegue a La Moneda".

No sin un dejo irónico agregó: "La Concertación perdió el cable a tierra, dejó hace mucho tiempo de escuchar a los ciudadanos. Ya el tibio calorcito de La Moneda los terminó por confundir, más preocupación por conservar el poder que por trabajar por la gente. Es por eso que esta es una apuesta de futuro que el Partido Socialista de Chile no logra satisfacer”.

Navarro, el senador más votado del Partido Socialista en las  últimas elecciones parlamentarias, enfrenta el futuro con más borrascas que mañanas soleadas. Sarcástico el presidente del PS, el también senador Camilo Escalona calificó su renuncia como "la crónica de una muerte anunciada",  reflexionando que ella se debe a su ambición de ser candidato presidencial, lo que no habría podido materializar en su ahora ex partido debido a estaba en minoría.

“Hace semanas que nos tenía amenazados –precisó Escalona– que iba a tomar esta decisión. Finalmente, la carta que entregó a la opinión pública demuestra que no pudo dividir al partido”.

Si bien la ida de Navarro no logró conmover oficialmente al PS –los dirigentes que lo acompañaron son una fracción minúscula–, lo cierto es que plantea serias dudas en la militancia de base del partido. Más joven que otros dirigentes, carismático, aficionado a las motos y aparentemente fiel a las costumbres provincianas de su "tierra chica", en el sur de Chile, el senador cuenta con simpatías innegables en el estado llano de la izquierda concertacionista.

Pese a que otros parlamentarios y referentes –denominados "díscolos" por sus actitudes contestatarias y críticos de la dirigencia de la Concertación, en general, y del socialismo en particular– no lo siguieron en lo que sotto voce algunos llamaron "fuga hacia adelante", llamó la atención lo señalado por el diputado Marco Enríquez Ominami. Dijo que la salida del senador por la Octava Región se debe a un fenómeno que no es sólo del Partido Socialista, sino de toda la Concertación:

“La salida de Navarro (…) es la lápida para una coalición que hoy día está perdiendo cuatro senadores. Así no se puede seguir, me parece que es la hora de la autocrítica, del recambio generacional y el recambio completo de la Concertación”. Enríquez Ominami también criticó acerbamente la dirección de Escalona: “Mientras se va Navarro, cae Barría (Soledad, ex ministra de Salud) y entra un escalonista (en ese cargo), hacia el cual tengo una buena opinión, pero me parece que es un símbolo de la profunda decadencia en la que está cayendo el Partido Socialista y todos los partidos de este país”.

Informó el jueves el periódico digital El Ciudadano (www.elciudadano.cl) a propósito de la probable candidatura presidencial de Navarro, que su programa incluiría:

”’Royalty minero, nacionalización del agua, romper el binominal, pagar la deuda histórica de los profesores, intervenir el sistema de AFP, acabar con la monarquia presidencial, referendum revocatorio, consulta ciudadana, y asamblea popular constituyente’, tema que según señaló habría quedado fuera de agenda en el congreso del  PS  en homenaje a Salvador Allende, donde el  se negaron a considerar el que Chile tenga una nueva Constiución con participación ciudadana".

Que sepa la opinión pública, éstas son las únicas declaraciones que, siquiera remotamente, plantean un cariz programático serio frente a la pobreza de la dialéctica política chilena, pero indudablemente no bastan, no todavía al menos, para hacer de Alejandro Navarro una figura de primer plano en los delicados momentos que vive el país; contrasta esta debilidad ideológica y estratégica con la firmeza que en esos terrenos mostraba en 1952 la primera candidatura presidencial de Salvador Allende –que no fue apoyada por la totalidad PS oficial de la época y se dividió entre su candidatura y la de Carlos Ibáñez del Campo.

"Lo extraño –reflexionó un viejo militante del partido que simpatiza con Navarro– es que no recuerden las primeras 40 medidas prometidas por Allende en 1970, y que procuró cumplir, sobre todo si muchas de las cuales son hoy, después de la dictadura y la Concertación, todo un programa de gobierno".

Los próximos meses dejarán en claro si el senador Navarro es el dirigente que requiere el ya inevitablementer urgente recambio de liderazgos –reemplazar jefes que huelen a gerontes por mujeres y varones activos– o si lo suyo no es más que cuentas de colores en el juego de espejitos, abalorios y pequeñas ambiciones y pujas internas en el seno de los partidos de gobierno.

"No queremos, pero estos carajos como que nos obligan a votar por la derecha, y por eso no me inscribo en los registros electorales", señalaba un estudiante universitario que discutía con algunos de sus pares las novedades polìticas el miércoles cinco de noviembre en un comedero del barrio universitario en el Santiago viejo.

* Periodista, escritor.

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